El reciente acuerdo nuclear alcanzado en Ginebra entre Irán y las seis grandes potencias ha pillado a las monarquías de la península Arábiga con el paso cambiado. Tras décadas de actuar como baluartes frente al expansionismo de la revolución iraní, el acercamiento hacia su vecino persa por parte de Estados Unidos sólo ha sido percibido como un abandono de éste. Algunos comentaristas han hablado incluso de traición. El peso de Arabia Saudí entre esos países que constituyen el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) ha eclipsado, sin embargo, las diferencias entre ellos.
Mohammed bin Rashid de Dubái y Abdala bin Zayed de Abu Dhabi reciben a Mohamed Javad Zarif en el palacio de Zabel en Dubái./ WAM
La cumbre anual de los jefes de Estado del CCG (además de Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán) que se está celebrando en Kuwait, ha puesto de relieve algo más que matices en su respuesta a la nueva realidad regional. Si el entendimiento alcanzado en Ginebra se concreta en un pacto definitivo en los próximos meses, Irán recuperará su papel de potencia, al que de todas formas nunca ha renunciado.
Consciente de ello, el Gobierno saudí ha recuperado su propuesta de transformar el CCG en una unión, una idea que ya lanzó a raíz de las revueltas populares de Bahréin en 2011. Pero mientras el monarca de ese pequeño reino puede ver con simpatía la protección del hermano mayor ante el desafío que suponen las exigencias democráticas de sus habitantes (dos tercios de ellos chiíes), el resto no está tan claro. Aunque Kuwait y Qatar han dicho que apoyan la idea, no se puede descartar que lo hicieran convencidos de que no iba a salir adelante. De hecho, un plan mucho más modesto para establecer una unión monetaria fracasó ante la negativa de Emiratos Árabes, que no se ha pronunciado sobre la unión, a aceptar que el Banco Central se instalara en Riad.
Omán, en contra de su proverbial discreción, expresó en vísperas de la cumbre su oposición a la propuesta saudí. “No vamos a impedir la unión, pero si se produce no seremos parte de ella”, manifestó el ministro omaní de Exteriores, Yusuf Bin Alawi en declaraciones ampliamente difundidas por la prensa de su país, que normalmente evita los asuntos polémicos. El sultanato, que siempre ha mantenido el equilibrio entre sus buenas relaciones con Occidente y la buena vecindad con Irán, sirvió de lugar de encuentro para las conversaciones secretas entre altos funcionarios iraníes y estadounidenses que allanaron el camino para el compromiso nuclear.
Igual voluntad en guardar cierta equidistancia ha mostrado Qatar que, por un lado, lleva años tratando de marcar sus diferencias con Arabia Saudí y, por otro, comparte con Irán un importante campo de gas en aguas del golfo Pérsico. Del mismo modo, Emiratos Árabes tiene intereses contrapuestos. Mientras Dubái tiene lazos históricos y comerciales con su vecino iraní, Abu Dhabi se encuentra ideológicamente más próximo de Riad. Además, la federación reclama a Irán las islas de Abu Musa, Tunb Mayor y Tunb Menor, en una de las zonas más estratégicas del golfo debido a que la mayoría del tráfico marítimo pasa entre ellas por la profundidad de las aguas.
De momento, la República Islámica está intentando congraciarse con sus vecinos como parte del giro en su política exterior. La semana pasada, el ministro iraní de Exteriores, Mohamed Javad Zarif, visitó Kuwait, Muscat, Doha, Abu Dhabi y Dubái para transmitir el deseo de su Gobierno de mejorar las relaciones. Insistió en que también esperaba viajar a Riad pronto y en que el acuerdo nuclear no era a expensas de nadie sino a favor de todos en la zona. Pero a pesar de las buenas palabras, sólo convenció a medias. Algunos analistas árabes sospechan que sólo trata de abrir una brecha entre esos países y Arabia Saudí, el peso pesado por extensión y demografía.
Los seis miembros del CCG, que juntos suman 30 millones de habitantes frente a los 80 de Irán, suman un 40% de las reservas mundiales de petróleo y en torno a un 25% de las de gas. En su anterior cumbre, el año pasado, no sólo expresaron su preocupación por el programa nuclear iraní sino que denunciaron la “continua interferencia” de Teherán en sus asuntos internos. Las monarquías árabes (todas suníes excepto la omaní) siempre han recelado de la influencia iraní sobre las minorías chiíes de sus países, pero la desconfianza se ha agravado desde las revueltas árabes, en especial en Siria.
Hay 3 Comentarios
Los disfraces religiosos han tocado fondo. A nadie convence tanto bla bla para convertir a los pueblos en meros borregos. El trasfondo es claro... la sed insaciable de unas minorías de mangantes ansiosos de riqueza y de poder, una epidemia política peor que la peste bubónica, una peste que asola por igual a Oriente y a Occidente. Lo que rige el Mundo es simple y llanamente una monarquía financiera, con cabezas bien visibles.
Publicado por: RAMÓN | 11/12/2013 13:03:35
LOS NEONAZIS ALEMANES PUDIERON CAUSAR CENTENARES DE MUERTES: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2013/12/los-neonazis-alemanes-pudieron-causar.html
Publicado por: Marat | 11/12/2013 9:06:09
Nunca entenderé la mentalidad, la educación y la religión de esta gente http://xurl.es/9ik46
Publicado por: Lector | 11/12/2013 8:37:36