Afirma Hugh Pope en su libro Dining with Al-Qaeda (Nueva York, 2010) que los periodistas (occidentales) que cubrimos Oriente Próximo a menudo trasmitimos una imagen excesivamente optimista de los acuerdos de paz y avances democráticos que se anuncian en esta zona del mundo. En el caso de Yemen sucede todo lo contrario. Resulta difícil no tener una visión derrotista sobre el futuro de un país donde la penetración de Al Qaeda es el menor de los males que le afligen. Incluso si el ex presidente Saleh fuera sincero en su voluntad de retirarse del poder y dejara de interferir con sus declaraciones (y previsiblemente sus redes de influencia), la tarea de sacar adelante a su empobrecida y mayoritariamente analfabeta población sería titánica. Sin embargo, también se encuentra de vez en cuando un rayo de esperanza.
En uno de mis últimos viajes a Sanáa, el embajador español, Javier Hergueta, me habló con entusiasmo de un libro que acababa de publicarse en Barcelona, El coche de Intisar de Pedro Riera con dibujos de Nacho Casanova (Edit. Glénat, 2011). Con los escasos medios a su disposición, el diplomático trata de mantener un programa de actividades culturales que incluye una revista de encuentro hispano-yemení (para quienes no estén al tanto, permítaseme añadir que fueron yemeníes gran parte de los árabes que conquistaron la península Ibérica hace trece siglos). Para esa revista había hecho traducir uno de los capítulos del libro, lo que me permitió echar un vistazo a ese “retrato de una mujer moderna en Yemen”, como explica el subtítulo.
Poco después, coincidí en el ciberespacio con el autor y tuvo la amabilidad de enviarme un ejemplar. Lo devoré el mismo día que lo recibí. El coche de Intisar no sólo está elaborado con un cariño y un rigor encomiables, sino que gracias al recurso al dibujo hace accesible a todos los públicos (y no me refiero sólo a la edad) un tema a menudo manipulado y esquematizado como es la situación de la mujer en el mundo árabo-islámico. Aunque existen diferencias significativas entre países, Yemen resulta sin duda paradigmático de algunas de las limitaciones más llamativas para el occidental al coincidir allí una sociedad patriarcal, con importante peso de las costumbres tribales, escasa alfabetización, pobreza y subdesarrollo.
Riera, que pasó un año en Yemen acompañando a su mujer mientras trabajaba para una ONG, evita el típico aire condescendiente del occidental salvador y da la voz a Intisar para que sea ella misma la que cuente su lucha “en un mundo hecho por y para hombres”. Para ello, el autor ha tenido que escuchar antes a las yemeníes que le han confiado sus inquietudes, sus aspiraciones y las numerosas trabas que encuentran. Porque Intisar no es una sola mujer sino la suma de varias y la representación de muchas más, al menos de las jóvenes educadas y urbanas que son una proporción creciente del futuro de ese país, el rayo de esperanza al que me refería antes.
Gracias a esa sensibilidad para escuchar primero, la voz de Intisar a través del texto de Riera, resulta creíble y cercana. La sencillez del relato no obvia los matices. Al contrario, permite abordarlos de forma directa e incluso sentido del humor, un elemento esencial en Yemen. La segregación entre sexos, el imperativo del hiyab (cobertura islámica) en su versión más estricta, el niqab (un velo negro que cubre la cara a excepción de los ojos) o el pernicioso hábito de mascar qat (una hierba estimulante que adormece el estómago y el cerebro), todo pasa a través de los ojos de Intisar y su viejo Corolla. Con realismo, sin almibarar ni dramatizar.
Además, el recurso al dibujo, siguiendo la estela del delicioso Persépolis de Marjane Satrapí, permite una licencia imposible con imágenes: entrar en casa de Intisar, en su habitación, acompañarla cuando se quita el pañuelo y lo arroja con furia sobre el sofá, cuando fuma un cigarrillo… Riera logra también evitar el maniqueísmo. Intisar se esconde de su padre, pero cuenta con la complicidad de su hermano. No es una lucha de mujeres contra hombres, sino algo más complejo, de modernidad contra tradición, de una concepción del mundo tradicional a otra desconocida que crea inseguridad en quienes detentan el poder y temen perderlo. En definitiva, una lectura que recomiendo a todos los que les interese Yemen, el tema de la mujer o simplemente disfrutar con un libro mientras empieza la primavera.
Y como hoy es el Día del Libro, me permito añadir otra sugerencia distinta, pero igualmente atractiva: Como un ángel sin permiso. Cómo vendemos misiles, los disparamos y enterramos a los muertos, de Plàcid Garcia-Planas (ediciones Carena, 2012). Esta antología de crónicas de mi colega Plàcid es lo más divertido y agudamente crítico sobre nuestra profesión y el entorno en que la ejercemos que he leído en mucho tiempo. Si Riera nos ofrece otra visión de Yemen, el periodista de Sabadell nos brinda otra visión del mundo.
Plàcid, que trabaja en La Vanguardia, es un reportero con alma de poeta y afición a la historia. Gracias a ello logra hacernos viajar entre el presente y el pasado a través de las palabras. Transmite así lo que ocurre recurriendo tanto a los hechos como a la memoria del pasado que los hace posibles. Pone en definitiva un contexto. Logra también que nos sintamos culpables o al menos cómplices de los desmanes de nuestro tiempo, pero sobre todo que nos riamos, con él y de nosotros mismos, de nuestras paranoias y nuestros miedos.