Apertura del WEF el pasado domingo en Dubái. / WEF
¿Qué le preocupa al mundo de cara a 2015? Si hemos de fiarnos del pronóstico del millar de empresarios, políticos, académicos y líderes sociales que preparan la agenda del World Economic Forum (WEF) para la próxima reunión de Davos, no es ni la amenaza del Estado Islámico ni siquiera el riesgo de una epidemia de ébola. Durante la reunión anual que estos días celebran en Dubái los tres asuntos que encabezan su lista de asuntos que marcaran los debates durante el año que viene son:
1) La creciente desigualdad
2) El persistente crecimiento del desempleo
3) La ausencia de liderazgo
“La prominencia de la desigualdad y el paro encabezando la lista significa que son percibidos como más graves que en años anteriores; el estancamiento de los sueldos contribuye al círculo vicioso de desigualdad arraigada al suprimir las perspectivas de crecimiento y empleo”, advierte el informe.
Incluso en esta región maltratada por los conflictos, tampoco son los yihadistas del Estado Islámico ni las extendidas violaciones de los derechos humanos lo que quita el sueño a sus prohombres, sino el elevado paro entre la juventud.
“Aunque los medios de comunicación destacan los conflictos, la agenda global para 2015 subraya los asuntos socio económicos y en el caso de Oriente Próximo, el desempleo juvenil ronda un 30%, algo que por alguna razón se está haciendo crónico”, explicó durante un conferencia de prensa Majid Jafar, el presidente ejecutivo de Crescent Petroleum y ponente de la mesa dedicada a la región.
En el fondo, es posible que todo venga a parar a lo mismo. Numerosos analistas están explicando el éxito de los yihadistas en reclutar simpatizantes en la desafección de estos hacia sus gobiernos, su falta de oportunidades y objetivos vitales. Para Jafar “el progreso económico es un requisito para la estabilidad política”. Sin duda tiene razón, pero hace además falta que ese “progreso económico” se distribuya entre todas las capas sociales. Además, no estoy segura de que sea una condición suficiente.
Antes de la entrada en barrena del conflicto sirio, el país había experimentado un boom económico, eso sí poco repartido. Lo mismo en Egipto antes de las protestas que llevaron a la caída de Mubarak. La economía es un agujero negro en Yemen, pero no lo era en Bahréin antes de la frustrada primavera. Hay algo más, tal vez mucho más, que penurias económicas detrás de la inestabilidad que sacude Oriente Medio. La desigualdad va acompañada de arbitrariedad, falta de respeto a los derechos fundamentales, ausencia de pluralismo y mecanismos de participación en la forma en que los ciudadanos son gobernados.
Desde esa perspectiva, el crecimiento, la buena gestión de los recursos o la flexibilidad de los mercados laborales que mencionó Jafar, se quedan cortas para dar un futuro de esperanza a los jóvenes de la región. Incluso en las petromonarquías del Golfo, donde cuentan con un colchón de bienestar con el que otros países sólo pueden soñar, afrontan problemas de falta de motivación, desinterés por la vida laboral y nihilismo.
Quizá la solución pasaría por preguntar a los jóvenes qué quieren y cómo les gustaría que fuera el futuro. Pero no hay costumbre. Ni de preguntar en general, ni mucho menos a los jóvenes. Lo más terrible es que, según la perspectiva del WEF, tanto el elevado desempleo como la desigualdad van a convertirse en “el nuevo normal”. Malos años para soñar con un mundo mejor.