Escribe Francesc Mateu @frmat, coordinador del proyecto de refugiados de Oxfam Intermón
Un grupo de refugiados delante el tren. Estación de trenes de Sid, frontera Serbia - Croacia. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón.
Las cenas y comidas de estos días son lo más parecido al Debate sobre el Estado de la Nación. Entre viandas, regalos y turrones, se desata la opinión de los distintos miembros de la familia, o los amigos, y nos sentimos en la obligación de opinar todos sobre todo. Si, como es previsible, se pone sobre la mesa la cuestión de los refugiados, a continuación proponemos algunos elementos útiles para la conversación.
Siempre hay un familiar que es un trozo de pan, y su forma de ver el asunto es que tiene espacio libre en casa y que ha pensado en acogerlos. O que quiere enviar mantas y prendas de abrigo a los lugares por donde pasan las personas que huyen de la guerra. Es positiva y comprensible la ansiedad asistencial que nos sale a todos por hacer lo que podemos, pero la buena voluntad hay que canalizarla bien. No es tan fácil meter a una familia en casa: tanto ellos como nosotros tenemos derecho a la intimidad y a tener un hogar propio. Tampoco están resultando útiles los envíos de material indiscriminado a las personas que llegan a Europa buscando refugio.