Ángeles Espinosa

Exámenes bajo las bombas

Por: | 03 de febrero de 2016

Hace unos días Mustapha Noman difundió en Twitter una foto de la graduación de su hijo Aziz. Como cualquier otro padre estaba orgulloso de que su chaval hubiera acabado el bachillerato y superado la reválida. Sólo que en su caso tenía mucho más mérito. Aziz, como varios millones de estudiantes yemeníes, ha terminado el curso en medio de la guerra. La foto en la que él y sus compañeros de la Modern School de Saná posaban con las togas y los birretes frente a un edificio oficial bombardeado próximo a su escuela, se hizo viral. Reflejaba la resistencia de una generación que muchos dan por perdida.

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Aziz y sus compañeros de la Promoción del Aguante, el día de su graduación el pasado enero en Saná.

“Han aguantado lo indecible”, respondió Noman a mi felicitación. De hecho, las chicas y chicos de la Modern School lucían sobre sus bandas la inscripción “2015 Promoción del Aguante”. Porque la suya es, con medio año de retraso, la promoción de 2015.

Cuando el 26 de marzo empezaron los ataques aéreos de la coalición que lidera Arabia Saudí, el Ministerio de Educación decidió cerrar escuelas e institutos en Saná y otras ciudades bombardeadas. Antes de que concluyera el curso el pasado junio, la medida ya afectaba a 3.600 centros de enseñanza primaria y secundaria, tres cuartas partes de los que existen en Yemen, y a 1,85 millones de escolares. Sólo cuatro meses después algunos pudieron reanudar las clases.

Además, de acuerdo con cifras del Ministerio de Educación yemení, medio millar de escuelas han resultado destruidas por los bombardeos. Otras muchas se han convertido en refugios para acoger a las familias que se han quedado sin techo. Los daños son especialmente graves en la provincia de Saada, tradicional feudo de los Huthi contra cuya toma del poder intervino la coalición árabe, y la vecina Amran.

Pero incluso allí donde los profesores han logrado mantener las clases, los retos han sido enormes. No sólo las incursiones aéreas interrumpían a menudo las lecciones, sino que roza lo heroico que los chavales pudieran concentrarse tras noches enteras sin pegar ojo y a menudo con una alimentación escasa. La coalición mantiene un bloqueo que ha convertido los productos básicos en artículos de lujo, incluido el material escolar.

“Llevamos nueve meses sin electricidad”, cuenta Khaled, padre de tres hijos, en conversación telefónica desde Saná. En tales circunstancias resulta especialmente admirable que su primogénito haya obtenido un sobresaliente en la reválida. Basam, de 19 años, quiere ser médico y ese brillante resultado le coloca en un buen punto de partida, pero ahora toca preparar el examen de acceso a la facultad.

Es complicado concentrarse cuando el mundo se derrumba a tu alrededor. Basam ha perdido a varios amigos en la guerra, no en los bombardeos sino luchando. Sólo en su escuela, el Centro Público Al Hasan, han enterrado a 17 estudiantes, algunos de ellos de apenas 16 años, que se unieron a uno o a otro bando. “La mayoría se une a los Huthis, pero también hay quien va con la coalición”, explica.

Los contendientes abren campamentos y animan a los muchachos a alistarse. A algunos les mueve la fe, pero muchos lo hacen por pura necesidad económica. La coalición ofrece una paga de 180.000 riales yemeníes (unos 280 euros), un buen sueldo para un país en el que el 80% de la población necesita ayuda para sobrevivir, según la ONU. Los Huthis no llegan a tanto. La mayor preocupación de Khaled es evitar que su hijo sea reclutado.

“La situación está afectando mucho a los niños, no sólo en los estudios también psicológicamente. Los bombardeos son tan fuertes que tiembla toda la casa y, sobre todo la pequeña, ahora se despierta al menor ruido”, confía preocupado. De momento, él intenta mantener una cierta normalidad, sentándose cada día con sus hijos a hacer los deberes del cole. Eso sí, siempre que no se hayan cancelado las clases por los bombardeos.

Hay 2 Comentarios

@tinta La mala calidad de la imagen tiene que ver con que la he extraído directamente de la cuenta de Twitter de M. Noman (con su permiso), pero hay versiones de más calidad en los FB de alguno de los estudiantes que aparecen en la imagen.
Por otro lado, puedo asegurarte por mi experiencia de haber vivido en varios países en guerra (Líbano, Irak...) que la vida sigue a pesar de los combates. Sólo tienes que ver la imagen de unos recién casados que hoy ilustra nuestra información de Siria.

La fotografía no parece real, es como si fueran dos fotos superpuestas, parece increíble que pueda haber normalidad en una guerra.

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Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

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