El trabajo de corresponsal le prepara a una para los encuentros más variopintos. En mi caso, he entrevistado desde mendigos hasta jefes de Estado, pasando por señores de la guerra afganos, cultivadores de droga (también en Afganistán), jefes de milicias (en Líbano e Irak), defensores de los derechos humanos (en Irán y Arabia Saudí), víctimas de la tortura y mujeres valientes (en todos los países). Sin embargo, nunca antes había tenido ocasión de acercarme a la alfombra roja. Así que cuando Mabel Galaz, la responsable de Gente, me llamó para pedirme que entrevistara a Eva Longoria, tuve un momento de perplejidad.
Eva Longoria durante su visita a Dubái / Á. E.
¿Por dónde empezar? Todo lo que sabía de ella se limitaba a su actuación en la serie Desperate Housewives, que en español se tradujo como Mujeres Desesperadas. Me aficioné a las series cuando vivía en Irán. Entre los paquetes de DVD que me llevaba a la vuelta de vacaciones estaban las andanzas de las vecinas de Wysteria Lane que, en contraste con el pestiño de la televisión local iraní, me resultaron de lo más entretenidas. No estoy segura de que hoy pensara lo mismo. En cualquier caso, la Señora Solís (Eva Longoria) y sus amigas (a veces, enemigas) me hicieron pasar buenos ratos.
Para mi sorpresa, la americano-mexicana, orgullosa de sus raíces hispanas, es mucho más que una cara bonita al servicio de la historia de turno. Preparando la entrevista, descubrí su lado solidario y de activista de los derechos de los latinos. Empezó a interesarme.
Longoria no venía al Festival Internacional de Cine de Dubái a presentar una película o lucir palmito, sino a presidir una gala benéfica para recaudar fondos para varias fundaciones, entre ellas la suya propia, que se dedican a ayudar a los niños en los países en vías de desarrollo.
Lástima que en esta región del mundo se practiquen más las relaciones públicas que el periodismo. Las encargadas de la promoción y difusión de la visita me pidieron las preguntas de antemano, algo que en lo que me concierne sólo avanzo a los jefes de Estado, luego me dijeron que las cambiara y me ciñera al motivo de su visita y, finalmente, y se disculparon con un “no tiene suficiente tiempo”. Me hicieron pensar que la actriz era una diva extravagante y con poca cintura para encajar el escrutinio público que, en su profesión, una asume que va en el sueldo.
Nada más lejos de la realidad. Longoria, a la que todo el mundo (incluidos los fotógrafos) llamaba Eva con una familiaridad que no es habitual en mi terreno, resultó ser bastante accesible, muy profesional en su trato con los reporteros y dispuesta a hablar de lo divino y lo humano sin pillarse los dedos. Cuando una periodista iraquí, le preguntó qué pensaba del islam y de las mujeres árabes, la actriz señaló que como americana de ascendencia mejicana sabe lo que es sentirse juzgado por los orígenes étnicos o culturales.
Y en un tono más ligero añadió: “Las mujeres árabes son las más guapas del mundo”. Casi nada viniendo de alguien que ha sido considerada una de las Personas Más Bellas (en 2003), la Estrella Femenina Más Atractiva (en 2005 y 2006), una de las Mujeres Más Sexy (en 2008) y la Más Bella a Cualquier Edad (en 2012).
Cierto que todos esos títulos no le han servido para conservar a sus dos maridos el actor Tyler Christopher, con quien estuvo casada de 2002 a 2004, y el jugador de baloncesto francés Tony Parker, de quien se divorció en 2010, después de tres años de matrimonio, debido a sus infidelidades. Pero de eso no habló durante su estancia en Dubái.