Foto: Malawi: Un padre y su hija durante la campaña de vacunación contra el neumococo. Copyright: GAVI Alliance.
¿Estamos ganado la batalla por la salud global? La esperanza de vida en los países de ingreso medio y bajo ha ido incrementándose en 5 años por década durante los últimos 40 años. El mundo ha sido testigo de una reducción histórica en la tasa de mortalidad infantil, gracias en buena medida a los avances en la prevención y el tratamiento de la malaria, el control del VIH o la inmunización contra el sarampión. Entre 2003 y 2008, el número de personas que recibieron tratamiento antirretroviral contra el VIH se multiplicó por diez, alcanzando a más de 4 millones de pacientes.
Y, sin embargo, los retos pendientes son todavía abrumadores. De acuerdo con el informe que evalúa cada año los progresos de la comunidad internacional hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), “a pesar de los avances, y aunque la mayor parte de las muertes de niños pueden ser prevenidas, demasiados países tienen todavía niveles inaceptables de mortalidad infantil y han hecho progresos escasos o nulos en los últimos años”. Más de la mitad de los cerca de 9 millones de niños menores de cinco años que murieron en 2008 cayeron víctimas de la neumonía, la diarrea, la malaria o el SIDA, enfermedades que podrían haber sido evitadas o paliadas con tratamientos accesibles. En buena parte de África, un parto sigue siendo una tarea de alto riesgo para millones de madres que carecen de la atención y la infraestructura sanitarias básicas. A pesar de que el precio de los tratamientos contra el VIH se ha reducido en un 99% en la última década, los nuevos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que 9 millones de personas esperan todavía el tratamiento que necesitan de forma desesperada.
¿Cómo resolver estos problemas? ¿Es suficiente con más recursos o necesitamos también ideas mejores y más innovadoras? ¿Qué papel deben jugar los gobiernos y los actores privados, como las compañías farmacéuticas o los grandes filántropos?
La contestación a estas preguntas es parte de un informe en el que he estado trabajando durante los últimos meses como investigador asociado de ISGlobal (la organización creada en 2010 de la mano del investigador Pedro Alonso, Premio Príncipe de Asturias por su trabajo sobre malaria) y que presentamos ayer en Madrid. Nuestro trabajo describe un mundo que cuenta con recursos económicos y científicos sin precedentes pero que permite que los tratamientos futuristas convivan cada día con enfermedades medievales, a menudo en las mismas ciudades. Esta desigualdad amenaza los avances en un frente esencial del bienestar humano que se imbrica cada día con otros grandes desafíos de la globalización, como el incremento de los niveles de desnutrición, los movimientos migratorios o el impacto del cambio climático.
En este contexto, países como España han asumido responsabilidades de las que no es posible desentenderse. Los retos de la salud global implican, por ejemplo, reconsiderar las prioridades internacionales en I+D, que dedican tan solo un 5% de los recursos a las enfermedades que cuestan a los países en desarrollo más del 90 por ciento de las muertes prevenibles. Supone también cambiar las reglas de propiedad intelectual que impiden el acceso de los enfermos pobres a medicamentos esenciales; o impulsar nuevos mecanismos de colaboración público-privada que aprovechen lo mejor de cada uno de los actores.
Son asuntos que forman parte de la agenda de instituciones como el G20, en los que España debe estar presente de forma activa a través de su cooperación internacional. Aunque la credibilidad del Gobierno en este ámbito puede quedar seriamente tocada con los recortes (la ayuda al sector salud ha caído a menos de la mitad desde 2009), existe la posibilidad de realizar reformas que mejoren la calidad de los programas y garanticen su orientación estratégica. Si quieres conocer los detalles de nuestra propuesta, puedes leer aquí el informe completo y su resumen.
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