“Bienvenidos a Siria. Acabamos de aterrizar en el aeropuerto internacional de Damasco”, anunció la azafata sin causar ningún efecto perceptible en el pasaje. A diferencia de cuando volaba a un Beirut sumido en la guerra civil a finales de los años ochenta del siglo pasado, no noté muestra alguna de inquietud entre el resto de los viajeros, en su mayoría sirios. Si tenían miedo, lo disimulaban bien. Al descender del avión, todo parecía normal.
La pasarela permitía una vez más el viaje en el tiempo. Porque viajar a Siria es como echar el reloj 40 o 50 años atrás en algún país mediterráneo. Excepto que la modernidad se ha filtrado en forma de móviles, ordenadores y pantallas parabólicas y el país ya no está aislado como sucedía en los tiempos de Hafez el Asad, el padre de Bachar, el actual presidente.
Luego estaban los detalles. Para un gobernante que hizo causa de reducir el culto a la personalidad que rodeó el mandato de su progenitor, me sorprendió que hubiera tantas fotografías de Bachar en el aeropuerto. En las cabinas del control de pasaportes, en las puertas, en las paredes… No eran retratos enmarcados y formales, sino pósters pegados con cinta adhesiva deprisa y corriendo, no sé si para reforzar su imagen entre los empleados del aeropuerto o para transmitir el apoyo de éstos a los visitantes.
--¡España! ¿Trae visado?, me preguntó el policía.
--Sí, aquí está, respondí mientras le mostraba el sello que tanto me había costado conseguir.
--¡Ah! ¿Es periodista?, exclamó alarmado, mientras me hacía gesto de que le acompañara.
Antes de llegar a la oficina de su jefe, me llama la atención la fotocopia ampliada de una viñeta en la que un monstruo con la bandera de EEUU sopla sobre unas pequeñas figuras que representan a los palestinos y otros árabes. El jefe, tres estrellas sobre el galón, sestea en un sofá frente a la televisión. Sin dirigirme la palabra hojea varias veces mi pasaporte. De atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás.
--Fi mushkila? (¿Algún problema?), inquiero temiendo que durante mi vuelo las autoridades hayan cambiado de opinión.
--Mafi mushkila (no hay problema), responde sin explicarme a qué debo el honor de su compañía. Al poco, aparece otro agente que se lleva mi pasaporte.
Siria nunca ha sido un país fácil para los reporteros. En la época de Hafez, no sólo era difícil obtener el visado sino que una vez en el país, la seguridad apenas permitía moverse. En los hoteles, había que pedir la conferencia por operadora cuando en el resto del mundo hacía muchos años que se usaba la marcación automática. Los clicks metálicos en la línea presagiaban un intento de control rayano en lo ridículo. Aún recuerdo la ocasión en que un compañero que trabajaba para la Cadena SER estaba grabando una crónica y una voz le interrumpió con un “más desbacio bor favor”, en castellano con fuerte acento árabe.
Pero todo eso había cambiado con Bachar. O eso creíamos. Al poco de suceder a su padre en la presidencia en el año 2000 (un caso de república hereditaria cuyo único precedente era Corea del Norte), se autorizaron los teléfonos móviles, se instalaron cajeros automáticos y se promocionó Internet en un intento de que el país se pusiera al día con el resto del mundo. Los jóvenes sirios se entusiasmaron. Incluso por un breve lapso de tiempo se permitieron los debates políticos iniciados por Riad Seif, un parlamentario no baazista. Fue la llamada “primavera de Damasco”. Duró poco. Lo que tardaron en encarcelar a Seif.
Desde entonces, las ansiadas reformas de Bachar han sido más bien un zigzag irregular destinado a asegurar su supervivencia política. Cuando en mayo de 2001 le entrevisté por primera vez junto al entonces director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, salí con la impresión de que el joven presidente (apenas 36 años) especializado como oftalmólogo en Londres, tenía buenas intenciones, pero se enfrentaba a la vieja guardia heredada de su padre. Tres años después Ceberio y yo volvimos a entrevistarle. Le mencionamos que había defraudado las expectativas de democratización de muchos de sus ciudadanos.
Las reformas, nos dijo, “no sólo van despacio, sino que a veces van marcha atrás”. Fue un arranque de sinceridad inusual en un autócrata, pero una vez más buscó la coartada en la situación regional, entonces agravada por la ocupación estadounidense de Irak. “Nuestros problemas cotidianos relegan a un segundo plano esas reformas. La prioridad ahora es la seguridad”, justificó. Después de que su aliado Hezbolá saliera victorioso de la guerra contra Israel en 2006, Bachar utilizó su popularidad regional para lanzarse a recuperar el terreno internacional perdido a raíz de que se vinculara a su país con el asesinato del primer ministro libanés Rafic Hariri el año anterior.
Incluso logró el respaldo suficiente para acoger la cumbre anual de la Liga Árabe en 2008, la primera vez que reunía en Damasco. Pero, llegado el momento, la ausencia de los jefes de Estado de Arabia Saudí y Egipto puso de relieve la marginación siria respecto a los pesos pesados árabes, alineados con EEUU. Para 2010 había regresado el embajador estadounidense y la Administración Obama intentaba tender puentes. Ese mejor clima, permitió a la vez un auge del turismo y Siria alcanzó un récord de ocho millones de visitantes. Sin embargo, bajo esa cara amable de país acogedor y abierto, los derechos políticos de sus ciudadanos seguían olvidados.
Afortunadamente, el Ministerio de Información no se olvidó de informar de mi llegada a la policía de fronteras y, tras 20 minutos, el agente reaparece con el pasaporte.
--Ahlan-wa-sahlan (Bienvenida), dice al entregármelo.
En la sala de llegadas, un cartel en inglés repite el mensaje: Welcome. ¿Seré realmente bienvenida?
Hay 7 Comentarios
Como ha cambiado el cuento con Siria eh?
Publicado por: Carratalá | 07/10/2013 13:08:35
@Borsa, coincido completamente con la visión de Ángeles Espinosa, persona a la que por otra parte parece absurdo descalificar de la forma en que lo hace. Para empezar, porque cuenta con una ventaja de la que supongo que usted, adolece, habla árabe. Y, desde luego, si usted ha estado en Siria, verá que es algo fundamental para siquiera acercarse a comprender la realidad de un país tan increible -Damasco es probablemente una de las ciudades más bellas que conozco- como sometido a una durísima dictadura ( supongo que también pondrá en duda las informaciones al respecto . . . ) que ha mantenido al país aislado de los avances del restro de la región
Pero es que además, es divertido, precisamente esa visión, la de pensar en un país mediterráneo de mitades del siglo XX, es la sensación que tuve al pasear por Damasco y Aleppo ( trabajando, y de vacaciones ) No sólo en los aspectos negativos, ¡ por supuesto ! Pero podría ponerle taantos ejemplos . . .
No es una cuestión de pobreza, más bien el resultado de años y años de aislamiento ( y terrible represión, por otra parte )
Publicado por: Guiller | 28/11/2011 23:35:11
@Bosra No es necesario insultar para discrepar de una opinión. Permítame que le pregunte dónde ha visto la palabra pobreza en mi texto. Por favor, no manipule. Hablo de "viaje al pasado" no digo si el pasado es pobre o rico, mejor o peor. En fin, si estuvo allí, vería el estado de las carreteras, la burocracia otomana de sus instituciones, etc. Debiera también tener en cuenta 1) que a los periodistas no nos dejan el mismo margen de movimiento que a los turistas; 2) que en un año un país puede cambiar mucho y Siria está cambiando.
Publicado por: Ángeles | 28/11/2011 16:17:35
Estuve hace un año y medio en Siria, visité Damasco, Aleppo, Hama, Homs, Palmira, Latakia , Bosra, Dará y varias aldeas. Es verdad que vi pobreza pero digna, igual que en otros países islámicos pero ahora, que estén tan retrasados como nosotros hace 40 años, lo siento señora Espinosa, pero usted está mintiendo y lo sabe.
Admito que me cuestan leer sus escritos ya que considero que son totalmente parciales pero o usted vive una realidad paralela o yo y la gente que me acompañó vivimos otra. Por cierto, vistamos Siria con un coche de alquiler, sin guía y sin control por parte de la policía, estuvimos durmiendo en hoteles preciosos e igualmente en casas de gente. Algunas más lujosas otras básicas pero muy dignas. Por favor, deje de mentir, no creo que este periódico al que considero serio merezca tener una reportera como usted, manipuladora y muy poco ecuánime.
Publicado por: Bosra | 28/11/2011 15:53:46
Interesante la mención a "la primavera de Damasco",un movimiento poco conocido en España.
Publicado por: Diego | 28/11/2011 14:37:16
No, seguro que no lo serás, pero tú cuídate y cuéntanos lo que veas. Gracias por tus siempre estupendas crónicas.
Publicado por: Wallada | 28/11/2011 14:35:26
Fi mushkila kabir, habibi...
Publicado por: david | 28/11/2011 12:00:00