3500 Millones

Por Amanda Glassman, vicepresidenta del Center for Global Development y responsable de su programa de salud global. Una versión adaptada de esta pieza fue publicada en theguardian.com. La Dra. Glassman participará esta semana en dos eventos en Barcelona: el jueves a las 17.30 en CosmoCaixa, organizado por ISGlobal, y el viernes a las 15h en Encuentros Barcelona.

Captura de pantalla 2016-10-25 a las 18.59.33Campaña de vacunación contra la meningitis en África. Foto: WHO/R. Barry.

Cuando mi bebé de dos semanas se puso con 40 de fiebre, entré en pánico. Mirando su carita indefensa y enrojecida, su piel ardiendo, su pelo enmarañado por el sudor, me pregunté ¿se trata de algo serio? Recuerdo que pensé que hubiese dado cualquier cosa por que se pusiese bien. ¿Cuántos padres en todo el mundo estaban sintiendo y temiendo lo mismo que yo en ese momento?

Nuestras experiencias sobre la enfermedad y la muerte son al mismo tiempo individuales y universales. Esa es la razón por la que compartimos la preocupación de las mujeres en riesgo de contraer Zika que temen que sus hijos nazcan con microcefalia. Estas experiencias, compartidas y personales, son parte de lo que ha impulsado la salud global a la vanguardia de la ayuda internacional desde países como Estados Unidos y España a los países más pobres del mundo. Un tercio de la ayuda estadounidense y cerca de un 10% de la ayuda española acaba en programas de salud global. Cuando se llega a la conclusión de que podemos prevenir graves enfermedades y el dolor que causan, todos están de acuerdo en que se trata de una sólida inversión.

En términos generales, lo que hacemos en salud global está bien hecho. Vacunamos a los niños para prevenir enfermedades como el sarampión, la meningitis y la polio. Desarrollamos y administramos medicamentos que controlan y previenen patologías mortales como la malaria, el VIH/SIDA y la tuberculosis. Aprobamos políticas que reducen el uso del tabaco y los accidentes de tráfico. Y apoyamos a las familias pobres que quieren mantener a sus hijas en la escuela y alejadas del peligro.

Pero la diferencia entre hacer algo bueno y mejorar la salud de la población a gran escala está en cómo diseñamos y aplicamos estos programas y políticas tan esenciales. Si queremos hacer frente de manera efectiva a la próxima epidemia o responder a los retos crecientes de las enfermedades cardiovasculares o mentales que los países en desarrollo están empezando a padecer; y, sobre todo, si estamos empleando dinero público en todo ello, necesitamos estar seguros de que lo que hacemos funciona.

Esta es la idea que ha inspirado Millones salvados, el nuevo libro que he escrito y editado junto con Miriam Temim y mis colegas del Center for Global Development: entender el modo en que los decisores políticos y los profesionales de la salud de los países más pobres del mundo diseñaron y aplicaron programas y políticas que han traído cambios significativos, mensurables y positivos en la salud de la población.

A partir de las recomendaciones de expertos y de un esfuerzo amplio de investigación, seleccionamos 18 programas y políticas que podrían mostrar, a través de una rigurosa evaluación, que habían mejorado a gran escala la salud de una población objetivo a lo largo de varios años, desacreditando con ello a los pesimistas que dicen que el gasto en ayuda para la salud global es tirar el dinero. Los estudios de caso ilustran cómo las políticas y los programas de salud tienen un impacto positivo a un coste bajo, salvando millones de vidas y permitiendo a muchas personas vivir libres de la enfermedad y la discapacidad.

Y las historias quitan el aliento.

En 26 países de África, la meningitis A ha sido un flagelo durante siglos, provocando una inflamación de las membranas que rodean el cerebro y el cuello, con resultados a menudo letales. A pesar de ser científicamente viable, la vacuna para luchar contra ella era demasiado cara para los países que más la necesitaban. Sin embargo, y como explicamos en el libro, la formación de una coalición global alrededor de este asunto encontró primero una compañía farmacéutica en India dispuesta a producir la vacuna por tan solo 0,37 euros por dosis y organizó después la producción a gran escala. En el plazo de cuatro años, 217 millones de personas en 15 países fueron vacunadas, el equivalente a un millón por semana. En todas esas áreas la meningitis A ha sido borrada del mapa.

Otro de los casos se centra en la mortífera epidemia de VIH/SIDA que padece Kenia. Las niñas huérfanas de este país son altamente vulnerables: tienen el doble de probabilidades que los no huérfanos de contraer el VIH o quedarse embarazadas durante la adolescencia. Un sencillo programa de ayudas económicas a las familias o tutores -equivalente a 27 euros cada dos meses- retrasó la edad de la primera experiencia sexual de las niñas y redujo las posibilidades de que tuvieran múltiples parejas, dos factores de alto riesgo en el contagio de VIH y en el embarazo. Retrasar la edad del primer embarazo está vinculado a un incremento en los ingresos de las mujeres y en la esperanza de vida de los futuros bebés.

El libro toca también asuntos que uno no reconocería inmediatamente como un reto de salud global. Por ejemplo, el peligrosísimo tráfico de Vietnam. Solo en 2007 unas 14.000 personas –incluyendo 2.000 niños- murieron en accidentes de tráfico, mientras que otras 3.000 quedaron afectadas por lesiones cerebrales serias como consecuencia de un accidente. Una nueva ley que obligaba a los motoristas a llevar casco derivó en una reducción monumental en el número de muertos y heridos.

A partir de estas historias uno podría pensar que la creación o distribución de una vacuna que funciona o la aprobación de una nueva ley es suficiente para influir los resultados de salud. Pero nunca es tan simple. Nuestro libro analiza cuatro casos en donde una evaluación rigurosa encontró que programas bien intencionados, pensados y ejecutados no trajeron los beneficios para la salud que se esperaban. En algunos casos la tecnología que va bien a contextos de pequeña escala no tiene éxito cuando se replica a lo grande, como vimos en un programa de lavado de manos en Perú. Y los programas que funcionan cuando una comunidad es muy pobre puede que dejen de tener sentido cuando las cosas pintan un poco mejor. Vimos esto en Bangladesh, donde un período de rápido crecimiento económico coincidió con un despliegue poco exitoso de servicios de salud destinados a prevenir la mortalidad infantil por enfermedades como la diarrea o el sarampión.

Podemos aprender de lo que funciona y de lo que no funciona. De los 22 casos que hemos examinado, hemos encontrado cuatro factores comunes en todas las experiencias positivas para la salud. Primero, la elección de las intervenciones estaban basadas en la mejor ciencia disponible. Segundo, todos los programas de éxito se basaron en la colaboración entre gobiernos locales y organizaciones internacionales que lograron movilizar los recursos técnicos, financieros y políticos que fueron necesarios. Tercero, la voluntad política no desapareció con el tiempo a pesar de los cambios de liderazgo y de los amagos de inestabilidad. Finalmente, cada programa utilizó datos, resultados y evaluaciones para ajustar el rumbo cuando las cosas no iban dando los resultados esperados y, en último término, para mejorar el impacto sobre la salud. Juntas, las experiencias de Millones salvados ofrecen valiosas lecciones para responsables políticos, expertos en desarrollo y profesionales de la salud.

La pregunta con respecto a la próxima pandemia no es si, sino cuándo. A medida que los países pobres se desarrollan, los estilos de vida empiezan a pesar en la carga de enfermedad, derivando en problemas como la diabetes y el cáncer. Pero las intervenciones para combatir estos asuntos a escala aún no se dan en los países en desarrollo y muy a menudo lo que se hace no está siendo adecuadamente evaluado. Debemos cambiar esto si queremos prevenir y tratar los nuevos retos para la salud.

Sabemos que los programas de salud global diseñados y aplicados sobre la base de la mejor evidencia disponible pueden funcionar. Ahora también sabemos porqué funcionan. Estos programas pueden tranquilizar a las madres que, como yo, se preocupan cuando sus seres queridos enferman. Mi hija terminó poniéndose bien y estoy agradecida por ello cada día. Espero que nuestro libro contribuya de alguna manera a hacer que mi experiencia sea la norma y no la excepción para muchos otros alrededor del planeta. Millones salvados significa millones capaces de sostener a sus familias y crear un futuro mejor.

 

Al cierre de la Cumbre Habitat III, recogemos el análisis de Paula Lucci, del Overseas Development Institute.

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El Panecillo visto desde el centro de Quito. Imagen Wikimedia Commons/Cayambe.

Habitat III, la tercera de una serie de reuniones globales sobre desarrollo urbano que se celebra cada veinte años, ha llegado a su final. Estaba en Quito, Ecuador, para participar en los numerosos eventos colaterales –conté más de cien en sólo un día de conferencia) que tuvieron lugar simultáneamente al proceso formal.

Aquí está lo más importante que saqué de estos cuatro días de diálogo y del resultado de la Cumbre, la Nueva Agenda Urbana.

Una comunidad urbana creciente, pero con poco compromiso político

Unas 50 mil personas se reunieron en Quito para Habitat III. En 1996 fueron 10 mil, en 1976 sólo 6 mil. Esta creciente comunidad ‘urbana’ entiende que con más personas viviendo en las ciudades que nunca antes, un futuro sostenible significa implantar infraestructura sostenible, en particular en los países en desarrollo que se están urbanizando rápidamente.

Pero aunque la conferencia reunió a miles de personas de diferentes sectores para compartir experiencias y despertar nuevas conexiones y colaboraciones en torno a todo lo urbano (desde transporte, migración y empleos hasta datos y espacios públicos), la Nueva Agenda Urbana queda falta de respaldo político de alto nivel.

Después del hito de los Objetivos de Desarrollo Sostenible del año pasado, y del acuerdo de Clima de París, los líderes parecen haberse quedado escasos de capital político que concentrar en la Nueva Agenda Urbana de Habitat III, que establece una larga lista de aspiraciones de 175 puntos, muchos de los cuales se cruzan con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y objetivos de cambio climático.  

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Frágil equilibrio: ¿una película o un barco?

Por: | 24 de octubre de 2016

Por Guillermo García López, director de cine

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José Mujica, inspiración sobre la realidad de la desigualdad en el mundo. Imagen del documental Frágil Equilibrio.

Imaginé el barco cuando escuché por primera vez a José Mujica, por aquel entonces Presidente de la República Oriental del Uruguay. Me quedé sorprendido cuando me di cuenta de que aquel hombre estaba hablando de mi vida, de cuestiones que me afectaban diariamente. No estaba familiarizado con figuras políticas que mostraran interés por asuntos tan cotidianos y tan importantes. Sentí que era un discurso necesario, un mensaje sencillo, consecuente con la época que vivimos, merecedor de ser difundido, digno de permanecer en el tiempo y ubicarse en múltiples espacios.

Una película, por ejemplo.

Comenzamos a armar la nave cuando entrevistamos a Mujica en su casa en Agosto del 2014 y compartió con nosotros su discurso. Él fue el primer tripulante, el guía perfecto para el viaje que íbamos a iniciar a través de tres historias en tres continentes distintos. Es difícil encontrar palabras para definir estas historias. Una comunidad de migrantes subsaharianos intenta cruzar a Europa a través de la valla de Melilla. Varias familias en España, al otro lado de esa valla, están destrozadas por la crisis, la especulación inmobiliaria y la pérdida de sus viviendas. Y dos ejecutivos japoneses se ven sumergidos en un círculo vicioso de consumismo y trabajo. Historias muy lejanas en el espacio pero con muchos puntos en común.

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Por Clare Cummings. Esta entrada fue publicada originalmente en inglés en el blog del Overseas Development Institute. Con ella nos acercamos a la Cumbre Habitat III que tiene lugar esta semana.

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Mimo policía de tráfico en Lima, Perú, en 2010. Imagen de David Berkowitz, CC-BY-NC-ND

Existen hoy 28 ‘megaciudades’, cuando en 1970 sólo había 2. Se espera que surjan otras 13 para 2030. Y no sólo se están expandiendo las ciudades más grandes: las zonas urbanas de crecimiento más rápido son las ciudades de tamaño mediano, y ciudades de Asia y África que tienen poblaciones de menos de 1 millón de personas.

Lo que esto significa para nuestra sociedad global ha sido ignorado durante mucho tiempo pero finalmente en Habitat III la ‘urbanización’ se ha hecho camino hasta la escena internacional.

La conferencia muy esperada que tiene lugar esta semana reune a Estados miembros y grupos de interés relevantes para discutir y acordar una Nueva Agenda Urbana. Con un Objetivo de Desarrollo Sostenible dedicado a ciudades sostenibles, la Nueva Agenda Urbana promete ser un acuerdo internacional que dirigirá cómo establecer y adaptar localmente una visión urbana compartida. Parece que la rápida y persistente urbanización de países de todo el mundo ha logrado hacerse camino hasta el terreno de la política global por fin.

Y sin embargo, los gobiernos de las ciudades no están en el centro del escenario. Aunque han contribuido a la agenda, los gobiernos municipales no están liderando la discusión ni haciendo compromisos en Habitat III.

Esto, tristemente, no es una sorpresa. La descentralización del poder político y del dinero público hacia las ciudades a menudo se hace sin convicción. La población de las ciudades está creciendo y la gente migra a centros urbanos, atraída por las oportunidades que ofrecen. Sin embargo, las ciudades con poblaciones que crecen rápido necesitan servicios, infraestructuras, viviendas y economías que puedan expandirse e incluir a más y más personas. Esto requiere dinero y liderazgo: un gobierno local con todos los poderes.

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Save the Children_Malawi_Child Protection_DAC 2015-19Cada siete segundos una niña menor de 15 años se casa. Foto: Save the Children.

Es viernes y Dani Martínez de porCausa ha recopilado una nueva edición de Las noticias que nos rompen, que este blog comenta para ustedes. La selección de esta semana es una especie de colección de fracasos de las políticas públicas contra la pobreza, la discriminación y la violencia. Agárrense.

Nuestra galería comienza donde casi siempre, en los diferentes escenarios de una crisis de refugiados en la que no se sabe qué se han hundido más hondo, si las barcazas de inmigrantes o la dignidad de Europa. Alemania, Calais y Tesalónica (eldiario, The New York Times, Diagonal) nos recuerdan que la emergencia sigue muy viva y que el invierno recrudecerá una vez más las necesidades más básicas. Peor aún, las tres historias ilustran las consecuencias del ping pong humano en el que se ocupan los países europeos desde hace dos años.

Un segundo y desasosegante bloque nos ilustra la responsabilidad internacional en las consecuencias de los conflictos. En Yemen, el 80% de la población se ha convertido en víctima humanitaria de una guerra que sirve a su vez de negocio para empresas españolas (El País, Euronews). Y en Sudán del Sur, mientras tanto, una investigación independiente prueba que la ONU no pudo -y, en ocasiones, no quiso- evitar la muerte y la violación de civiles en el conflicto (Xavier Aldekoa). 

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Sobre los autores

3.500 Millones es un blog coral dirigido por Gonzalo Fanjul. Este espacio es el resultado de un esfuerzo colectivo en el que los protagonistas de la lucha contra la pobreza comparten su experiencia y sus propuestas.

Autor

  • Gonzalo FanjulGonzalo Fanjul lleva más de veinte años dedicado al activismo contra la pobreza, impulsa la iniciativa porCausa y colabora como investigador con diferentes think tanks, universidades y ONG

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