Ángeles Espinosa

Allá ellos

Por: | 30 de abril de 2015

 
La zona de comida rápida del Al Faisaliah de Riad se parece a la de cualquier otro centro comercial de la península Arábiga y, si no fuera por las abayas (los batones negros con los que tienen que cubrirse se las mujeres), incluso de cualquier otro lugar del mundo. Entre semana, a la hora del almuerzo, numerosas madres con niños ocupan las mesas con las bandejas compradas en alguno de los puestos de comida rápida que ofrecen desde hamburguesas hasta platos chinos, pasando por fish and chips y especialidades libanesas.

Fast food

Establecimiento de comida rápida en un centro comercial de Arabia Saudí, con mostradores separados para hombres y mujeres./ skyscrapercity.com

En algunos casos, también les acompañan los padres, aunque son menos numerosos. Sólo cuando una se fija con atención se da cuenta de que hay algo raro. En los puestos de comida, mujeres y hombres hacen sus pedidos separados por un panel, tal como exige la segregación que impera en el país. Con todo, es algo más simbólico que otra cosa, ya que una vez en el mostrador unas y otros pueden verse y quienes atienden son todos varones.

Luego, una vez que cada cual tiene su comida, sólo los hombres acompañados tienen acceso a la “zona de familias”. Los caballeros solos deben quedarse al otro lado de un muro, como si estuvieran en cuarentena. No obstante, las mujeres pasan por delante con sus bandejas y media hora después van a cruzarse en los pasillos del centro comercial, donde los jóvenes aprovecharan la menor ocasión para intercambiarse el número de móvil y alguna mirada furtiva.

En algunos restaurantes con ínfulas, las particiones se hacen con tanto estilo que casi pasan desapercibidas. Pero las apariencias engañan. En general, se les reserva a ellos la mejor zona de los comedores, junto a los ventanales, en la planta baja, las terrazas…  Las mujeres no pueden sentarse en una terraza en Arabia Saudí. Ahora que el calor ya aprieta tal vez no importe tanto, pero en invierno…

Por la misma regla de tres, comprensible sólo para mentes saudíes, no hay problema en que sean hombres quienes venden ropa interior y cosméticos a las mujeres (de hecho era la norma hasta hace pocos años) y sin embargo, una vez que en 2011 se autorizó a las mujeres a trabajar como dependientas en ese tipo de establecimientos, su acceso ha quedado vetado a los hombres solos. En esas tiendas, un cartel a la entrada indica “sólo familias”, lo que no deja de ser un eufemismo para alejar mirones.

Y es que a diferencia de los vendedores, que hasta ahora eran esencialmente extranjeros (libaneses, jordanos, palestinos), las nuevas vendedoras son saudíes. Visto desde fuera parece un caso flagrante de xenofobia, aunque tal vez sólo sea otro embrollo generado por la segregación sexual que ha financiado el petróleo.

Resulta difícil explicar por qué hay salas de espera separadas en el consulado, pero todos hacen fila juntos en el aeropuerto, tienen que comer separados en los restaurantes, pero pueden cruzarse en los centros comerciales y otros lugares públicos de los que hasta recientemente se excluía a las mujeres. Mientras tanto, ante esos hombres que las discriminan, las saudíes parecen decir a través de su niqab (el velo facial que sólo deja los ojos al descubierto): “Allá ellos” y siguen adelante avanzando pasito a pasito.

 

Hay 1 Comentarios

Como siempre excelente articulo. esperando cada semana a que nos cuentes mas sobre oriente medio. saludos

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Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

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