El tambor de Joseifa

Por: | 16 de julio de 2017

JOSEIFA

Texto del periodista y poeta Mohamidi Faka-la desde su exilio en los campamentos de refugiados saharauis

Al parecer Joseifa se sentía bien llamada entre el querer de un sentir autóctono de mucho folklor en el que no  faltarían los componentes necesarios que acompañaban su linda voz, como el retumbar de un tambor y las cuerdas de una guitarra española que vibraba al son del tímido coro de Maaria, la amiga inseparable de la popular cantante. 

Dos mujeres que compartieron luz y sombra a lo largo de toda una vida para dar al verso la prolongación del encanto que alegraba merecidamente los  corazones de los hombres y mujeres del Sahara. En contraposición de la amistad y el perfil de cada cual en su mundo artístico, Joseifa se había alzado a solas desde el primer momento en una identificable línea propia y sincera, colmada con coloridos ritmos africanos en una inflexión de encuentro de  identidad cultural. En esa formidable dirección continuó invicta cosechando mayores éxitos que dedicaba exclusivamente a sus fieles admiradores.

Simplemente se trataba de una mujer comprometida con la sencillez del arte, tanto en sus habituales presentaciones en público o en bautizos y bodas, con esa particularidad tanto actuando solista como actuando en grupos para relanzar su música creativa de valor social y artístico con el que satisfacer a  sus fieles admiradores.

Joseifa apenas siendo una niña fue mimada por la música del entorno familiar, y más tarde por la fidelidad del sentir común de su ciudad. Una ciudad de  muros de cal, de arena y de mucha luz, a la que se  sumaba el agua potable de las tres históricas fuentes de la villa. De hecho Joseifa era discípula del arte de sus padres, pero también del orgullo de sus conciudadanos y de un  mestizaje cultural de total entendimiento y de prolongada dimensión. En ese contexto, el baile de la “tuiza”, que tan bien protagonizaba Joseifa era un claro mensaje, con un afán de  solidaridad y de convivencia de todos los habitantes de las tierras del Sahara.

El baile en el que el cuerpo se mudaba en la inquietud a causa de los movimientos y los sonidos musicales plagados de tantos ritos, que no dejaban descansar los pies, que se trasladaban de un lugar hacia otro en la improvisada tarima, al tiempo que flotaban en el aire los dedos de la bailarina incansable. Otro baile era el de la avestruz enloquecida por los cazadores furtivos. El plumaje del avestruz, entre lo blanco y lo negro,  guarda una indudable relación con el  tinte añil de la melhfa de la mujer y el lizar, el faldón blanco. Este baile surge del espíritu mitológico de la cultura africana, de donde recibe su auténtica huella espiritual, material y humana. Toda la sensación de fábula que rodea este baile se ve incentivado por la destreza de los bailarines, a lo que se suma la excelencia de los bellos ornamentos, en una exhibición de detalles que iban desde la ajorca en los tobillos, el resplandor de las pulseras, el brillo fantástico de los collares y colgantes a la altura del pecho, más los habituales amuletos, en los que no faltaban unos versículos firmados por un santón, que prefería siempre guardar con discreción el secreto de su mediación. También podrían tratarse de un conjuro relacionado con lujuria o deseo, la trama de un comienzo amoroso de un hombre o de una mujer.

Toda esa amalgama, tejida con precaución, de cantos, bailes y ajuares tradicionales cerraban de hecho una modalidad particular de los típicos habitantes del desierto. Aquella confluencia de ritos, costumbres y tradiciones se veían reflejados en los cantos y bailes de la señora Joseifa. Se mostraba orgullosa y serena en las actuaciones en exclusiva con el tambor entre sus manos, evocando alabanzas a profetas y santos, en la cita nocturna de todos los viernes, ofreciendo su repertorio a cielo abierto para todos.

Es el misterio de una mínima parte de una estela de pasado, de arena y de heterogeneidad de los hombres azules que aún arrastraban las huellas de las caravanas cargadas de sal, de azúcar o de alquitrán en busca de las sombras de un oasis.

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He disfrutado mucho del retalo, como amante de las artes y el baile me gusta conocer de qué otras formas se lleva a cabo en otras culturas, manteniendo siempre la esencia de la danza. Gracias por compartir. Saludos.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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