Ángeles Espinosa

Condenados a cavar tumbas… por bailar

Por: | 12 de junio de 2015

Sí, como lo leen. Ese es el castigo que un tribunal de Yeddah, la segunda ciudad de Arabia Saudí y mucho más liberal que la capital, Riad, ha impuesto a dos jóvenes a los que la policía moral sorprendió bailando y cantando con dos amigas. Tendrán que cavar cinco tumbas en un cementerio local, según ha informado el portal de noticias Sabq. Ellas, por su parte, deben visitar a 10 pacientes en la sección de cuidados intensivos de un hospital.

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Familias en la Corniche de Yeddah a la caída de la tarde. / Á.E.

Que el juez les haya impuesto una pena de trabajos sociales es sin duda un gran avance respecto a los latigazos y otros castigos crueles que son la norma en el Reino del Desierto. No obstante, la causa refleja una sociedad enferma. Está claro que Arabia Saudí no es un país para divertirse. No sólo están prohibidos los bares y las discotecas, tampoco permiten los cines o los teatros. Además, hombres y mujeres no pueden confraternizar a no ser que estén casados o sean parientes en primer grado.

Las autoridades justifican esas limitaciones en su particular interpretación de la ley islámica y en el hecho de que el país alberga los lugares más sagrados del islam, La Meca y Medina. ¿En qué quieren que los jóvenes ocupen su tiempo? Salvo la lectura del Corán, no parece que les ofrezcan muchas alternativas, ya que incluso la práctica del deporte encuentra trabas.

Pero los jóvenes son jóvenes. En Arabia Saudí y en Marte. Así que se buscan la vida. Aunque no todos son hijos de ricos jeques con casa en Marbella, Londres o Nueva York, o pueden permitirse escapar a Bahréin o Dubái algún que otro fin de semana, que es lo que hacen los más acomodados para evadir ese estricto control social. Así que organizan fiestas en sus casas o se van al desierto a un DJ party.

A menudo, como el gas mantenido a presión en una botella, se desmadran cuando se abre la espita. Pero los condenados en Yeddah, de los que la información no facilita ni la identidad ni las edades, sólo estaban cantando y bailando en uno de los hoteles de playa de las afueras de esa ciudad, a orillas del mar Rojo. ¿De verdad es tan grave?

Hay 6 Comentarios

El régimen de la plutocracia saudí huele a caca de hienas... A estas alturas, en pleno siglo XXI, es increíble tanta estupidez social. O sea, bailar es un pecado y tener varias concubinas es una virtud machista. En fin, es posible que en vez de fumar tabaco inhalan el humo del opio. La verdadera cultura árabe nada tiene que ver con esa tremenda incultura, sostenida por los millones de dólares que genera el petróleo. Ese tipo de gentuza manipula lo divino a la medida de su avaricia de riqueza, de sexo y de poder.

Sí es cierto que en Dubai y Bahrain se puede respirar un poco mejor, pero sólo los que pueden pagar por ello. En cualquier caso lo más repugnante es la corrupta cegera histórica de Occidente en su connivencia con Arabia Saudi, olvidando los criterios democráticos en sus relaciones internacionales por esa avaricia por esos barriles que suportan nuestro sistema

Con esos criterios ni Coros habrá en su país . Ignoran los Imanes que lo más elevado del Arte, que dicen llega a los oídos de la Divinidad es el Canto, la voz humana proyectada con armonía ,fuerza y emoción tal que cala las fibras más y menos sensibles de quien les oye. Triste modo de perder uno de los goces mas significativos que puede permitirse la Humanidad.

Hoy con los canales de televisión y el acceso a internet desde un móvil, donde se pueden ver todo tipo de formas de vida y de culturas, puede ser difícil obligar a la juventud a vivir enclaustrados.
Y si además se dan cuenta de que quienes pueden pagarlo se evaden en el extranjero de las restricciones impuestas, entonces será imposible.
Prohibir lo que es normal en el resto del mundo.

Esa foto la hiciste cuando fuimos al Corniche?

Que burros son los pobrecicos. Y pensar que aquí no hace tanto estaba prohibido el baile empezando por el Tango y el Bolero y ahora hasta el Papa confiesa que lo ha bailao...

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Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

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