Al consumidor actual le ha tocado vivir en una época en la que, sí, estamos más informados, somos más críticos, pero también, estamos peor atendidos y, sobre todo, esa atención está más deshumanizada. Y eso pasa factura a las empresas porque no, no nos gusta hablar con máquinas y cuanto más rápido lo comprendan estas empresas, mejor les irá. Y a nosotros, también.