Ángeles Espinosa

Abu Dhabi, tropical por una noche

Por: | 24 de marzo de 2013

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Gilberto Gil en concierto./ abudhabifestival.ae

Es inusual que la música de Brasil llegue hasta los confines del desierto Arábigo. Pero el empeño de Hoda Kanoo por acercar Oriente y Occidente llevó ayer a Gilberto Gil al escenario del Festival de Abu Dhabi. En un ejemplo práctico de cooperación por encima de los tópicos, el brasileño presentó en escena a Dina el Wedidi, una joven egipcia a la que apadrina desde hace un año como parte de un proyecto que une a artistas noveles del valle del Nilo con otros consagrados. La experiencia puso también a prueba la tolerancia local.

Dina no sólo movió las caderas con soltura al ritmo de Babá Alapalá, sino que le hizo los coros invocando sin complejos a Aganjú y Xangô. Desconozco cuántos entre la audiencia, mayoritariamente occidental (pero en la que también había egipcios, libaneses y un puñado de emiratíes) estaban al tanto de que Aganjú y Xangô son dos de las deidades de la mitología yoruba. En cualquier caso, el ritmo eclipsó el riesgo de que los asistentes fueran tachados de politeístas. Tampoco el Imagine de Lennon hizo levantar las cejas a las autoridades presentes cuando llegó al estribillo que dice:

“Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace”

(“Nada por lo que matar o morir/ Y tampoco una religión/ Imagina a todo el mundo/ viendo la vida en paz”)

Gilberto hizo un recital ecléctico en el que además de sus composiciones y las de su amigo Caetano Veloso, incluyó la citada de Lennon, un homenaje a Bob Marley, una pieza africana cantada en francés e incluso un bolero en español. Estaba acompañado a la guitarra por su hijo Bem y por Gustavo Di Dalva en la percusión. Aunque a sus 71 años la voz del maestro del tropicalismo ya no es lo que era, su entusiasmo y entrega se mantienen. El veterano artista logró calentar el gélido teatro del hotel Emirates Palace y acabó con los asistentes puestos en pie.

Nada de esto hubiera sido posible en los vecinos Irán o Arabia Saudí, donde dos versiones opuestas, pero igualmente rigoristas del islam, se superponen al ejercicio del Gobierno. Tanto los ayatolas iraníes como la alianza entre la familia real y los ulemas en el Reino del Desierto, intentan controlar la moral y el comportamiento social de sus ciudadanos. La samba y la bossa nova no se encuentran entre las diversiones que consideran adecuadas. Y un concierto en el que hombres y mujeres pudieron sentarse codo con codo hubiera sido anatema. ¡Ellos se lo pierden!

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"Vamos fugir
Deste lugar, Baby
Vamos fugir
Tô cansado de esperar
Que você me carregue"
Gilberto Gil

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Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

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