Escrutinio en centro Prince Salman, en Riad. En las municipales solo votaron hombres. / REUTERS
Mientras esperaba la cita con Muna Abu Sulayman, la secretaria general de la Fundación Alwaleed bin Talal y uno de los rostros femeninos más conocidos de Arabia Saudí por sus programas en varias televisiones por satélite, asistí a un momento de intimidad inesperado. Una mujer joven (no llegaría a los 30 años) entró en la oficina en la que me encontraba y, tras saludarme en un inglés perfecto, procedió a desenrollar unas alfombrillas de oración. Enseguida, se le unió otra compañera y llamaron a Safwa, la señora de la limpieza (y la única que llevaba la cabeza cubierta), ya que en el islam el rezo iguala a todos jefes y empleados, ricos y pobres.
Empezaron a colocarse el velo de plegaria -uno crema, otro verde acuoso, el tercero rosa palo con florecillas, nada de ese negro que las despersonifica en público- a la vez que comentaban algún asunto pendiente con la secretaria que seguía en el escritorio. Azorada, me disculpé por haber llegado a la hora del rezo y les pregunté si querían que saliera. “La verdad es que hoy vamos un poco retrasadas, no se preocupe, no molesta”, me dijeron. Cuando llegó la cuarta, empezó un suave murmullo a la vez que las mujeres procedían a las postraciones.