Estaba comiendo el otro día en el café Rendez-vous de Islamabad cuando de repente vi contonearse de forma extraña a una joven sentada en la mesa de al lado junto a un chico que no sé si era su novio, su marido o su hermano. La chica vestía un glamuroso shalwar kamiz, el típico pantalón y camisola del subcontinente, de gasa azulón. El contorneo se debía a que estaba embutiéndose los brazos, desnudos hasta ese momento, en una especie de manguitos, sólo que más largos y ajustados. Eran como unas medias tupidas desde las muñecas hasta casi los hombros, que seguían al aire y que probablemente cubrió al salir con el dupata, el amplio fular que complementa la vestimenta femenina de la zona.
“¡Qué complicación!”, pensé. ¿No hubiera sido más fácil llevar una camiseta o camisa de manga larga? Me acordé entonces de que en Irán había visto el uso de manguitos bajo el chador, pero era algo más discreto. Simplemente, unas medias mangas para que al asomar el brazo, no se dejara ver ni un centímetro de piel y no se revelara que su portadora era una descocada que bajo el manto negro osaba llevar una sucinta camiseta de tirantes.
Después de casi tres décadas en Oriente Próximo creía que ya nada podía sorprenderme en materia de vestimenta femenina. Sin embargo, nada más regresar a Dubái comprendí que estaba equivocada. A mi bandeja de entrada había llegado un anuncio que me ofrecía… “camisolas Cami Secret”, un trozo de tela para tapar el canalillo en el caso de vestidos o tops demasiado escotados.
La publicidad explica con detalle como ajustar el artilugio a diferentes alturas (¿según el grado de descoque?) y el mecanismo para fijarlo al sujetador y que no se mueva. Lo hay además en diferentes colores y precios. Quedé descolocada. Si no quieres enseñar la pechuga, ¿para qué te compras un vestido o una camiseta escotada?