Ángeles Espinosa

Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

Eskup

La quiniela iraní

Por: | 28 de febrero de 2016

Al taxista se le abre el cielo cuando descubre que dos de sus pasajeros son españoles. Luis Rivas y yo acabamos de subirnos al coche junto a Ali Falahi en una calle de Teherán, y apenas hemos intercambiado el preceptivo “¡Salam!” (¡Hola!), ya nos está preguntando de fútbol. Extiende una papeleta con un par de columnas en las que hay que adivinar el resultado de los partidos no de la liga iraní, sino de la inglesa y la española. Lo curioso es que el islam, que es la religión oficial de Irán, prohíbe las apuestas.

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Uno de los típicos taxis amarillos de Teherán, en la calle Jordan (rebautizada Africa tras la revolución de 1979).

Menos mal que Rivas demuestra un gran dominio del tema porque Falahi y yo estamos fuera de juego. Así que enseguida resuelve con los preceptivos 1 X 2, el resultado de los partidos entre la Real Sociedad y el Málaga, el Deportivo y el Granada, etc. Desconozco si sus previsiones son acertadas, pero nuestro taxista queda encantado y le propongo que si su boleto resulta ganador, nos invite a cenar.

“Soy un joven de antes de la revolución, así que cumplo con mi palabra”, me responde en una poco velada crítica a los dirigentes que desde 1979 han prometido acabar con la pobreza y la desigualdad en Irán.

Pero ¿es legal esta quiniela?, inquiero sorprendida por la tranquilidad con que exhibe el boleto y el aspecto del mismo que, además de un número de serie, cuenta con una razón legal y un número de teléfono. En un país en el que está prohibido el juego, la existencia de apuestas huele a clandestinidad.

“Debe de serlo porque la organiza el nieto del ayatolá Reyshahri”, responde muy tranquilo el conductor. Mohammad Mohammadi Reyshahri, de 70 años, es un temido miembro de la élite clerical que fue el primer titular del Ministerio encargado de los servicios secretos, entre 1984 y 1989. “Y además se saca un buen pellizco”, añade picarón. Según él, los beneficios alcanzan los 500 millones de riales (unos 15.000 euros) a la semana.

Las posibilidades de los jugadores varían según el número de apuestas y la complejidad de las mismas, pero una quiniela sencilla, con una sola apuesta por partido, cuesta 10.000 riales (0,30 euros). Si se tiene suerte, es suficiente. Él asegura que adivinar el último empate entre el Granada y el Deportivo le permitió embolsarse el equivalente a 500 euros, el sueldo de todo un mes.

Habrá que ver si los iraníes han tenido el mismo grado de acierto con los candidatos que han elegido en las pasadas elecciones.

A vueltas con Irán

Por: | 23 de febrero de 2016

Van a ser las primeras elecciones tras la firma del acuerdo nuclear, lo que las convierte en un referéndum sobre la popularidad de las políticas del presidente Rohaní, en especial tras el acuerdo nuclear. El interés es enorme. Numerosos periodistas de todo el mundo han solicitado acreditarse para cubrirlas y descubrir cómo está cambiando Irán ahora que se reintegra en el mundo. Pero las viejas costumbres están muy arraigadas y se resisten a morir.

La mera idea de mostrar transparencia produce urticaria en el búnker. La posibilidad de decenas de periodistas extranjeros correteando a su libre albedrío por las calles de Teherán (para salir fuera de la capital hace falta otro permiso) pone los pelos de punta a los guardianes de las esencias. La presencia de la prensa extranjera se acepta como un mal menor para que testimonie que el espíritu revolucionario aún sigue vivo, aunque sea a base de cuidados intensivos.

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Vista del norte de Teherán, al pie de los montes Alborz. / Á.E.

En los próximos días, las autoridades anunciarán el elevado número de periodistas extranjeros que han cubierto los comicios y utilizarán el dato como prueba de que el país se abre al mundo. Pero todo es relativo. Los visados, limitados a una semana, se han dado con día de llegada y día de salida preestablecidas. En algunos consulados, como en el de Dubái, incluso se han negado a estamparlos hasta el mismo día del viaje. ¿Porque si no pueden ser utilizados más durante ese estrecho margen temporal?

Nadie da una explicación convincente, pero lo que transmite esa medida es que quienes manejan los hilos del poder se sienten inseguros, tienen miedo de hombres y mujeres armados con bolígrafos, grabadoras y cámaras. Quieren evitar que accedan al Irán real, con su diversidad, sus contrastes y sus contradicciones. Por eso, lo mejor es limitar su presencia a unos pocos días, sin apenas tiempo para captar la complejidad de un país con un gran potencial, pero aún sujeto por los arneses de quienes se resisten a compartir el poder.

Exámenes bajo las bombas

Por: | 03 de febrero de 2016

Hace unos días Mustapha Noman difundió en Twitter una foto de la graduación de su hijo Aziz. Como cualquier otro padre estaba orgulloso de que su chaval hubiera acabado el bachillerato y superado la reválida. Sólo que en su caso tenía mucho más mérito. Aziz, como varios millones de estudiantes yemeníes, ha terminado el curso en medio de la guerra. La foto en la que él y sus compañeros de la Modern School de Saná posaban con las togas y los birretes frente a un edificio oficial bombardeado próximo a su escuela, se hizo viral. Reflejaba la resistencia de una generación que muchos dan por perdida.

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Aziz y sus compañeros de la Promoción del Aguante, el día de su graduación el pasado enero en Saná.

“Han aguantado lo indecible”, respondió Noman a mi felicitación. De hecho, las chicas y chicos de la Modern School lucían sobre sus bandas la inscripción “2015 Promoción del Aguante”. Porque la suya es, con medio año de retraso, la promoción de 2015.

Cuando el 26 de marzo empezaron los ataques aéreos de la coalición que lidera Arabia Saudí, el Ministerio de Educación decidió cerrar escuelas e institutos en Saná y otras ciudades bombardeadas. Antes de que concluyera el curso el pasado junio, la medida ya afectaba a 3.600 centros de enseñanza primaria y secundaria, tres cuartas partes de los que existen en Yemen, y a 1,85 millones de escolares. Sólo cuatro meses después algunos pudieron reanudar las clases.

Además, de acuerdo con cifras del Ministerio de Educación yemení, medio millar de escuelas han resultado destruidas por los bombardeos. Otras muchas se han convertido en refugios para acoger a las familias que se han quedado sin techo. Los daños son especialmente graves en la provincia de Saada, tradicional feudo de los Huthi contra cuya toma del poder intervino la coalición árabe, y la vecina Amran.

Pero incluso allí donde los profesores han logrado mantener las clases, los retos han sido enormes. No sólo las incursiones aéreas interrumpían a menudo las lecciones, sino que roza lo heroico que los chavales pudieran concentrarse tras noches enteras sin pegar ojo y a menudo con una alimentación escasa. La coalición mantiene un bloqueo que ha convertido los productos básicos en artículos de lujo, incluido el material escolar.

“Llevamos nueve meses sin electricidad”, cuenta Khaled, padre de tres hijos, en conversación telefónica desde Saná. En tales circunstancias resulta especialmente admirable que su primogénito haya obtenido un sobresaliente en la reválida. Basam, de 19 años, quiere ser médico y ese brillante resultado le coloca en un buen punto de partida, pero ahora toca preparar el examen de acceso a la facultad.

Es complicado concentrarse cuando el mundo se derrumba a tu alrededor. Basam ha perdido a varios amigos en la guerra, no en los bombardeos sino luchando. Sólo en su escuela, el Centro Público Al Hasan, han enterrado a 17 estudiantes, algunos de ellos de apenas 16 años, que se unieron a uno o a otro bando. “La mayoría se une a los Huthis, pero también hay quien va con la coalición”, explica.

Los contendientes abren campamentos y animan a los muchachos a alistarse. A algunos les mueve la fe, pero muchos lo hacen por pura necesidad económica. La coalición ofrece una paga de 180.000 riales yemeníes (unos 280 euros), un buen sueldo para un país en el que el 80% de la población necesita ayuda para sobrevivir, según la ONU. Los Huthis no llegan a tanto. La mayor preocupación de Khaled es evitar que su hijo sea reclutado.

“La situación está afectando mucho a los niños, no sólo en los estudios también psicológicamente. Los bombardeos son tan fuertes que tiembla toda la casa y, sobre todo la pequeña, ahora se despierta al menor ruido”, confía preocupado. De momento, él intenta mantener una cierta normalidad, sentándose cada día con sus hijos a hacer los deberes del cole. Eso sí, siempre que no se hayan cancelado las clases por los bombardeos.

¿Es sexy Blancanieves?

Por: | 26 de enero de 2016

Dependerá del gusto de cada cual… Pero así la perciben en Qatar. Al padre de un alumno, la versión de Blancanieves y los siete enanitos que se encontraba en la biblioteca del colegio de su hijo le resulta excesivamente sugerente, tanto que la ha considerado “indecente” e “inadecuada” para los pequeños. Su queja en las redes sociales ha llevado a la intervención de las autoridades educativas cataríes, poniendo en evidencia los límites a la libertad de expresión en el rico emirato. El centro educativo, el español SEK Internacional, ha retirado el libro y pedido disculpas.

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El príncipe besa a Blancanieves en una escena de la película de Walt Disney.

Ni la escuela ni los medios cataríes han identificado al progenitor que, según Al Sharq, se declaró “estupefacto” ante el libro de los hermanos Grimm. En su opinión, “contiene ilustraciones y frases con connotaciones sexuales” que resultan “indecentes” e “inapropiadas culturalmente”. Tampoco está claro qué imágenes en concreto han ofendido su sensibilidad.

Según una foto del cuento difundida por Doha News, la biblioteca escolar tenía a la disposición de los pequeños la versión de Disney editada por Penguin. En la portada, una sonriente Blancanieves mira embelesada al príncipe que la sujeta entre sus brazos. En las páginas interiores se cuenta cómo un beso de éste la ha devuelto a la vida después de que hubiera comido una manzana envenenada.

Nada más tener noticia de la queja, el Consejo Supremo de Educación de Qatar ordenó una investigación a resultas de la cual ordenó la retirada del libro. De acuerdo con su regulación, ningún material escolar puede cuestionar los valores islámicos o las normas cataríes. El colegio, un centro privado con 150 alumnos de 27 países distintos, se disculpó de inmediato por lo que su directora, Vivian Arif, calificó de “situación no intencionada”.

“Respectamos profundamente la cultura de Qatar, estamos comprometidos con la promoción de sus valores y principios, y vamos a seguir trabajando para que nuestro colegio sea siempre una referencia por su compromiso y servicio a la gente de Qatar”, declara Arif en un comunicado difundido por Doha News.

A pesar de los aires de modernidad que Qatar, como otros países vecinos, proyecta gracias a sus rascacielos, sus líneas áreas y sus campañas publicitarias, su sociedad es aun extremadamente conservadora. Está mal visto que personas de distinto sexo se besen o abracen en público, y una pareja que se muestre excesivamente cariñosa se arriesga a ser detenida.

Revistas, libros y películas tienen que pasar la censura. Las fotos de mujeres en biquini o con escotes pronunciados se emborronan con tinta negra antes de que la publicación salga a la venta. En los filmes se cortan las escenas de pasión e incluso los besos. Hace un par de semanas, el mismo Qatar que dice querer promocionar el cine prohibió La chica danesa, sobre una artista que se somete a uno de los primeros cambios de sexo, a raíz de las quejas que suscitó su pase.

Huir a... Yemen

Por: | 20 de enero de 2016

Con una guerra que desde el pasado marzo ha causado cerca de 9.000 muertos, 280.000 desplazados internos y 168.000 refugiados fuera del país, Yemen no parece un lugar nada atractivo al que inmigrar. Sin embargo, en 2015, al menos 92.500 personas llegaron por mar, dos tercios de ellas desde el inicio del conflicto, ha informado el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Se trata, según esa agencia de “una de las cifras totales anuales más altas de la última década”.

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Alambradas en la costa de Bab el Mandeb, el estrecho que separa la península Arábiga de África. / J.Zocheman (ACNUR)

Sí, a pesar de estar entre los países más pobres del mundo, Yemen lleva años sirviendo de vía de escape para decenas de miles de habitantes del Cuerno de África. Son sobre todo ciudadanos etíopes y somalíes que ven en el antiguo reino de Saba una vía de acceso a Arabia Saudí, donde están dispuestos a hacer los trabajos más duros y menos valorados por un bocado que llevarse a la boca. Casi el 90% de las llegadas registradas por el ACNUR el año pasado procedían de Etiopía y eso a pesar de las deportaciones masivas de 2013.

¿Qué pasa en Etiopía para que haya tanta desesperación? No he estado nunca allí, pero al parecer en el segundo país más poblado de África con 100 millones de habitantes, la democracia formal alcanzada en 1994 no está funcionando como debiera. Tras las últimas elecciones hace un año desapareció del Parlamento la oposición perdió a su último representante. El despegue económico impulsado por el presidente Hailemariam Desalegn no ha alcanzado a todos debido a los favoritismos y la corrupción; además los derechos humanos dejan mucho que desear.

En cualquier caso, la situación resulta tan desesperada como para que un número significativo de sus jóvenes (y de los somalíes, cuyo país está aún peor) arriesguen sus vidas cruzando el mar Rojo. Y ahora, ante la extensión de los combates a esa costa yemení, navegando en embarcaciones precarias hasta el mar Arábigo, más al sur. Desde que ACNUR empezó a registrar las llegadas a Yemen 2006, sólo en 2011 y en 2012 el número de migrantes había sido mayor, con 103.154 y 104.532, respectivamente.

A muchos les sorprenderán estos datos, pero el fotógrafo Samuel Aranda ya retrató ese problema durante el verano de 2012 en un trabajo para ACNUR. A las difíciles condiciones del viaje y la falta de medios para atenderles a su llegada se sumaba más tarde el maltrato en la frontera con Arabia Saudí, donde a menudo los migrantes son recibidos a tiros para evitar que crucen (ilegalmente). Ni siquiera la guerra les frena en su aspiración a una vida mejor. Tampoco los muertos en el camino.

“Siguen llegando personas a pesar de la escalada sin precedentes del conflicto interno en Yemen”, señaló Adrian Edwards, portavoz del ACNUR, al presentar el informe en Ginebra. Esta agencia de la ONU ha registrado 95 muertos en 2015, el segundo año con más víctimas. Y 2016 ha empezado con la pérdida de otras 36 vidas en un hundimiento acaecido el 8 de enero. A los que hay que sumar quienes, una vez en tierra, se ven atrapados por la guerra yemení. “Algunos de ellos podrían terminar asesinados”, advierte la organización. De momento, la desesperación parece mayor que el riesgo.

¿Qué pasó con las princesas saudíes prisioneras?

Por: | 17 de diciembre de 2015

La última vez que hablamos de ellas, en marzo de 2014, estaban encerradas en un viejo caserón de un recinto palaciego de Al Murjan, en Yeddah, y acusaban a su padre, el rey Abdalá, de querer matarlas de hambre por haberles prohibido salir a comprar comida. Mantenían sin embargo una línea de comunicación con el mundo a través de un móvil escondido que les permitía conectarse a Internet y recibir llamadas. Desde entonces, la muerte del monarca el pasado enero y el ascenso al trono de su medio hermano Salmán parecen haber cambiado la situación personal de las mujeres.

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La princesa Alanoud, con sus cuatro hijas, en una imagen que difundieron en las redes sociales.

Sahar, Maha, Hala y Jawaher, que entonces tenían entre 42 y 38 años, se sentían víctimas de una querella familiar después de que su madre, la princesa Alanoud al Fayez, abandonara a su todopoderoso marido. Aseguraban llevar 13 años en una especie de arresto domiciliario, con su libertad de movimientos restringida al decrépito caserón en el que estaban confinadas, salvo esporádicas salidas a un supermercado cercano para adquirir víveres, siempre bajo vigilancia, y sin poder recibir visitas.

“[El rey] me pidió que volviera con él y me negué. Nunca pensé que castigaría a mis hijas por mi causa”, me relató la princesa Alanoud en una conversación telefónica desde el Reino Unido, donde estaba residiendo desde que se fue de Arabia Saudí en 2001. A partir de ese momento, aseguraba, sus cuatro hijas se habían convertido en rehenes, aunque responsabilizaba de su situación a dos hijos del monarca con otra de sus mujeres. Sólo tras el fracaso de sus gestiones para que las dejaran reunirse con ella, decidió hacer público su caso.

En varios contactos telefónicos y por email, la princesa Sahar, la mayor de las hermanas, me confirmó su situación y me invitó a hacerles una visita a ella y a Jawaher, en su residencia. Ambas vivían juntas con dos perros y un gato en condiciones que describieron como precarias, sin noticias de las otras dos hermanas que al parecer estaban recluidas en otro lugar del recinto. Acepté su propuesta y me dispuse a comprobar por mí misma su situación. Llegué hasta las puertas de palacio, donde los guardias, primero sorprendidos por mi intención y luego molestos con mi insistencia, me conminaron a desistir.

Como resultado de aquella visita, les suspendieron las salidas. “Por supuesto [que tiene que ver con ello], pero no es culpa suya. Teníamos que arriesgarnos. No podemos quedarnos impasibles por más tiempo”, me dijo Sahar en una conversación posterior. Durante algún tiempo intercambiamos algunos correos electrónicos y tanto ella como su hermana y su madre, retuitearon una y otra vez la historia de mi visita fallida. Después, de repente, el silencio.

Muchos lectores me han preguntado a partir de entonces qué había pasado con ellas. Y desde hace unos meses he tratado de averiguarlo sin éxito. Es como si se las hubiera tragado la tierra. Desaparecieron de Twitter. Todas sus cuentas (@Art_Moqawama, @jawaher1776) están desactivadas. Dejaron de contestar al email y al teléfono.

Me percaté de ello el pasado enero cuando a raíz de la muerte de Abdalá, escribí a Sahar interesándome por cómo iba a afectarles el cambio. En contra de lo habitual, no hubo ninguna respuesta, aunque la cuenta de correo parecía seguir funcionando ya que el mensaje pasó sin problema. Probé con el móvil británico que me habían facilitado para coordinar mi frustrada visita. “Está desconectado o fuera de cobertura”, repite una cinta desde entonces. En el de su madre, sale un contestador. He dejado varios mensajes con decreciente esperanza de obtener respuesta.

También he preguntado al opositor saudí que actuó como su encargado de prensa (informal) cuando hicieron público su caso. Su respuesta fue un tanto críptica. “Han desaparecido. No tengo ni idea de lo que ha sucedido. También he intentado contactar con su madre muchas veces”, asegura en un correo electrónico. En su opinión, el padre las protegía de lo peor, según me dijo semanas después de la muerte de Abdalá.

Esperaba que aquí, en Yeddah o en Riad, alguien hubiera oído algo. Nada. Ni diplomáticos ni activistas de derechos humanos han vuelto a tener noticia. Algunas fuentes interpretan que llegaron a un acuerdo para que dejaran de poner en evidencia a la familia real. Libertad a cambio de silencio. Es posible, pero no tengo ninguna prueba de ello.

Con una saudí al volante por las calles de Riad

Por: | 14 de diciembre de 2015

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Una mujer conduciendo en Arabia Saudí. (REUTERS)

Anoche unos amigos me invitaron a cenar a su casa. Allí encontré a un par de matrimonios saudíes, entre otros conocidos de los anfitriones. Cuando ya empezaba a deshacerse la reunión, pedí que me llamaran a un taxi para volver al hotel. Pero el dueño de la casa sugirió que me llevara una de las parejas que salían en ese momento y se me ocurrió bromear que sólo si conducía la mujer. “Por supuesto, yala, vamos”, respondió decidida N. con las llaves en la mano.

Dicho y hecho. Subimos al coche y puso rumbo a la calle Olaya, donde se encuentra mi alojamiento. Este pequeño gesto, que en cualquier otra parte del mundo pasaría desapercibido, constituye una transgresión en este país. Arabia Saudí sigue sin permitir que las mujeres conduzcan, para gran enfado de muchas de sus ciudadanas, que se sienten atrapadas por una medida que consideran carente de fundamento social o religioso.

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Una mujer en el Consulado (saudí)

Por: | 08 de diciembre de 2015

Acabo de llegar a Yeddah, la segunda ciudad saudí con cuatro millones de habitantes y situada en la costa oriental del mar Rojo. He venido para cubrir las peculiares elecciones municipales de Arabia Saudí, en las que por primera vez se permite la participación de las mujeres, tanto votantes como candidatas. Muchos observadores, entre ellos mi amigo M. O. que vivió aquí durante varios años, se muestran convencidos de que este país, con fama de misógino y leyes del Medievo, no va a cambiar mientras no cambie la situación de sus mujeres. Así que busco signos. De cambio, o de lo contrario.

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El Paseo Marítimo de Yeddah, la Corniche, al atardecer. / Á.E.

La semana pasada, antes de emprender mi viaje, me llevé una sorpresa. Cuando acudí al Consulado saudí en Dubái para recoger el visado, me encontré al otro lado de la mampara a una mujer sentada junto al Sr. Husein, que es quien se ocupaba de mi pasaporte. ¿Y qué?, me dirán. Bueno, era la primera vez que veía a una saudí trabajando frente al público en una legación diplomática, a cara descubierta y mezclada con compañeros hombres, algo que aún resulta tabú para el ultraconservador (y muy influyente) estamento clerical de este país. Así que no pude por menos que preguntarle.

--¿Es usted saudí?

--Sí, ¿por qué?

--Bueno, no es habitual encontrar a una saudí atendiendo a los solicitantes de visados…

--Soy la primera en el Consulado, pero hay más mujeres que trabajan detrás, me dijo señalando unas particiones que delimitaban la zona de oficina y mientras se recolocaba el velo, ribeteado como su abaya por un reborde azulón.

--¿Y qué tal la tratan sus compañeros?

--Muy bien, me están ayudando mucho.

--Ya sólo falta que su país nombre a una embajadora…

--¿Por qué no? Tal vez yo logre ser la primera, me respondió como si fuera lo más razonable del mundo. Y sin embargo Arabia Saudí es el único país del mundo que no permite conducir a las mujeres y además las somete a un sistema de guardia y custodia que hace que necesiten el permiso del padre o marido para estudiar, recibir tratamiento médico o viajar al extranjero.

¿Por qué no? Es una de las cosas que voy a tratar de averiguar en los próximos días. ¿Está avanzando Arabia hacia la igualdad de sus mujeres o sólo se han dado pasos cosméticos para mantener el statu quo?

Cita en Teherán

Por: | 27 de noviembre de 2015

Desde que firmó el acuerdo nuclear el pasado verano, a Irán no paran de salirle pretendientes. Las posibilidades económicas que se abren ante el inminente levantamiento de las sanciones internacionales han convertido a este país en Eldorado para inversores y empresas de todo tipo. Pero es en el sector de los hidrocarburos donde los proyectos se calculan en miles de millones. Así que no es de extrañar que la convocatoria este fin de semana de una Conferencia Internacional en la que las autoridades iraníes van a anunciar su nuevo modelo de contrato petrolero, haya atraído a Teherán a las principales multinacionales del ramo.

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Cartel anunciador de la Conferencia Internacional de Petróleo en Teherán.

Hacía años que no veía el aeropuerto internacional Imam Jomeini (IKIA) tan concurrido. Las colas ante las dos ventanillas para el control de pasaportes a extranjeros llegaban el viernes por la tarde hasta el pasillo en el que desembocan los pasajeros tras salir del avión. Afortunadamente, el agente responsable de la enorme máquina de rayos X que a la salida de la terminal examina los equipajes (para que no se entren bebidas alcohólicas, pues se supone que las armas y los explosivos ya los han evitado en el aeropuerto de origen) ha optado por relajar el control y despedía a la mayoría sin obligarles a pasar las maletas por el escáner.

Quien haya intentado reservar alojamiento en Teherán para estos días, se habrá encontrado pidiendo hospitalidad a algún amigo o retrasando el viaje, ya que los principales hoteles de la capital iraní han bloqueado sus habitaciones para los asistentes a la conferencia.

El lleno hotelero, al igual que lo concurrido del aeropuerto, muestra tanto el éxito de la cita como las carencias que afronta esta metrópolis de 16 millones de habitantes, que a pesar de su bullicioso desarrollo, se ha quedado muy atrasada en cuanto a infraestructuras. Aunque se inauguró en 2004, el edificio terminal del IKIA resulta muy pequeño para atender con comodidad el previsible incremento de pasajeros. Ahora mismo, el control de pasaportes se colapsa en cuanto llegan tres vuelos seguidos. De hecho, ya hay un proyecto en marcha para ampliarlo.

Lo mismo puede decirse de los hoteles. Además de escasos, carecen de estándares internacionales. Las habitaciones del Esteghlal (antiguo Hilton), donde se alojan los asistentes a la conferencia, siguen teniendo los mismos muebles que cuando se retiraron sus gestores americanos hace 35 años. Y las mismas ventanas, que no logran amortiguar el enorme ruido del tráfico. Cierto que hace unos años inauguró una nueva torre, pero la original necesita una remodelación en profundidad. (Sugerencia: retiren también las ubicuas chancletas de plástico antes de que se conviertan en la imagen de marca del país; en los baños de los hoteles hay bañeras con cortinas y por lo tanto no tiene por qué inundarse el suelo como a menudo sucede en los espartanos aseos de las casas iraníes.)

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Las ubicuas chanclas de plástico que reciben al viajero en todos los baños de los hoteles iraníes. / Á. E.

De hecho, el departamento de turismo ha anunciado planes para la construcción de 50 nuevos hoteles en la capital, 5 ó 6 de los cuales serán de cinco estrellas. Algunas empresas internacionales ya se han dado cuenta de la oportunidad. La cadena francesa Accor ha sido la primera en firmar un acuerdo de gestión que le ha permitido poner los carteles de dos de sus marcas, Ibis y Novotel, a sendos establecimientos del aeropuerto. Otras, como Rotana, están en negociaciones. Las que no parece que vayan a regresar tan pronto son las grandes estadounidenses que lideraron el sector hasta la revolución de 1979.

¿Por qué el terrorista Abaaoud llevaba un gorro afgano?

Por: | 23 de noviembre de 2015

Una de las fotos más difundidas de Abdelhamid Abaaoud, el presunto cerebro de los atentados de París, le muestra sonriente al volante. La imagen está sacada de un vídeo en el que el terrorista, al que ahora se da por muerto en la redada de Saint Denis, conduce una furgoneta que arrastra varios cuerpos en algún lugar de Siria. ¿Por qué entonces lleva un gorro afgano?

Abdelhamid Abaaoud AP

Abdelhamid Abaaoud. / AP

El uso entre los yihadistas del pakol, ese símbolo de Afganistán que popularizó en Occidente el asesinado Ahmad Shah Masud, es un recordatorio del origen del gravísimo problema que afrontamos. Abaaoud, belga de origen marroquí, apenas era un bebé cuando en medio de la rivalidad de la guerra fría Estados Unidos y sus aliados recurrieron a los islamistas para frenar el avance soviético en aquel país asiático durante los años ochenta del siglo pasado.

No fue la única experiencia. Ya en Egipto Sadat estaba usando la misma técnica para parar a los izquierdistas y más tarde Israel cometería el mismo error con Hamas frente a la OLP. Pero fue la guerra de Afganistán la que sembró las semillas de un islamismo violento, ahora llamado yihadista. Es decir, Bin Laden, los árabes-afganos y Al Qaeda. Con todo, las semillas no crecen sin condiciones adecuadas.

Oigo a menudo en los países en los que trabajo, y también en las redes sociales, la simplificación de que “Estados Unidos (o Arabia Saudí) ha creado el ISIS”. Sin duda, esos países (y otros) han cometido errores gravísimos que han contribuido a su florecimiento. Pero como ha explicado el politólogo libanés Ziad Majed, el ISIS “tiene muchos padres”.

Además de los evidentes, invasión estadounidense de Irak en 2003 y extensión de las redes salafistas de la mano del dinero saudí, Majed destaca las décadas de despotismo en Irak y Siria, la intromisión regional de Irán, la creencia en que unas ideas religiosas del siglo VII pueden resolver los problemas modernos y un entorno de violencia. Apuntar el dedo en una u otra dirección no resuelve nada. Reconocer la compleja paternidad del monstruo tal vez ayude a entender que no es ni con más guerras, ni apoyando a déspotas, como puede terminarse con él.

El País

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