Seguidores de los hermanos Musulmanes en El Cairo./ thegatewaypundit.com
El ascenso de los Hermanos Musulmanes tras las revueltas árabes de los dos últimos años ha puesto de relieve la ambivalencia de las relaciones que las monarquías del Golfo mantienen con los islamistas. Por un lado cortejan a los clérigos ultraconservadores para que no cuestionen su legitimidad, mientras que por otro temen la extensión de ese movimiento político-religioso que ha abrazado la democracia para llegar al poder. La distinta percepción del riesgo que supone el grupo divide a las familias reales y dicta su grado de respaldo al Gobierno del egipcio Mohamed Morsi o a la sublevación siria frente a Bachar el Asad.
Así, mientras el emir de Qatar se ha alineado abiertamente con los nuevos dirigentes islamistas en Egipto, Libia o Siria, otros autócratas de la península Arábiga no ocultan su inquietud, e incluso temor, ante el avance de los Hermanos Musulmanes. Para Emiratos Árabes Unidos (EAU) o Arabia Saudí, el creciente poder del grupo en la región constituye una amenaza estratégica equivalente a la que les plantea el Irán revolucionario. De hecho, han lanzado una campaña en toda regla contra ellos.
“Los Hermanos Musulmanes no creen en el Estado nación ni en la soberanía del Estado”, ha justificado Abdalá Bin Zayed al Nahyan, ministro de Exteriores de Emiratos, uno de los países en los que el asunto resulta más sensible.
EAU está juzgando estos días a 94 supuestos miembros de Al Islah, el capítulo local de la Hermandad, a los que acusa de planear un golpe para instalar un régimen islamista en el país. Al mismo tiempo, Abu Dhabi, uno de los más firmes aliados del Egipto de Mubarak, se ha distanciado del Gobierno que dirige Morsi (un destacado dirigente de la Hermandad) y apoya al opositor Frente de Salvación Nacional.
También el emir de Kuwait tomó medidas drásticas contra la oposición islamista el pasado noviembre, justo en vísperas de las elecciones legislativas, y se ha mostrado frío hacia los nuevos dirigentes egipcios. Los gobernantes saudíes, por su parte, han atemperado su apoyo a la oposición siria, de la que los Hermanos Musulmanes constituyen la espina dorsal. Su ministro de Exteriores, el príncipe Saud al Faisal, que fue de los primeros en proponer la entrega de armas a los rebeldes, defiende ahora que la salida de El Asad “es un asunto que deben decidir los sirios”.
“La guerra contra los Hermanos Musulmanes divide al Golfo”, ha escrito Abdel Bari Atwan, el director de Al Quds al Arabi, el único periódico árabe basado en Londres que no está en manos saudíes. Para este analista, se trata de una ruptura de la alianza histórica que ha existido entre las monarquías de la península Árabe y los islamistas, cuya ideología les sirvió de parapeto frente a los movimientos izquierdistas y nacionalistas durante el siglo pasado. Sin duda, ese es el motivo que en estos países, a diferencia de lo ocurrido en Egipto o Túnez, convierte a los islamistas en los candidatos mejor situados para lanzar una nueva fase de la Primavera Árabe.
El politólogo emiratí Abdulkhaleq Abdulla discrepa. “No creo que exista una brecha [entre los países del Golfo]. Los hay que están a favor [de los cambios] y los que se muestran más cautos y conservadores”, explica en conversación con esta corresponsal. Para Abdulla, la posición que adopta cada país depende de su situación interna. “En Emiratos, la tolerancia hacia [los Hermanos Musulmanes] es cero porque se ha descubierto que tenían actividades políticas y ha creado mucha incomodidad”, asegura. En su opinión, EAU siente “que alguien tiene que pararles los pies en la región”.
“Los Hermanos Musulmanes son la mayor amenaza a las monarquías del Golfo”, estima por su parte Ali al Ahmed, el director de Institute for Gulf Affairs, un think tank sobre la zona con sede en Washington. “Tienen más credibilidad en la calle que las corruptas familias reales. Su modelo atrae a un amplio sector de la juventud suní porque le resulta más cercano y su poder es más difuso que el de las monarquías que monopolizan gobierno y riqueza”, escribe en un email. De hecho, el asunto constituyó el tema central de la última cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), la organización agrupa a las seis petromonarquías árabes.
Sin embargo, Abdulla tampoco considera que exista un riesgo inmediato. Las familias reales “se muestran confiadas en su legitimidad y no tienen problemas graves. Disponen de grandes recursos naturales a los que pueden recurrir y el 80% de la población se declara satisfecha con la situación. No hay sentimiento de cambio”, asegura.
Al igual que Arabia Saudí y Qatar, EAU se ha librado de las protestas que han sacudido al mundo árabe y que han alcanzado en distinta medida a Bahréin, Omán y Kuwait. Aún así, todos ellos han anunciado multimillonarias inversiones en infraestructuras y medidas modernizadoras tratando de evitar que sus ciudadanos se sientan atraídos por los cantos de sirena islamistas. Sólo los gobernantes qataríes han abrazado con entusiasmo los cambios políticos que han traído las revueltas. Y según el comentarista emiratí Sultan al Qassemi, su relación con los Hermanos Musulmanes está alienando al resto.
“Qatar está intentando comprar una alianza con el poder emergente en Oriente Próximo”, interpreta Al Ahmed, del Institute for Gulf Affairs. “El emir considera, con razón, que su propio poder está seguro porque tiene una población pequeña con una sociedad civil muy poco desarrollada”, añade. En su opinión, Qatar necesita a los Hermanos Musulmanes para frenar Arabia Saudí, un vecino gigante en relación a su pequeño tamaño.
Hay 1 Comentarios
y los otros 20% ?
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Publicado por: newshub.es/ | 16/04/2013 17:43:33