Ángeles Espinosa

Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

Eskup

A vueltas con las mujeres

Por: | 30 de septiembre de 2011

Atabia
Escrutinio en centro Prince Salman, en Riad. En las municipales solo votaron hombres. / REUTERS

Mientras esperaba la cita con Muna Abu Sulayman, la secretaria general de la Fundación Alwaleed bin Talal y uno de los rostros femeninos más conocidos de Arabia Saudí por sus programas en varias televisiones por satélite, asistí a un momento de intimidad inesperado. Una mujer joven (no llegaría a los 30 años) entró en la oficina en la que me encontraba y, tras saludarme en un inglés perfecto, procedió a desenrollar unas alfombrillas de oración. Enseguida, se le unió otra compañera y llamaron a Safwa, la señora de la limpieza (y la única que llevaba la cabeza cubierta), ya que en el islam el rezo iguala a todos jefes y empleados, ricos y pobres.

Empezaron a colocarse el velo de plegaria -uno crema, otro verde acuoso, el tercero rosa palo con florecillas, nada de ese negro que las despersonifica en público- a la vez que comentaban algún asunto pendiente con la secretaria que seguía en el escritorio. Azorada, me disculpé por haber llegado a la hora del rezo y les pregunté si querían que saliera. “La verdad es que hoy vamos un poco retrasadas, no se preocupe, no molesta”, me dijeron. Cuando llegó la cuarta, empezó un suave murmullo a la vez que las mujeres procedían a las postraciones.

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De sorpresas y reformas

Por: | 29 de septiembre de 2011

Mujeres saudíes en Riyadh
Hace tiempo que la idea de escribir un blog me rondaba la cabeza. Muchos amigos y compañeros me lo sugerían con insistencia. “Hay muchas cosas que nos cuentas que no tienen cabida en tus crónicas”, me decían. Sin embargo, dudaba. Con la proliferación de bitácoras, ¿alguien tendrá tiempo para leer una más? Supongo que dependerá de que interese lo que cuente y, al parecer, existe una gran curiosidad por esta parte del mundo tan manoseada por las noticias diarias como desconocida en su cotidianidad.

Durante los seis años que viví en Irán me sorprendió la sorpresa que causaban las más simples de mis actividades. “¿De verdad tienes que taparte la cabeza aunque seas extranjera?”, me preguntaba insistentemente un colega. “Sí, hasta para bajar a echar la basura”, le respondía cada vez para su perplejidad. Otra amiga me miraba incrédula cuando le decía que mi marido y yo volvíamos andando a casa a la una de la mañana tras haber cenado en casa de una documentalista que vivía en nuestro mismo barrio. ¿No era un país tan peligroso? A menudo la peligrosidad política, no tiene nada que ver con la inseguridad ciudadana. Al contrario, las dictaduras suelen ser lugares muy seguros para quienes no se implican en la contestación política.

De la misma forma, a este lado del Golfo Pérsico / Arábigo a donde me he trasladado a vivir, la gente tiene aspiraciones muy similares a las nuestras aunque a menudo queden enterradas bajo la losa de las tradiciones o de nuestros propios estereotipos. Arabia Saudí, donde me encuentro al iniciar este blog, es el mejor ejemplo de ello.

Rey Abdala (Foto: AP) He venido a cubrir unas medio elecciones municipales, en las que sólo puede participar la mitad de la población adulta (los hombres) y sólo se elige a la mitad de unos consejos municipales que además tienen escasos poderes más allá de aprobar el presupuesto de cada localidad. Habrá quienes piensen que no merece la pena dedicar un minuto de nuestro tiempo a esa farsa. Sin embargo, dadas las dificultades de acceso a este país, es una gran oportunidad para tomar el pulso a una sociedad que pese a las apariencias, está cambiando.

El anuncio por el rey Abdalá de la extensión de los (escasos) derechos políticos a las mujeres ha vuelto a poner sobre la mesa una de las principales anomalías de este país. Durante años justificada en una controvertida y radical interpretación del islam, la segregación y discriminación que sufren las saudíes no tiene parangón en ningún otro país del mundo, incluidos todos aquellos cuya población es mayoritariamente musulmana.

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El País

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