Ángeles Espinosa

Taxi Teherán

Por: | 05 de noviembre de 2015

No sé cómo resuelve Jafar Panahi el problema del tráfico en Teherán. Aunque estoy al tanto del estreno de su película Taxi en España y otros países europeos, aquí en Irán está descartado que se exhiba. Claramente, a las autoridades iraníes no les ha agradado el Oso de Oro con que se le ha premiado este año en Berlín. Sobre el cineasta pesan “20 de inhabilitación para hacer cine, viajar al extranjero o conceder entrevistas”. Así que ni he podido ver la cinta, ni preguntarle al director.

De lo que puedo dar testimonio es que el tráfico infernal de la capital iraní no es otro estereotipo más sobre esta ciudad ruidosa y contaminada. El lunes tuve que cancelar por ese motivo una cita con un joven empresario con el que iba a tomarme un café y a hablar de cómo evolucionan los negocios ante la inminencia del levantamiento de las sanciones.

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Uno de los característicos taxis amarillos, en la calle Jordan de Teherán. / Á.E.

Había subido al taxi a las seis de la tarde para estar segura de estar a las siete al lugar convenido. En condiciones normales, se llega en media hora, pero 45 minutos después apenas habíamos recorrido una cuarta parte del camino y el conductor me dijo que aún tardábamos dos horas más. Alarmada, llamé a M., quien a su vez acababa de bajarse de un taxi después de una hora y media de avanzar a paso de pulga, y caminaba hacia el café aun sabiendo que llegaría tarde. Decidimos dejarlo para otro día.

Lo peor es que no se trata de algo inusual. La víspera fue un diplomático iraní quien me llamó  para cancelar después de un par de horas encerrado en su coche y sin haber logrado acercarse al lugar donde íbamos a encontrarnos. “Somos capaces de alcanzar un pacto nuclear e incluso tal vez de resolver el conflicto sirio, pero no logramos arreglar el tráfico”, ironizó dando prueba de su buen talante.

“Quizá debiéramos haberlo incluido en las condiciones para el levantamiento de las sanciones”, bromea  a su vez un diplomático europeo.

No es ningún chiste. En mi caso, las entrevistas pueden esperar o al menos no se trata de cuestiones en las que se juegue un importante contrato o un puesto de trabajo. Para los residentes en la capital supone, sin embargo, una pérdida de tiempo y un desgaste de nervios que termina teniendo un impacto en su productividad y, por descontado, en su humor.

Aviso a quien quiera hacer negocios en Teherán: Vengan armados de paciencia y eviten las citas entre las cinco y las ocho de la tarde. A no ser que vayan a tener de taxista a un Panahi, que les garantice un par de horas de lo más entretenido.

 

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Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

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