Ángeles Espinosa

Siete dias no son nada…

Por: | 17 de junio de 2013

… Ni siquiera viviendo en el Laleh, el hotel donde las autoridades iraníes han obligado a quedarse a los periodistas extranjeros a los que dieron visado para cubrir las elecciones. ¿A qué ese empeño de juntarnos a todos? Probablemente, ha sido por cuestiones prácticas. También la Oficina de Prensa Extranjera del Ershad y las agencias con las que ese Ministerio de Orientación Islámica nos hace trabajar, se han instalado allí durante la semana electoral. Pero tal forma de organizar casa mal con el espíritu independiente de los reporteros. Quien más quien menos ha sospechado que era un intento de controlarnos.

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Claro que al lado del espionaje masivo de datos que se ha revelado en Estados Unidos, el peligro de que los servicios secretos iraníes entraran en nuestros ordenadores, como nos advertía Reporteros Sin Fronteras, parece un chiste. Nos han mareado con normas, limitaciones y el habitual ejercicio de entorpecer nuestro trabajo con papeles y permisos que nunca llegan (no existe el no en Irán). Pero al menos, no nos han obligado a abrir nuestros correos electrónicos o a desvestirnos en el control del aeropuerto como en ocasiones ocurre en Israel.

En Irán la censura es más sutil. O más retorcida. Según se mire. Pongamos por caso, el intento de entrevistar a Faezeh Hachemí, la hija del ex presidente Rafsanyaní (no sé por qué en la prensa occidental se ha generalizado su patronímico en vez de su apellido, Hachemí). Una colega de una tele europea intenta verse con ella. Deja un mensaje en el contestador. Faezeh, como es popularmente conocida, devuelve la llamada y da cita. Veinte minutos más tarde, una eficiente funcionaria del Ershad, avisa a la traductora de la reportera de que la entrevista no está permitida.

Segundo intento. Otra periodista llama a Faezeh y le dice que quiere entrevistarla. Advertida, la que fuera el diputado más votado en las elecciones parlamentarias de 1996 y luego detenida por su apoyo a los reformistas en 2009, pregunta si se cuenta con el preceptivo permiso del Ershad. La funcionaria, tal vez la misma que ha impedido la primera cita, responde que no hace falta porque Faezeh no tiene un cargo público, que vale con una carta de la agencia. La responsable de la agencia asegura que tiene que hablar con el Ershad y al final dice que no va a poner “el nombre de esa mujer en una carta con el membrete de su compañía”.

-¿Por qué?

-Usted lo sabe mejor que yo. [Faezeh] aún tiene problemas.

-¿Pero no salió ya de la cárcel?

No hay respuesta. La interlocutora se limita a encogerse de hombros. Ese constante chocar con un muro. La sensación de que los traductores informan de tu trabajo y por lo tanto no puedes exponer a tus fuentes. El miedo a que llamar insistentemente a alguien, le cause problemas. La necesidad de quedar en sitios discretos. Coger un taxi fuera del hotel para que no les sea fácil saber a dónde vas. ¿Nos vigilan? “Que no te quepa la menor duda”, dice un colega. “Imposible, no pueden escuchar todas las llamadas y leer todos los correos. Estamos paranoicos”, rebate otro.

No lo sé, pero es agotador. La “atmósfera de seguridad”, como los iraníes se refieren al creciente control de la sociedad por diferentes servicios, no es sólo una herencia de estos últimos cuatro años, pero se ha hecho mucho más evidente. En el tipo que se acerca durante las votaciones y le pregunta como si nada a la traductora quién le acompaña, de qué nacionalidad es. En ese otro que pone la oreja cuando entrevistas a un asistente a un mitin electoral. En los numerosos desocupados que pululan por el vestíbulo del hotel. ¿No estarían mejor fabricando coches, ordenadores o lo que fuera?

Siete días no son nada, pero dan de sí para mucho. Para cambiar un presidente, por ejemplo. Pero aún no ha calado el nuevo estilo y los responsables se niegan a extender siquiera unas horas el visado para que los periodistas puedan ver la celebración de la calle. “Oficial. Ha ganado Rohaní con el 50,7”, avisa el primer SMS. Las líneas de teléfono se colapsan. De camino al aeropuerto, se oyen pitidos y cánticos. “Adiós Ahmadi”, “Libertad para Musaví”. La ciudad se va tiñendo de púrpura (el color de la campaña de Rohaní), mientras el sol comienza a ponerse. Hasta pronto Teherán.

Hay 3 Comentarios

Warrants tu comentario es correcto. En efecto, es necesario
separar la política de la y religión, y también, separar la política de la corrupción. En el primer caso, dio lugar a la santa y diabólica inquisición, y en el segundo caso, ha dado lugar al bandidaje financiero, cuya expresión máxima son los llamados paraísos fiscales.

Es una pena que tantos países estén tan lejos de separar la política de la religión... luego tendrán que separar la política de la corrupción, como pasa en España

España. ¿Bajada de salarios o salida del €?
¿Devaluación interna o externa?
http://www.warrantsyquinielas.com/2013/06/competitividad-en-espana-devaluacion.html

La censura es el recurso favorito que se posee cuando se intenta eliminar la disidencia a favor del "pensamiento" único.


Lo de Irán es casi grotesco cuando no patético, pero España, siempre supo utilizar históricamente ese abominable y arcaico recurso. Incluso la sigue aplicando en la actualidad y en democracia, incluso aquí, en este foro -que bien puede utilizarse como ejemplificador muestreo- donde hay foristas que filtran los mensajes (no es este el caso) y publican sólo aquellos que coinciden con la línea general de lo que expone el que genera la nota. No voy a dar nombres, pero ¡Oh, casualidad! todos ellos son españoles.

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Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

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