Por Pablo Yanguas, investigador asociado en el centro Effective States and Inclusive Development en la Universidad de Manchester, donde trabaja en temas de efectividad de la ayuda y reforma del sector público.
Fachada del Ministerio británico de Desarrollo (DFID).
¿Puede la investigación ayudar a la cooperación al desarrollo? Más importante aún, ¿pueden las agencias y profesionales internalizar las implicaciones de los proyectos de investigación? Estas son las preguntas que me hago cada día como investigador en un centro sobre política de desarrollo basado en la Universidad de Manchester pero financiado por el Ministerio para el Desarrollo Internacional del Gobierno del Reino Unido.
DFID (las siglas del ministerio en inglés) es un líder mundial en la financiación de investigación sobre cooperación y desarrollo. No se trata solamente de la cantidad de dinero que invierte, que no es poca: más de 350 millones de libras (algo más de 480 millones de euros) en 2014/15 solamente para su división de investigación y evidencia. Se trata también del compromiso con la independencia y el rigor intelectual de la investigación que se financia, así como la voluntad de hacer los resultados disponibles al público en general a través de una plataforma online abierta.
En mi centro, llamado Estados Eficaces y Desarrollo Incluyente (ESID), contamos con un presupuesto de unos 6 millones de libras (unos 8,2 millones de euros) para un período de 6 años. Con ese dinero financiamos una veintena de proyectos comparativos repartidos en una docena de países y ejecutados por una red global de medio centenar de investigadores, incluyendo muchos de países en desarrollo. Gracias a estos recursos podemos hacer preguntas demasiado prácticas para el mundo universitario, y demasiado poco atractivas para una consultoría: qué factores determinan la participación de los habitantes de chabolas en la política municipal en las grandes ciudades de India; cómo afecta el descubrimiento del petróleo a las instituciones políticas en países como Uganda o Ghana; cuáles son las causas de los problemas de la educación pública en Sudáfrica; o por qué en algunos países las élites políticas y empresariales fomentan procesos de transformación económica, mientras que en otros se reparten el pillaje de la riqueza nacional.
Uno de los proyectos que yo lidero – quizás el más “meta” - investiga de qué manera el ministerio británico de desarrollo y el Banco Mundial están aplicando marcos de análisis político as sus programas de cooperación. Y lo más curioso es que a pesar de que nuestros hallazgos casi siempre conllevan críticas a su funcionamiento interno, los profesionales de estas organizaciones nos siguen invitando a hablar con ellos y discutir cómo mejorar sus sistemas de planificación, ejecución y evaluación de la ayuda. Para ESID, así como para todos los centros repartidos por el Reino Unido que participan en este “ecosistema”, la interacción con los profesionales de desarrollo en Londres, Washington, París o en las capitales de África y Asia no es una rareza, sino un componente fundamental. Viene de fábrica, por así decirlo: como parte de nuestro programa de financiación contrajimos la obligación no sólo de investigar, sino de diseminar nuestros resultados, haciéndolos accesibles a políticos, funcionarios y activistas.
Es curioso que nuestros supervisores en DFID, con toda la manga ancha que nos dan en cuestión de libertad intelectual, no dejen de exigirnos constantemente que hagamos las cosas mejor en materia de comunicación: publicaciones más amenas y accesibles, una web mejor diseñada, una presencia más activa en Twitter, y cada vez una mayor disponibilidad para pasar el día en Londres trabajando con sus expertos en materia de crecimiento económico o gobernanza. Y es que sin el encuentro ni el entendimiento mutuo todos estos proyectos de investigación quedarían en poco más que una forma de engordar el currículum de un puñado de profesores.
Por mi parte, pocas cosas resultan tan gratificantes como saber que el jefe de los profesionales de gobernanza en el ministerio ha leído tu trabajo, y lo usa para replantearse su labor de cada día. Así es imposible no sentirse parte de un esfuerzo colectivo para asegurar que la cooperación es eficaz y moderna, que responde a las circunstancias de cada país en el que actúa y no a los intereses miopes de políticos y funcionarios. Al financiar investigación independiente, el gobierno británico realiza una inversión: en conocimiento aplicable, sí, pero también en construir y nutrir una comunidad de aliados críticos que se asegurarán de que la cooperación británica siga siendo líder de los donantes bilaterales a nivel mundial.
Hay 3 Comentarios
Opino lo mismo que el comentario anterior. De nada sirve destinar parte de dinero a operaciones que después quedarán sin supervisión ni control y menos en los tiempos que corren.
Publicado por: Pablo Guarros | 20/03/2015 13:29:45
Muy interesante, Debe ser muy gratificante saber que tu trabajo se tiene en cuenta a la hora de actuar.
Yo estoy empezando mi carrera profesional en cooperación y me gustaría, si es posible, contactar contigo y que me comentes cómo está el sector laboral en este tipo de investigaciones. Por lo que veo trabajas para un organismo británico...
Publicado por: Vic | 17/03/2015 14:49:59
No me parece mal si en un país se decide dedicar una parte de sus presupuestos para la cooperación, pero siempre y cuando sea una cooperación en la que se haga un seguimiento de las actuaciones y se vean los resultados, en la que se vea como los países en los que se coopera van creciendo poco a poco aunque sea despacio pero siempre hacia delante y no a peor, además la cooperación me parece que no debe plantearse como algo perpetuo en un país dado sino lo suficiente para que salga de los problemas que tiene y que empiece a funcionar por si mismo, con sus recursos.
Publicado por: fina | 16/03/2015 20:17:11