Al taxista se le abre el cielo cuando descubre que dos de sus pasajeros son españoles. Luis Rivas y yo acabamos de subirnos al coche junto a Ali Falahi en una calle de Teherán, y apenas hemos intercambiado el preceptivo “¡Salam!” (¡Hola!), ya nos está preguntando de fútbol. Extiende una papeleta con un par de columnas en las que hay que adivinar el resultado de los partidos no de la liga iraní, sino de la inglesa y la española. Lo curioso es que el islam, que es la religión oficial de Irán, prohíbe las apuestas.
Uno de los típicos taxis amarillos de Teherán, en la calle Jordan (rebautizada Africa tras la revolución de 1979).
Menos mal que Rivas demuestra un gran dominio del tema porque Falahi y yo estamos fuera de juego. Así que enseguida resuelve con los preceptivos 1 X 2, el resultado de los partidos entre la Real Sociedad y el Málaga, el Deportivo y el Granada, etc. Desconozco si sus previsiones son acertadas, pero nuestro taxista queda encantado y le propongo que si su boleto resulta ganador, nos invite a cenar.
“Soy un joven de antes de la revolución, así que cumplo con mi palabra”, me responde en una poco velada crítica a los dirigentes que desde 1979 han prometido acabar con la pobreza y la desigualdad en Irán.
Pero ¿es legal esta quiniela?, inquiero sorprendida por la tranquilidad con que exhibe el boleto y el aspecto del mismo que, además de un número de serie, cuenta con una razón legal y un número de teléfono. En un país en el que está prohibido el juego, la existencia de apuestas huele a clandestinidad.
“Debe de serlo porque la organiza el nieto del ayatolá Reyshahri”, responde muy tranquilo el conductor. Mohammad Mohammadi Reyshahri, de 70 años, es un temido miembro de la élite clerical que fue el primer titular del Ministerio encargado de los servicios secretos, entre 1984 y 1989. “Y además se saca un buen pellizco”, añade picarón. Según él, los beneficios alcanzan los 500 millones de riales (unos 15.000 euros) a la semana.
Las posibilidades de los jugadores varían según el número de apuestas y la complejidad de las mismas, pero una quiniela sencilla, con una sola apuesta por partido, cuesta 10.000 riales (0,30 euros). Si se tiene suerte, es suficiente. Él asegura que adivinar el último empate entre el Granada y el Deportivo le permitió embolsarse el equivalente a 500 euros, el sueldo de todo un mes.
Habrá que ver si los iraníes han tenido el mismo grado de acierto con los candidatos que han elegido en las pasadas elecciones.
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