Esta entrada ha sido escrita por Ekaitz Cancela (@ecanrog), periodista de la Fundación porCausa. Durante los últimos días esta organización ha estado publicando una serie de reportajes sobre el auge de la pobreza infantil en Navarra, la comunidad autónoma más rica de España.
De acuerdo con la investigación de porCausa, la organización Gosariak repartió 9.000 desayunos a niños de familias sin recursos en escuelas de Navarra. Foto con licencia Creative Commons.
A veces es difícil ponerse en la piel de ‘los otros’. Salir del rabioso frenesí en el que estamos inmersos y por un momento ser uno de esos cientos, miles o millones que aparecen en los titulares de los medios. Estamos inundados por las cifras, hemos perdido el rumbo en un mar de datos. Nunca vemos sus caras, a veces porque tienen miedo a la exposición mediática, o se avergüenzan de su situación, otras porque somos nosotros los que elegimos no mirar. Pero existen. Pasan delante de nosotros cada día sin que nos demos cuenta. Sus pequeños van a clase con los nuestro. Viven (vivimos) en el mismo mundo, a pesar de que su (nuestra) realidad es muy distinta.
Detrás de la cortina de humo de la crisis, en la que todo parece justificado por un “hemos vivido por encima de nuestras posibilidad” sobresalen los nombres de casi tres millones de niños que las estadísticas engloban como pobres. Ese uno de cada tres que hace que nos sintamos escoria por un momento. Hacer que su situación se revierta, pese a todo lo que digan, es responsabilidad de un pequeño grupo de políticos, de personas. Salvaguardar el bienestar de la infancia y evitar que aquellos que no pueden por si mismos cuidar de si, se vean abocados al desastre, es una tarea que deben realizar. Sin “peros”, ni miramientos.
Cuando eso no ocurre, y los encargados de educar a los más pequeños son los mismos que se ponen la capa de superhéroes para salvarles, es que algo falla. El problema es doble cuando además hay que decirle a los de arriba que eres tú quien estás haciendo su trabajo. Así nace Gosariak, una iniciativa impulsada por un grupo de ciudadanos comprometidos que durante seis meses repartió 9.000 almuerzos a 150 niños que acudían a clase sin desayunar. Nada más básico que un kit compuesto por un vaso de zumo, otro de leche y 30 gramos de galletas.
Sucedía en la comunidad autónoma con menor tasa de pobreza extrema, con la diferencia mas baja entre el mundo de ricos y pobres del Estado. Con la renta por hogar más alta y con la mayor inversión en Políticas Sociales. “La crisis... Hacemos lo que podemos con lo que tenemos”, le decían a este periodista quiénes rara vez hicieron el ejercicio de ponerse en la situación del otro.
En la de aquellos que perdieron la capacidad porque “nunca han vivido nada mejor”, relata ahora una profesora a la que se le “encogía el estomago” cada vez que una familia le explicaba que si su hijo comía caliente no podía ir a clase. “En casa no tengo luz. Para no darle comida fría tengo que ir a casa de una amiga, que vive lejos”. Como tampoco puede gastar dinero para el transporte, su hijo no llega a clase a tiempo. No vale ninguna excusa, ni un sólo ‘pero’.
¿Enternecidos? Pues no sientan pena. “Hay que salir a la calle todos los días y seguir luchando. Hay gente que vive mucho por que nosotros”, lo dice una madre que vino del extranjero, que sabe cómo es la situación de los otros. La pobreza no es una cuestión de niveles, no es más a menos grave, sino que es fruto de la desigualdad. Un ‘tú tienes y yo no’ con el que hay que terminar.
“Lo único que podemos hacer es decirles lo que pasa de la forma más real que podemos”, pensaron en su momento desde Gosariak. La mayoría de las personas elige no mirar y es su decisión. Taparse los ojos cuando lo pasan mal cientos, millones -o tan solo una persona- es una sentencia que están tomando y que toman cada día.
[Nota de los editores: Un ciudadano navarro ha puesto en marcha una campaña en Change.org para Que el alumnado de los centros de Navarra vaya a clase con un desayuno asegurado. Pueden apoyarla aquí.]
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