Esta entrada ha sido escrita por Ramón
Almansa López, Coordinador de Cooperación Internacional de Entreculturas.

Alumnos del campo de refugiados de Tongorara (Zimbabue). Foto: Entreculturas.
Un amigo me
pregunto:“¿oye y tú que estas en eso de
la cooperación, todo lo que hacéis, eso de los proyectos, sirve para algo? Porque
da la impresión de que el mundo sigue hoy igual de mal que hace unos años”.
He de reconocer que la pregunta inicialmente me irritó, pero luego caí en la
cuenta que era una pregunta legítima y cargada de lógica. Tenemos que ser
capaces de verificar que todos los esfuerzos que se hacen en el mundo de la cooperación sirven para mejorar
la vida de los más pobres, de esos 3.500 millones de personas que se han ido
quedando en las orillas. En el fondo la pregunta que queremos contestar no es
otra que: “¿y la gente más pobre de este mundo,
hoy vive mejor o peor que hace unos años?”. Porque sería intolerable que las
cosas no cambiaran; sería y es, injusto e inmoral.
En tiempo
de escasez y de crisis es cuando más necesaria se hace la solidaridad. Jamás la
solidaridad puede ser un artículo para tiempos de bonanza. Las ONG tenemos la obligación
y la necesidad de rendir cuentas a la sociedad de lo que hacemos. Debemos evaluar
para medir el impacto de las acciones de cooperación y para extraer
aprendizajes que podamos incorporar a acciones futuras.