Esta entrada ha sido escrita por Suerie Moon, del Instituto de Salud Global de Harvard. Una versión ampliada de esta pieza fue publicada originalmente en el Global Health Governance Journal.
"Un enfermero atiende a un niño congoleño refugiado en el Congo" Foto: © UNHCR/F.NoyEl Comité Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud se reunió en Ginebra hace un par de semanas para discutir, entre otras cosas, una polémica propuesta realizada por algunos Estados miembros para atajar las debilidades del sistema farmacéutico global de I+D. Como un microcosmos de otros procesos más amplios que afectan al gobierno de la salud, el debate sobre la I+D plantea preguntas serias acerca de la capacidad y la voluntad de los gobiernos para abordar de manera colectiva algunos de los problemas que perpetúan las desigualdades en la salud global.
Para muchos, el actual sistema global de I+D no está cumpliendo su propósito. No atrae suficiente inversión para las patologías que ofrecen beneficios limitados, como las "enfermedades olvidadas" que afectan fundamentalmente a los pobres. Un ejemplo es Chagas, una enfermedad potencialmente letal para la que el tratamiento y las herramientas de diagnóstico son bochornosamente inadecuadas. El actual sistema de I+D no contempla los suficientes incentivos para una difusión rápida y amplia del conocimiento que acelere el Progreso científico. Y tampoco asegura que los precios de los medicamentos serán accesibles para aquellos que los necesitan. Al final, las necesidades de muchos pacientes -sobre todo, pero no solo, en los países en desarrollo- quedan trágicamente abandonadas.
El pasado mes de abril se abrió el último capítulo de un debate que ha durado décadas. Un grupo de expertos independientes de la OMS concluyó un trabajo de dos años recomendando que los Estados miembros abran negociaciones para establecer un Tratado de I+D que garantice la financiación y los objetivos de investigación en las áreas que más lo necesitan. El grupo también propuso una serie de medidas para mejorar el sistema, como un observatorio de seguimiento de la financiación y las actividades de I+D, así como para incentivar el intercambio de información abierta entre las numerosas redes de investigación que trabajan de manera dispersa en asuntos de interés común.
El informe fue contundente. No solo confrontó a los gobiernos, sino también a la propia OMS: ¿está preparada esta organización para convertirse en la institución internacional central donde se aborden las debilidades que afectan al sistema global de salud?
Durante la última década hemos sido testigos de muchos enfoques innovadores que abordaron parcialmente el problema de la I+D. Pero fueron esfuerzos ad hoc, basados en instituciones frágiles y, en el mejor de los casos, aportaron soluciones incompletas. Asegurar la innovación y el acceso a los medicamentos de las poblaciones sigue siendo en primer lugar una responsabilidad de sus gobiernos. Y en un sistema global de I+D los gobiernos no pueden actuar por su cuenta; necesitan trabajar en colaboración con instituciones como la OMS.
El pasado noviembre, sin embargo, una reunión de seguimiento de los Estados miembros despertó dudas acerca de su capacidad para hacer frente a esta tarea. De palabra, los gobiernos acordaron algunas normas y objetivos comunes, lo cual es un importante paso adelante. Pero a la hora de la verdad solo consiguieron ponerse de acuerdo en algunas cuestiones parciales (como recoger más datos y lanzar proyectos piloto) que no se acercan a cambio de sistema.
Las organizaciones de la sociedad civil expresaron con toda justicia su decepción frente a este modesto resultado, refiriéndose a él como "un viaje atrás de diez años" en el tiempo.
Muchos países ricos se opusieron claramente a cualquier acuerdo u obligación financiera (y fueron acusados por ello de bloquear el proceso), pero tampoco los países de ingreso medio estuvieron a la altura. Después de todo, ya había un consenso sobre la versión aguada de resolución (aunque algunos cuestionarion la legitimidad del acuerdo alcanzado a las 2am). Recientemente, Noruega y Francia han anunciado que incrementarían la financiación de la I+D para salud global, pero ninguna economía emergente ha hecho compromisos financieros concretos. Con toda la fanfarria acerca de los BRICs (el grupo que representan Brasil, Rusia, India y China) y de su creciente influencia económica, normativa y diplomática en el ámbito de la salud global, por ahora hemos visto pocas pruebas de que estén dispuestos a llenar el vacío de liderazgo que resulte de este movimiento de poder.
Afortunadamente, no es demasiado tarde. El borrador de resolución puede ser reconsiderado en la próxima asamblea de mayo de la OMS, con vistas a incorporar una perspectiva más ambiciosa. En los próximos meses también será necesario asegurar que los siguientes pasos –desarrollar un observatorio, legitimar el proceso de toma de decisiones y poner en marcha los proyectos piloto- contribuyen a una transformación del sistema. Después de la poco edificante actuación de noviembre, será una oportunidad y una prueba de la voluntad de los países emergentes para tomar el liderazgo poniendo recursos sobre la mesa e invirtiendo más capital político en el proceso.
Hay 2 Comentarios
Al final todo es dinero, por desgracia para los paises más pobres. Ya hemos visto los casos este año de enfermedades que arrasaban en otros paises y por un caso en España la movilización que ha habido. Una pena...
Publicado por: Cristina R. | 28/07/2015 18:04:21
España continua sus esfuerzos en la campaña canadiense, país que ya ha perdido la mitad de sus territorios a manos españolas.
En clave interna, la derecha liberal por fin consigue un proyecto aglutinador, frente a una izquierda dominante aunque decadente.
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Publicado por: Canra | 05/02/2013 8:52:52