Por Juan A. Gimeno, catedrático de Economía de la UNED y Presidente de Economistas sin Fronteras
Reales brasileños en una fotografía tomada en Rio de Janeiro. Imagen de archivo, 15 octubre, 2010. Foto: Bruno Domingos / Reuters
La situación de la pobreza en España es extremadamente preocupante. Afecta a un cuarto de la población española y en porcentaje aún más elevado a la población infantil. Con todo, en los países del Norte hablamos de pobreza relativa; es decir, en relación con el nivel de renta del país. Pero en los países del Sur el problema es de pobreza absoluta, de dificultades graves para subsistir. En 2010, casi la cuarta parte de la población de los países empobrecidos vivía con menos de 1,25 dólares al día, lo que significa 700 millones de personas viviendo en la extrema pobreza.
¿Podemos pensar en instrumentos fiscales para solucionar esta grave situación de pobreza? Sí y no.
Las dudas provienen, en primer lugar, de que para reducir la pobreza en el mundo hay que ir a las raíces, lo que implica modificar las relaciones comerciales y financieras entre los distintos países. Mientras no se ponga coto a las malas prácticas comerciales, a los paraísos fiscales, a la especulación financiera, a los abusos de las grandes empresas transnacionales y a la desvertebración política mundial, se perpetuarán las causas que originan las grandes desigualdades y la pobreza mundial.
En segundo lugar, los impuestos por sí solos no solucionan los problemas de pobreza. Los ingresos tributarios son un instrumento necesario pero no suficiente. Porque de nada sirve una alta recaudación si se destina a rescatar bancos o a favorecer intereses de las clases dominantes, en vez de destinarse a erradicar la pobreza.
Sería magnífico que algunas figuras tributarias globales que se han promovido pudieran dedicarse a la lucha mundial contra la pobreza. Las dos más relevantes son el impuesto sobre las transacciones financieras internacionales (Tobin Tax, popularizado como Tasa Tobin), que reduciría la especulación y la inestabilidad financiera internacional; y el impuesto sobre el CO2 (Carbon tax), que limitaría la emisión del primer causante del calentamiento global. Ambas tienen en común que aportan un doble rendimiento: el recaudatorio y el de corrección de efectos externos negativos que el mercado es incapaz de valorar adecuadamente.
Las dos figuras tienen como ventaja adicional que con tipos extremadamente pequeños, pueden proporcionar volúmenes muy importantes de ingresos. Algo que podría decirse también de algunas propuestas, quizás menos consolidadas, como las que gravarían el comercio mundial o el tráfico de correos electrónicos. En todos ellos, tipos incluso inferiores al 0’1 por mil del valor de la transacción serían poco relevantes para la casi totalidad de la ciudadanía mundial y, sin embargo, recaudarían miles de millones de dólares/euros que bien invertidos conseguirían importantes cambios para la humanidad en su conjunto. Además, casi todas ellas son propuestas que, en principio, no tendrían excesivos problemas técnicos de gestión por su característica equiparable a un impuesto sobre fabricantes.
Más allá de estas figuras, existe un amplio abanico de propuestas que van desde gravar el combustible de los aviones, al tráfico de armamento o a la utilización del espacio tanto por satélites como el uso del espectro radioeléctrico.
Algunas de estas iniciativas, o aproximaciones a ellas, han comenzado a ponerse tímidamente en marcha en ámbitos territoriales concretos. Pero difícilmente podrán aportar efectividad a la lucha contra la pobreza global si no se consiguen acuerdos multilaterales, superando la oposición de poderosos lobbys internacionales.
Necesitamos una voluntad política general y real a favor de la lucha contra la pobreza. Necesitamos que los recursos disponibles, salgan de donde salgan, se dediquen en la medida necesaria a ese fin. Y eso es tarea de todas las instituciones y personas. Necesitamos una opinión pública que no consienta una reducción impune de los fondos destinados a cooperación, condiciones en el comercio internacional que empobrecen a los países del Sur, que los intereses de unos pocos dominen el mundo generando pobreza creciente para la inmensa mayoría del planeta. El día 17 de octubre saldremos de nuevo a las calles para demandar todo esto y exigir que se acabe con una riqueza que empobrece tanto en España como fuera de nuestras fronteras.
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