Uno de los mensajes más contundentes de la presentación en sociedad de la candidatura de Ximo Puig a las primarias del PSPV ha sido, sin duda, el elenco que revoloteó junto al candidato durante los primeros fogonazos de los fotógrafos. La fotografía de José Jordán, siendo certera, solo muestra una parte de la cara oculta de Puig, o lo que se conoce como “la mochila”. A ese panal de rica miel que se supone que es la nueva oportunidad de poder que representa Puig ante el hundimiento del PP acudieron muchos más de los de siempre, empujando y haciéndose sitio para ese momento supremo por el que han estado hibernando y que parece ya inaplazable. ¿Pero acaso Puig no es también uno de ellos, de los de siempre? ¿No forma parte de la mochila?
El principal reto de Puig es afrontar el futuro con los pies en el pasado y con personajes pretéritos (en algunos casos, amortizados; en muchos otros, obsoletos). ¿Lo podría hacer de otra forma sin traicionar su propia naturaleza? Complicado. ¿Lo logrará? Cosas más imposibles se han sustanciado. La situación a la que se enfrenta el PSPV se parece mucho a la historia del socialismo valenciano. El partido ha pasado 20 años en la oposición sin haberse sometido a una catarsis, sin haber renovado de forma sustancial el paisaje y con el drama, en consecuencia, de no resultar atractivo para los jóvenes. Los viejos actores se maquillan para una nueva obra. ¿Resultará convincente? Irene Papas supo que solo podía representar a Hécuba cuando no tenía edad para hacer creíble el papel de Helena, aunque la tragedia también era su mochila.