Ojo de halcón

Sobre el blog

Un ojo de halcón para mirar al tenis, compartir historias y hablar sobre un deporte que de enero a diciembre inunda la libreta de héroes, villanos, partidos y detalles.

Sobre el autor

Juan José Mateo

es master en periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid / El País, redactor de la sección de deportes y cubre los Grand Slam.

Eskup

Lo que le falta a Nadal

Por: | 25 de noviembre de 2011

Eliminado en la Copa de Maestros y con la final de la Copa Davis a la vista, Rafael Nadal no tendrá vacaciones antes de que arranque 2012. Tampoco las quiere. “Mejor no pensar en ellas, porque no va a haber. No las necesito. Lo que necesito es trabajar”, dice, con gesto serio, en la rueda de prensa que sigue a su derrota ante Jo-Wilfried Tsonga. Este es el repaso a lo que le ha faltado a su tenis en este final de temporada, de boca del protagonista, y con la vista puesta en la próximo curso, “apasionante”, porque incluye unos Juegos Olímpicos, y, en consecuencia, es solo apto para maratonianos. Estas son las cosas que Nadal, campeón de diez grandes, buscará recuperar desde el 5 de diciembre, cuando ya se conozca el campeón de la Ensaladera, tras un 2011 marcado por el dominio del serbio Novak Djokovic, que le derrotó en seis finales. Estas son sus observaciones, Nadal en el diván con Nadal como psicólogo.

EN LA CABEZA. “Necesito tiempo para pensar y trabajar en aspectos mentales. Me ha faltado concentración en la bola, aguantar mentalmente más según qué puntos, que una bola más volviera dentro. Me ha costado esa bola de más que llega a dañar al rival, que le agota física y mentalmente. Eso hay que buscarlo y solo se puede hacer entrenando y compitiendo”.

EN LAS PIERNAS. “Tengo que volver a ser más agresivo, con esa intensidad extra superior a los demás, que me está faltando un pelín. Me refiero a ese extra de exigencia física y mental para el rival, al agobio que le pueda provocar un ritmo alto, constante, sólido, que siempre he tenido y que me está faltando. Lo tengo que recuperar y mejorar”.

EN LOS OJOS. “Mi experiencia, lo que he visto, dice que lo que hay que cambiar son pequeñas cosas, y que esas pequeñas cosas, al final del día, pueden cambiar muchas cosas”.

EN EL CORAZÓN. “Al final de temporada, me ha faltado un poco de pasión por el tenis, porque estaba un poco más cansado de lo habitual. Si no estudias como toca, el examen suele ir mal. Llevaba tres semanas haciéndolo, pero los problemas no se solucionan en tres semanas. Lo que es seguro es que tengo la ilusión de volver a dar ese salto de calidad. Voy a luchar. Haré todo lo que esté en mis manos, y si no es suficiente, estaré satisfecho de lo que he hecho”.

CLARIDAD DE OBJETIVOS. “El final de año no está siendo fácil de aceptar para mí. Eso es difícil de aceptar. Sé que la única forma de cambiar esto es trabajar más, pensar más en el tenis, hacer todo correctamente, fuera y dentro de la pista. Si alguien es mejor que yo, le felicitaré, pero debo intentar llegar a mi mejor nivel, estar en calma conmigo mismo. Al mismo tiempo, sin embargo, me da un poco más de ilusión, una meta más clara, para el inicio de 2012".

Sorpresas

Por: | 17 de noviembre de 2011

La mayor sorpresa de 2011 ha sido el estratosférico año del serbio Novak Djokovic, campeón de tres grandes y dominador absoluto de una temporada en la que llegó a parecer invencible. Por debajo de su excelso nivel de juego, sin embargo, también ha habido otras agradables sorpresas recompensadas con títulos y saltos en el ránking.

Mardy Fish (número ocho). El estadounidense ha logrado clasificarse para la Copa de Maestros y convertirse en la primera raqueta de su país, pese a convivir con un tenista con el pedigrí de Andy Roddick. Con la armadura dolorida por el esfuerzo, su participación en Londres dependerá de lo que le aguante el cuerpo. No brilló en los grandes, y se hundió bajo la presión en los cuartos de la Copa Davis, que enfrentaron a Estados Unidos contra España, pero también dejó algún momento delicioso, y apretó al intocable Djokovic hasta el extremo en la final de Montreal. Ha alcanzado en 2011 la mejor clasificación de su carrera: número siete del mundo.

Juan Martín del Potro (número 11). Solo un puñado de puntos separaron al argentino de volver a estar entre los diez mejores. Su temporada, tras sufrir una grave lesión en 2010, tiene un mérito gigantesco y le sitúa ante un escenario esperanzador de cara a 2012, cuando ya se le espera luchando por cosas importantes: saltó del número 485 al número 11 y logró dos títulos. Falto de la movilidad y la cobertura de pista que le permitieron explotar la fuerza de sus golpes desde posiciones inverosímiles, el gigante de Tandil competirá en Sevilla y contra España para lograr la primera Copa Davis de Argentina. Necesita un triunfo que le afiance en el esfuerzo, ya con la cumbre del tremendo Himalaya que ha escalado en su recuperación a la vista.

Feliciano López (número 20). El toledano, de 30 años, igualó en 2011 la mejor clasificación de su carrera. Ahora, sin embargo, el mérito es mucho mayor que en 2005, cuando era un chaval con todo el futuro por delante. Feliciano fue capital en que España alcanzara la final de la Copa Davis, al ganar a Fish en Austin, llegó a cuartos de Wimbledon, a la final de Belgrado y a semifinales de Shanghái. Eso quiere decir que logró resultados notables en cemento, hierba y tierra. En unos meses escaló del número 44 al 20. Con Alberto Berasategui como entrenador, aprieta como nunca con la derecha y ha logrado más pasantes de revés en un año que en toda su carrera. Un sueño alimenta su esfuerzo: seguir escalando posiciones para optar a competir con España en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, que se disputarán sobre su queridísimo césped de Wimbledon.

Marcel Granollers (número 27). A los 25 años, el barcelonés cierra la temporada con títulos en tierra batida y cemento indoor, con su mejor clasificación de siempre y la convocatoria para la final de la Copa Davis. Confirmado como un peligro bajo techo, a Granollers le define la dificultad: gana intentando cosas muy complicadas y pierde por el mismo camino. Tiene un tacto espectacular en la red y una mano privilegiada. Fluctuante desde el fondo de la pista, su salto en el ránking debería traducirse en 2012 en más confianza para lograr su confirmación. Sin entrenador, ha afilado sus prestaciones en los sets decisivos (ganó un 78% por el 56% de su carrera). Hay tenista.

Radek Stepanek (número 28). Que un jugador logre un título pasada la treintena es absolutamente excepcional, más si cabe en el tenis del siglo XXI, extremadamente competitivo. Que ese tenista sea el checo, de 32 años, extraña más todavía: representa un estilo de juego en peligro de extinción, que lo fía todo al tacto y la inspiración, al vértigo del asalto a la red y la volea salvadora. Alejado del prototipo de competidor que impera hoy en el circuito, gentes ancladas en el fondo y de poderosos tiros, Stepanek se impuso en Washington y reivindicó así que otro tenis aún es posible.

Milos Raonic (número 31). Ningún otro jugador ha despertado más expectativas en 2011 que el canadiense entrenado por el español Galo Blanco: ha saltado del número 153 al número 31, conquistando un título y logrando una final en el camino. Puede decirse que su saque ha sido el golpe del año. Una inoportuna lesión de larga duración, sufrida en Wimbledon, detuvo su hasta entonces imparable progresión, aunque ya se habían podido observar algunas de sus características: derecha tremenda, saque demoledor y problemas con las pelotas bajas y a media pista. Eso tiene solución. Eso se solucionará, que dicen quienes le conocen bien y le describen como un tenista extremadamente trabajador, inteligente, observador y atento. A los 20 años, 2012 será para él un curso intrigante.

Juan Carlos Ferrero (número 50). A mitad de año, Ferrero habló a las claras de que se retiraría si en el torneo de Valencia seguía sin encontrarse como quería. Acababa de perder en primera ronda del torneo de Madrid. Su final de curso, sin embargo, ha sido una escalada constante en el ránking, lo que le ha permitido pasar de estar fuera del top-100 a instalarse entre los 50 mejores y hasta sumar un título. A los 31 años, su inspirador Abierto de Estados Unidos, donde alcanzó los octavos tras ganar al francés Monfils, el número siete, deja una lección para el próximo curso: si el cuerpo le respeta, seguirá avanzando hacia arriba, porque de tenis anda sobrados y no defiende prácticamente nada en los primeros meses del curso.

Desilusión

Por: | 15 de noviembre de 2011

Hay veces que no basta con el esfuerzo y el empeño. Ocasiones en las que el amor por las cosas bien hechas, la energía gastada y el sudor vertido no ofrecen el resultado deseado. Con la temporada ya finalizada para la mayoría, ya se sabe qué tenistas se quedaron por detrás de sus objetivos en 2011.

Roger Federer (número cuatro). Pese a su reciente racha de triunfos (Basilea, París), alcanzada sin cruzarse con Novak Djokovic, Rafael Nadal y Andy Murray, el suizo no pude estar contento con su temporada: no ha ganado un grande por primera vez desde 2003 y ha cedido su puesto en el podio del tenis, desplazado por el escocés hasta el número cuatro. La Copa de Maestros, donde defiende el título, le ofrece la oportunidad de terminar la temporada con nota alta. En pretemporada, sin embargo, deberá enfrentarse a una realidad: siendo capaz de seguir produciendo un altísimo nivel de juego, ahora le cuesta mantenerlo sin altibajos. Solo así se explica tanto su genial Roland Garros como que cayera en semifinales del Abierto de EE UU (Djokovic), tras tener dos puntos de partido, o que cediera en cuartos de Wimbledon (Tsonga) con una ventaja de dos sets a cero. De Federer, en cualquier caso, siempre se puede esperar lo mejor. Puede ganar a todos y en cualquier momento.

Alexandr Dolgopolov (número 16). Hay pocos tenistas tan apreciados por los aficionados como el ucraniano. The Dog es el caos. Imprevisible. Maravilloso. 2011 acabó retratándole: no juega dos tiros iguales, pero por puro descontrol, no por afán de sorpresa. Esa atractiva partitura, que igual regala un estacazo plano que un drop, le aupó hasta el número 16, la mejor clasificación de su carrera. Aún así, deja un regusto amargo: cuando el año nacía, alcanzó los cuartos del Abierto de Australia, eliminando a Tsonga y Soderling. Fue legítimo pensar entonces en una temporada que le viera destacar en los grandes escenarios. No fue así. Vivió siempre lejos de los focos: tercera ronda en Roland Garros, primera en Wimbledon y octavos en el Abierto de EEUU. Solo un título conquistado. Se le espera, sin embargo, en 2012.

Fernando Verdasco (número 24). A estas alturas de 2010, el madrileño estaba como suplente en la Copa de Maestros y había luchado por la clasificación directa hasta el último aliento. Anclado hoy en el número 24, por el número nueve que ocupaba cuando amaneció 2011, el retroceso es evidente: llegó a sumar seis derrotas a la primera en 12 torneos. Sus fallos a la hora de cerrar partidos que tenía a su alcance, y que le habrían proporcionado el salto mental que requiere instalarse en la elite (contra Nadal en Cincinnati, Soderling en Roma o Raonic en San José, por ejemplo), han retratado a un tenista con el esquema de juego desmadejado y sin el autocontrol que definió su mejor curso, el de 2009. Entonces y ahora, Verdasco es de los pocos competidores que explican sus victorias y derrotas siempre a través de sí mismos, tantas son sus opciones, tan radical es su apuesta. En su entorno le describen como mentalmente fuera de punto, problema que también se le achaca a otro tenista que no ha cumplido con la expectativas, el croata Marin Cilic. A los 28 años, la final de la Copa Davis, contra Argentina, debería servirle de impulso para relanzar su carrera.

Bernard Tomic (número 41). El australiano alcanzó los cuartos de final de Wimbledon con 18 años. Esa carta de presentación debería bastar para que su curso fuera calificado con nota altísima. El problema es que acumuló 10 derrotas a la primera, y que dejó la impresión de competir solo cuándo y contra quien le apetece. El mismo tenista que logra ese resultado en Londres y que es protagonista en la Copa Davis contra dos rivales de la alcurnia de Federer y Wawrinka también es capaz de perder con marcadores sonrojantes frente a jugadores en el furgón de cola o fuera del top-100. Tomic tiene un juego extremadamente complicado. Necesita y tiene tiempo para aprender a usar tantas armas de una forma ordenada.

Tommy Robredo (número 51). Empeñado en volver a la elite de los mejores tras sus problemas de 2010, el español trabajó durísimamente, consiguió resultados notables cuando las piernas le respetaron (campeón en Santiago de Chile, cuartos en Indian Wells, octavos en el Abierto de Australia) y luego empezó a encadenar un dolor tras otro, una retirada tras otra. Solo jugó 32 encuentros en 2011. Alcanzó los cinco partidos entre no disputados y retiradas. No disputó ni Roland Garros ni el Abierto de Estados Unidos. Así es imposible. Con 29 años, una buena pretemporada y el descanso tras un año tan duro deberían catapultarle a puestos más altos en 2012.

Ryan Harrison (número 74). A los 19 años, Harrison, como Tomic, tiene todo el tiempo del mundo para confirmar lo que apunta, que es un tenista con buena madera. Tiene movilidad, le pega duro, y disfruta de una cosa que no se enseña: tiene carácter competitivo, como se demostró en partidos contra tenistas de altura (Federer, Ferrer). Camino de romper el récord de raquetas rotas y lanzadas fuera de la pista, cada año que sume en el circuito le permitirá acercarse a sus objetivos.

El 'milagro' de Federer

Por: | 06 de noviembre de 2011

El debate sobre la temporada más grande de la historia muere en las manos del fisioterapeuta y la raqueta del japonés Kei Nishikori. En semifinales del torneo de Basilea, el serbio Novak Djokovic cae recibiendo un 0-6 en la tercera manga, víctima de los dolores en un hombro, que ya le llevaron a retirarse de la final de Cincinnati. El número uno mundial, protagonista de un curso excelso, que ha incluido la conquista de tres grandes, es duda para el Masters 1000 de París y ha perdido cuatro duelos en 2011. Eso le coloca por detrás de la mágica temporada del estadounidense John McEnroe en 1984 (82-3); a un nivel parecido a las dos mejores del suizo Roger Federer (2004 y 2006); y, además, le humaniza: los dolores en el hombro demuestran que Djokovic también respira y siente, que también sufre, se duele y paga el asfixiante ritmo del circuito del tenis.

Ese es el milagro de Federer, que acaba de conquistar en la ciudad suiza su segundo título de 2011. A Djokovic le martiriza un hombro que ya le obligó a cambiar de mecánica de saque en 2010. A Rafael Nadal le persigue el fantasma de sus problemas en las rodillas y en un pie. A Andy Murray ya le ha jugado malas pasadas una muñeca. ¿Y el suizo? Siendo el de más edad de los cuatro (30 años), no se le conocen esos achaques, más allá de algún problema de espalda que nunca le ha obligado a bajas prolongadas, de algún tobillo hinchado y de una mononucleosis que tampoco afectó gravemente a su temporada. Jamás se ha retirado de un encuentro. Ha disputado los últimos 47 grandes. Como transmiten sus compañeros de vestuario, bastantes de las bajas del suizo tienen más que ver con la necesidad de rearmarse tras resultados negativos (derrotas en finales de torneos del Grand Slam) que con dolores insoportables.

Mientras sus rivales se pierden semanas e incluso meses de competición por diversos problemas, Federer, ausente este año en Shanghái, gestiona el calendario mejor que nadie. Dedicado ya en exclusiva a la caza mayor (todo gira alrededor de los torneos del Grand Slam), su estilo de juego, tan técnico y liviano, un eléctrico ballet sobre la pista, también actúa como protección frente al desgaste. En la treintena, y a la espera de la Copa de Maestros, Federer cierra un 2011 decepcionante para su nivel y otea un 2012 esperanzador y lleno de acicates: buscará el sueño de conquistar el oro olímpico en su sacrosanto templo de Wimbledon.

El País

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