Ángeles Espinosa

París eclipsa el dolor de Bagdad

Por: | 20 de noviembre de 2015

¿Imaginan que atentados como los que sufrió París el viernes se repitieran con asiduidad? La primera reacción es que no habría ciudad que lo aguantara. Bagdad, la capital de Irak, lleva 12 largos años sufriendo una semana sí y otra también, a veces incluso varias veces en un mismo día, el mismo tipo de violencia indiscriminada. En el mes de octubre, el último del que hay cifras, la ONU contó 298 civiles muertos y 852 heridos sólo en el gran Bagdad (la cifra se duplica para todo Irak).

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Mapa de los coches bomba que han explotado en Bagdad desde 2003.

Durante las 24 horas que precedieron al ataque terrorista de París, el autodenominado Estado Islámico (ISIS en las siglas en inglés) también asesinó a 43 personas (más 250 heridas) en un doble atentado en Beirut y a 19 (más 40 heridas) que asistían a un funeral en Bagdad. Pero sólo las atrocidades de la capital francesa han ocupado los titulares de los medios internacionales y movilizado a los líderes del mundo.

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El lugar del atentado del día 13 en Bagdad, en una imagen difundida por Internet.

En Oriente Próximo se ha destacado el distinto tratamiento informativo de Beirut y París. Bagdad apenas si se menciona de pasada en las redes sociales. A pesar de estar en la línea de frente de la lucha contra el ISIS, o quizá por eso, el sufrimiento de sus habitantes parece asumirse como ¿inevitable? ¿menos valioso?

“¿Por qué los atentados de Bagdad y Beirut no fueron un ataque a la humanidad?”, preguntaban algunos tuiteros a @POTUS, el identificativo del presidente de EE UU. Barack Obama había empleado esa expresión al reaccionar a los ataques de París que dejaron 129 muertos.  

La diferencia se explica sólo en parte por la conocida ley del interés informativo: mayor cuanto más raro y cuanto más cerca. “Son los primeros ataques de esta envergadura en Francia”, escribió Issa Goaraieb en el periódico libanés L’Orient Le Jour. También es un hecho que marcan un cambio cualitativo en la amenaza que el grupo representa para Occidente. Pero más allá de esa constatación, son numerosos quienes sienten que, como declaraba la periodista angloindia Sarakhshi Rai a la BBC, “Occidente se indigna de forma selectiva”.

En lo que va de año, decenas de atentados han sacudido Irak, Afganistán, Siria, Turquía, Afganistán, Pakistán, Egipto, Yemen, Nigeria, Kenia, Camerún, Somalia, pero sólo tras París Obama dijo que era “un ataque contra la humanidad”; los monumentos de medio mundo se iluminaron con los colores de la bandera francesa, Facebook activó su botón de chequeo de seguridad y Twitter se llenó de #noussommesfrançais.

Los datos también respaldan esa percepción. Según el último Índice de Terrorismo Global (referido a 2014), el 78% de todas las muertes y el 57% de todos los atentados ocurrieron en tan sólo cinco países: Afganistán, Irak, Nigeria, Pakistán y Siria. Ninguno es europeo. Irak continúa siendo el más afectado, con 9.929 muertes por ataques terroristas, el nivel más alto jamás alcanzado en un solo país.

¿Tienes lo que hay que tener?

Por: | 19 de noviembre de 2015

Reconozco que me quedé perpleja ante la pregunta. No se trataba de mi jefe antes de enviarme otra vez a la guerra. Tampoco era el reto de una amiga para pincharme a llegar más lejos en una aventura. El desafío provenía de la propia pantalla de mi ordenador. Dentro de una pequeña ventana con la silueta de un candado sobre un PC se leía: “Do you have what it takes to defend, protect, build? Apply Now” (¿Tienes lo que hay que tener para defender, proteger, construir? Inscríbete Ya).

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Captura de la pantalla con el anuncio de la NESA.

Al principio dudé. Soy muy desconfiada para todo lo que sean invitaciones de desconocidos. Y más cuando se trata de Internet con el riesgo de virus, robo de datos y todo tipo de trampas online. Sólo abro correos de remitentes contrastados y nunca pincho en los anuncios que aseguran que he ganado un montón de millones a la lotería. Ese mismo día, incluso dejé sin abrir un sitio que se citaba en el reportaje sobre Anonymous en este mismo periódico cuando me pidió que diera mi conformidad a no sé qué advertencias y condiciones.

Pero me pudo la curiosidad. Al fin y al cabo, la ventana en cuestión había aparecido al abrir una página del diario The National de Emiratos Árabes Unidos (EAU). Este país tiene un acceso a Internet muy… controlado, así que pensé que no se trataría de una estafa cibernética, sino más bien de algún ingenioso anuncio. 

Las dos cosas. Ingenioso y anuncio. También algo más. Después de haberlo pensado dos veces y media, di al botón. Me llevó directamente a la página de LinkedIn de NESA, la National Electronic Security Authority, o Autoridad Nacional de Seguridad Electrónica de EAU, que al parecer está reclutando personal. Allí se describe a esa organización como el departamento responsable de “desarrollar la ciberseguridad del país, expandir la educación cibernética y crear una cultura colaborativa basada en la innovación y la tecnología de la información”.

Algo muy interesante, y que a la vista de las declaraciones del embajador Alberto Fernández, exdirector del Centro Estratégico de Contraterrorismo de EE UU, que ha recogido mi colega José María Irujo, me hace pensar que tiene más profundidad que un mero anuncio laboral. Indica que las autoridades de Abu Dhabi, muy sensibles a los asuntos de seguridad, han comprendido dónde se prepara la guerra del futuro (en el ciberespacio) y están trabajando ya para que no les pille desprevenidos.

“NESA está comprometida con la protección de las infraestructuras de nuestro país frente a las amenazas cibernéticas, mediante el uso de las últimas innovaciones tecnológicas y el establecimiento de estrategias y políticas de seguridad”, explica el texto que anima a los potenciales interesados a solicitar empleo. La página de LinkedIn dice esta agencia gubernamental, fundada en 2012, tiene “entre 1.001 y 5.000 empleados”. Todos serán pocos si los temores de Fernández llegaran a hacerse realidad. 

 

 

 

Taxi Teherán

Por: | 05 de noviembre de 2015

No sé cómo resuelve Jafar Panahi el problema del tráfico en Teherán. Aunque estoy al tanto del estreno de su película Taxi en España y otros países europeos, aquí en Irán está descartado que se exhiba. Claramente, a las autoridades iraníes no les ha agradado el Oso de Oro con que se le ha premiado este año en Berlín. Sobre el cineasta pesan “20 de inhabilitación para hacer cine, viajar al extranjero o conceder entrevistas”. Así que ni he podido ver la cinta, ni preguntarle al director.

De lo que puedo dar testimonio es que el tráfico infernal de la capital iraní no es otro estereotipo más sobre esta ciudad ruidosa y contaminada. El lunes tuve que cancelar por ese motivo una cita con un joven empresario con el que iba a tomarme un café y a hablar de cómo evolucionan los negocios ante la inminencia del levantamiento de las sanciones.

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Uno de los característicos taxis amarillos, en la calle Jordan de Teherán. / Á.E.

Había subido al taxi a las seis de la tarde para estar segura de estar a las siete al lugar convenido. En condiciones normales, se llega en media hora, pero 45 minutos después apenas habíamos recorrido una cuarta parte del camino y el conductor me dijo que aún tardábamos dos horas más. Alarmada, llamé a M., quien a su vez acababa de bajarse de un taxi después de una hora y media de avanzar a paso de pulga, y caminaba hacia el café aun sabiendo que llegaría tarde. Decidimos dejarlo para otro día.

Lo peor es que no se trata de algo inusual. La víspera fue un diplomático iraní quien me llamó  para cancelar después de un par de horas encerrado en su coche y sin haber logrado acercarse al lugar donde íbamos a encontrarnos. “Somos capaces de alcanzar un pacto nuclear e incluso tal vez de resolver el conflicto sirio, pero no logramos arreglar el tráfico”, ironizó dando prueba de su buen talante.

“Quizá debiéramos haberlo incluido en las condiciones para el levantamiento de las sanciones”, bromea  a su vez un diplomático europeo.

No es ningún chiste. En mi caso, las entrevistas pueden esperar o al menos no se trata de cuestiones en las que se juegue un importante contrato o un puesto de trabajo. Para los residentes en la capital supone, sin embargo, una pérdida de tiempo y un desgaste de nervios que termina teniendo un impacto en su productividad y, por descontado, en su humor.

Aviso a quien quiera hacer negocios en Teherán: Vengan armados de paciencia y eviten las citas entre las cinco y las ocho de la tarde. A no ser que vayan a tener de taxista a un Panahi, que les garantice un par de horas de lo más entretenido.

 

¿Fin del luto en Irán?

Por: | 01 de noviembre de 2015

Nada más entrar en el restaurante me sorprende la música disco y el ambiente festivo. Aunque es primero de noviembre no me espero que en Teherán celebren el día de los muertos, pero estamos en el mes de Moharram del calendario islámico, un período de luto entre los chiíes, con un espíritu similar al de la Semana Santa católica. En respeto a los usos y costumbres locales, no he incluido en la maleta ninguna prenda de colores vivos ni el pañuelo rojo con el que intento vencer mi aversión a tener que cubrirme la cabeza.

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Aspecto de un restaurante de Teherán, el pasado viernes por la noche. / Á.E.

Debo de ser más papista que el Papa. Las iraníes lucen sin complejos todos los colores del arco iris. Por no hablar de sus brillantes cabelleras negras escapando rebeldes por debajo del fular. La banda sonora prosigue con canciones occidentales de corte romántico e incluso, anatema, alguna de ellas cantada por una voz femenina que no acierto a distinguir entre el jaleo del garito.  

“El Moharram ya no es lo que era”, me dice la amiga que me acompaña, con un gesto entre incrédulo y satisfecho.

Tradicionalmente este mes y el siguiente de Safar estaban consagrados al duelo por la muerte del imam Husein, nieto de Mahoma y figura clave del islam chií. Nada de bodas, ni de celebraciones; solo rezos y recogimiento. En las oficinas gubernamentales, los hombres visten camisas negras y las mujeres acentúan más si cabe el austero uniforme islámico que constituye la forma aceptable de presentarse en público. Lo que era una costumbre de los más piadosos se convirtió en política oficial con el advenimiento de la República Islámica tras la revolución de 1979.

El sentimiento luctuoso que transmiten las procesiones de Ashura, los primeros diez días de Muharram, se extendía a toda la sociedad. Como si divertirse y ser feliz fuera pecaminoso. Ya no más. Muchos iraníes atribuyen el actual relajo social al reciente acuerdo nuclear con las grandes potencias. Pero hace tiempo que el cambio generacional (el 60% de la población ha nacido después de la revolución y un 65% es urbana) parece estar dejando atrás ese énfasis en el sufrimiento.

La música no está prohibida. Es sólo una tradición. Como el que no se celebren bodas durante estos meses. No hay una ley que lo impida”, me explica un iraní conservador que ve con cierta aprensión los cambios.

En el imaginario popular, hay quien considera que da mala suerte casarse o celebrar algo en estos meses de luto. Tal vez por ello a los más inmovilistas no les importe que quienes quieren abrir Irán al mundo festejen por adelantado un éxito que aún tiene que materializarse.

Nevadas a la carta en Dubái

Por: | 02 de octubre de 2015

Está en la naturaleza humana soñar con el sol durante el invierno y con la nieve en los meses en los que el calor aprieta. Pero hay lugares en los que la gente no se conforma con soñar. En Dubái, incluso se han acostumbrado a hacer realidad los sueños. Ya ha dejado de ser noticia su pista de esquí a pesar de que la temperatura del emirato rara vez baja de los 25º C y durante medio año se acerca a los 50º C. Ahora algún avispado que sabe de la querencia de los emiratíes por los climas fríos, les ofrece tener una habitación nevada dentro de casa.

Sí, como lo leen. Yo también puse esa cara de sorpresa cuando esta semana leí la noticia en The National. Y si no hubiera estado tan ocupada con la toma de la ciudad afgana de Kunduz por los talibanes, se lo hubiera contado antes por si acaso alguno se anima. Ese diario emiratí aseguraba que “el cuarto de la nieve es lo último”.

 

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El cuarto de la nieve, según una imagen de la web de su fabricante.

Si usted tiene en su casa una habitación de entre seis y doce metros cuadrados que no utilice para nada, puede convertirla en su propia “sauna de nieve”. Eso le permitirá notar el frío del invierno en pleno verano (todo el año en este país cuyas únicas estaciones son el verano y el infierno), y lo más llamativo, sentir los copos blancos cayendo sobre su piel, aunque una sospecha que tendría que ponerse el abrigo para entrar en esta sofisticada nevera.

El invento incluye un sistema automático de producción de “verdadera nieve, suave y esponjosa” a partir de aire y agua, los 365 días del año. La temperatura se mantiene de forma constante entre los -18º C y los -15º C.

La idea es de una compañía de Dubái que se llama Desert Snow y se especializa en “efectos de invierno” para “agencias de eventos, compañías de cine y televisión, tiendas, promotores y clientes privados”. El cuarto de la nieve es la última adición a su web en la que se ofrece como “el complemento perfecto para cualquier balneario, spa o residencia privada”. Y no es sólo un lema publicitario, además de en tres hoteles, la empresa ya ha instalado dos en sendas casas particulares.

Claro que para ello, además de disponer de esos metros cuadrados de sobra, también hay que poder desprenderse de un mínimo de 100.000 euros (400.000 dirhams) para el proyecto más sencillo. A partir de ahí, no hay límite; todo depende del tamaño de la habitación, el diseño, las rocas o árboles que quieran instalarse para completar el capricho. No hay nada como tener dinero y no saber en qué gastarlo.

 

Esteva trae los Djinns de Socotra a Dubái

Por: | 16 de septiembre de 2015

La sola mención de Oriente Próximo evoca para la mayoría conflictos y problemas sin fin. Entre los países más castigados por esos males destaca Yemen, el hermano pobre de la región. A los daños humanos y materiales de la guerra, se añade algo más imperceptible pero igual de cruel: la desaparición de las costumbres y tradiciones que lo hacían único. Sólo la documentación de esos usos permite salvaguardar la memoria. Middle Easterns Talks, la exposición con la que la galería The Empty Quarter de Dubái abre el nuevo curso, pone su granito de arena con las imágenes de Jordi Esteva (Barcelona, 1951) sobre “la tierra de los Djinns”, esas criaturas supra naturales de la mitología árabe preislámica.

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Una de las fotografías de Esteva sobre Socotra.

“Las fotografías de Jordi adquieren un especial valor en este momento”, declara Safa al Hamed, la galerista, durante la inauguración. Se refiere a la campaña militar para frenar a los rebeldes Huthi que una coalición liderada por Arabia Saudí lanzó a finales del pasado marzo y en la que su país, Emiratos Árabes Unidos, ha sido especialmente activo. Las imágenes, en el marco de una exposición que también incluye paisajes de otros lugares de la península Arábiga captados por artistas locales, constituyen justamente un contrapunto a las escenas de violencia que ofrecen las pantallas.

Esteva, autor de Los árabes del mar, viajó en septiembre de 2011 a Socotra, una isla yemení del océano Índico que por su alejamiento de la costa continental y falta de bahía natural ha logrado preservar su naturaleza única (y aún al precio del atraso, también la ha librado en gran medida de las luchas tribales, políticas y geoestratégicas que están destruyendo el resto del país). De aquel viaje, salió además del libro Socotra, la tierra de los genios, una colección de imágenes que no sólo reflejan unos paisajes extraordinarios, sino una forma de vida que desaparece.

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Esteva (a la derecha), junto a un visitante de la exposición, ante una de sus fotos de dragos. / PEPE TOLEDO

Toda la magia del ambiente queda atrapada en el blanco y negro de las fotografías, en las que la aridez de las montañas Haghier contrasta con la belleza de los dragos, también llamados árboles dragón, que son endémicos de Socotra. De igual forma, los lugareños ponen el contrapunto a la dura naturaleza de la isla. Además, las imágenes de Esteva cobran vida en un vídeo resumen de su documental Socotra: the land of Djinns, que va a estrenarse en 2016.

 

 

 

Melenas al viento en Teherán

Por: | 03 de septiembre de 2015

La policía de tráfico de Teherán ha anunciado que va a confiscar los coches conducidos por, o en los que viajen, mujeres “mal veladas”. Es decir, de las que dejan caer el pañuelo para mostrar el flequillo o incluso, horror, la cabellera entera en contra de la ley iraní que exige cubrirse a todas las mujeres dentro del país. Que no cunda el pánico. Estoy convencida de que no va a llegar la sangre al río y que, como tantas otras peculiares normas iraníes, lo más probable es que nunca se ponga en práctica.

¿Por qué no me lo creo? En principio, porque no tendrían ni policías ni plazas de aparcamiento suficientes. En mis últimos viajes a Teherán, he visto como ha crecido el número de mujeres (de todas las edades) que han reducido el mal llamado “pañuelo islámico” a un chiste. No es ya que se haya convertido en un accesorio de moda, es que, salvo en los centros oficiales donde aún impera el severo maqnae (una especie de toca de monja), pasa más tiempo sobre los hombros que sobre la cabeza. Dentro del coche, ni se molestan en ponérselo.

Tanto es así que en una salida a cenar con unas amigas, el camarero ni se inmutó cuando le pedimos que nos hiciera una foto e instintivamente nos quitamos los (poco favorecedores) pañuelos. Gran parte de la clientela femenina de la cafetería parecía llevar cintas de pelo en vez de fulares…

Pero sobre todo, mi escepticismo surge de la propia advertencia del jefe de la policía de tráfico, de la que se deduce que la ley ya existe y obviamente no se aplica.

“Si una persona en un coche lleva mal el velo o se lo ha quitado, el vehículo será requisado de acuerdo con la ley”, ha dicho el general Teymur Hoseini, citado por la agencia ISNA.

Y si no se aplicaba hasta ahora, ¿por qué habría de hacerse a partir de hoy? Me da la impresión de que a medida que las noticias que llegan de EEUU apuntan a que el Congreso va a aprobar el acuerdo nuclear, los ultraconservadores iraníes se están poniendo cada vez más nerviosos. Sólo así se explica la ristra de noticias relativas a la represión social de los últimos días. A través los centros de poder que controlan (como la policía o la judicatura), tratan de reafirmarse y atemorizar a una población que ansía ver abrirse las ventanas.

El martes, un responsable policial dijo haber procedido a incautarse de prendas de vestir “con las banderas de Estados Unidos y el Reino Unido”, además de la detención de sus distribuidores. Es posible que algunas de las decenas de miles de camisetas que Irán importa de China (la liberalización promovida por Ahmadineyad se terminó de cargar la industria textil local) pudieran tener esas enseñas, al igual que se ve en otros lugares del mundo. Lo que no parece es que hubieran llegado a ser tendencia.

“Me sorprende mucho porque ninguno de mis alumnos ha aparecido con una de ellas en clase”, confía una profesora de una academia privada, donde las modas no pasan desapercibidas. (En los centros oficiales, las alumnas y los alumnos deben atenerse a las estrictas normas vestimentarias).

En una nueva pataleta de los sectores inmovilistas, la agencia France Presse informaba ayer de una quema de banderas “enemigas” (es decir, de Israel, EEUU y Reino Unido) por parte de un grupo de basiyis, los voluntarios islámicos que defienden las esencias de la revolución de 1979. El incidente se produjo frente al edificio de la antigua Embajada norteamericana, donde se había convocado la inauguración de un mural con los cien nombres que el ayatolá Jomeini, el fundador de la República Islámica, dio a EEUU: gran Satán, corruptos, criminales, arrogantes… En total, una treintena de personas participaron en el evento, en una ciudad de 15 millones de habitantes. Significativo.

 

 

Irán quiere conquistar el cielo

Por: | 01 de septiembre de 2015

Rara vez abro correos si no conozco su origen, pero esta vez he caído en la tentación.  El asunto decía “SkyGift”, así en inglés, y luego en persa “nuevo sitio de prueba”. Tal vez fue esa mezcla la que me llamó la atención. Sin duda, deformación profesional hacia todo lo que pueda estar relacionado con Irán.  Enseguida he visto que no se trataba de un email basura.

“Estimados miembros del club de viajeros frecuentes SkyGift”, empieza el mensaje. Rápidamente, me he acordado. En una ocasión cuando vivíamos en Irán, mi marido y yo compramos un billete de avión, no recuerdo si para Bam o para Bandar Abbas,  y la empleada de Iran Air, la aerolínea de bandera, sugirió que nos hiciéramos miembros de su programa de puntos.

Solíamos evitar Iran Air en los trayectos internacionales, en parte por lo viejo de su flota y en parte por su escasa oferta de horarios. Pero dentro del país, todavía no había la proliferación de compañías aéreas que llegaron después y, además, ellos tenían más vuelos. En cualquier caso, nos hizo gracia el intento de emular a las grandes líneas internacionales hasta en ese detalle. Nos registramos.

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Un avión de Iran Air despegando del aeropuerto de Mehrabad, en Teherán. / Airlines.net

Poco después recibimos en nuestro domicilio de la calle Golshahr (el correo funcionaba muy bien) sendos sobres con las respectivas tarjetas y un folleto que indicaba las condiciones y refería a una página web. Entre aquellas, que los vuelos nacionales no generaban puntos. En cuanto al sitio en internet, como era habitual entonces, no funcionaba.

Había olvidado el asunto cuando este mensaje me pide “sinceras disculpas por el retraso en el lanzamiento de la nueva versión del club SkyGift”. Sólo han pasado ocho años… Pero claramente, el reciente acuerdo nuclear y las expectativas de una renovada actividad turística y empresarial están sacudiendo todos los rincones de la anquilosada administración iraní.

Entre las primeras necesidades (y promesas) de la normalización de relaciones de Irán con el mundo, se encuentra la renovación de su flota de aviones civiles. Bajo los términos de las sanciones estadounidenses (que precedieron a las motivadas por su empeño nuclear), el país lleva tres décadas sin poder adquirir ni siquiera piezas de repuesto para sus viejos Boeing  y Airbus, lo que le hizo comprar aparatos rusos menos fiables y se cita como causa de sus numerosos accidentes aéreos.

De momento, la web para pasajeros frecuentes es una “versión beta”, o de prueba, y la carta pide la colaboración de los miembros para mejorarla. Significativamente, entre los monumentos cuyos perfiles acompañan al de la plaza de Azadi de Teherán se halla el Big Ben de Londres, cuyo Gobierno era tachado hasta ahora de “pequeño Satán” por la propaganda oficial. No aparece ningún símbolo de EEUU, el “gran Satán”. Aún es pronto para anunciar un vuelo directo a Nueva York, pero por algo se empieza.

Nadie hace Ramadán

Por: | 09 de julio de 2015

“Lamento no poderles ofrecer algo, pero estamos en Ramadán”, se disculpa un director general al que Ali Falahi, el colaborador de EL PAÍS en Irán, y yo estamos visitando. Es casi el único que hace tal comentario. La mayoría de los entrevistados durante este especialmente cálido mes de ayuno musulmán obvian el asunto e incluso, en un par de casos, insisten en que tomemos algo, aunque ellos eviten hacerlo. “¿Prefieren un té, un café, algo fresco?”, preguntan. La cortesía se impone a un precepto religioso que cada vez menos iraníes respetan, al menos en Teherán.


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Datiles y frutos secos son los alimentos favoritos para romper el ayuno de Ramadán. / Á.E.

No es cosa de las élites occidentalizadas. Si acaso entre estas se mantienen las formas en público. Lo que me ha llamado la atención es la normalidad con la que la gente se echa un trago de agua en medio de la calle. No es sólo por las altas temperaturas. También hay quien come, e incluso que echa un pitillo, sin que a su alrededor nadie se inmute.

Durante los años que residí en esta ciudad, entre 2005 y 2011, ya me percaté de que el Ramadán se vive de forma mucho más relajada que en otros lugares de Oriente Próximo. Casi todo el mundo parecía tener una justificación médica o de otro tipo para saltarse la abstención que requiere el islam. En El Cairo o en Gaza increparon a personas con las que me encontraba por mascar un chicle o fumar. Tampoco aquí vi nunca los excesos festivos que acompañaban el iftar, la comida de ruptura del ayuno, en la capital egipcia.

Aunque los restaurantes están cerrados durante el día, de forma discreta, en los parques o en los coches, es posible echar un bocado. Además, el trasiego de las panaderías a la hora del almuerzo, en un país en el que el pan se toma recién salido del horno, parece indicar que en muchos hogares no se altera el horario de comidas. Hasta ahí ninguna sorpresa. Este país siempre ha tenido una cara privada distinta de la pública.

La cuestión es que ahora los iraníes, al menos en Teherán, dan la impresión de no dejarse intimidar ni por la norma (saltarse el ayuno está castigado con una multa y hasta con latigazos en algunos casos) ni por la presión social. Si el señor S. esconde el cigarrillo cuando ve llegar a su yerno por la calle Vali Asr es porque teme que con él venga su hija que le reñiría si le ve fumando, no porque estemos en Ramadán.

Durante un paseo la mañana del miércoles por las faldas del Tochal, uno de los montes que separan la capital iraní del norte del país, los caminantes llevan las botellas de agua en la mano cuando podían haberlas metido en sus mochilas. Toda una declaración de intenciones. Un poco más abajo, en la plaza de Tajrish, varios hombres de atuendo modesto que descansan a la sombra de unos árboles en el parterre, tienen extendido el sofre (mantel) con restos de comida y latas de refrescos. Al lado, en la parada de taxis, varios conductores están bebiendo té. También en el hotel en el que me alojo he visto como algunos empleados comen con la mayor naturalidad.

Los hoteles mantienen un restaurante funcionando para los clientes. Además de quienes no sean musulmanes, los viajeros, las embarazadas, los enfermos y los niños están exentos del ayuno. Incluso en los de provincias me cuentan que cuelgan pancartas de las fachadas anunciando que tienen abierto el comedor para los viajeros. Una vez dentro, nadie pregunta.

En realidad, la norma es bastante flexible y depende de la decisión de cada cual. Sin embargo, en muchos países el uso político de la religión como instrumento de control social la ha convertido en un delito. También en Irán, que se rige por la Sharia, o ley islámica. Pero la sociedad está harta de imposiciones.

Incluso las autoridades parecen haber comprendido que todo tiene un límite. En algunas estaciones de metro, han colocado un panel a modo de biombo ante la fuente de agua para que quienes beban no ofendan a aquellos que hacen el sorprendente esfuerzo de abstenerse durante las catorce horas y media de luz solar. Todavía hay muchos iraníes que ayunan, por supuesto. Lo que cada vez es más difícil es pretender que todo el mundo comparte la necesidad de hacerlo. Fin

 

La mujer de Zarif y el yerno iraní de Kerry

Por: | 04 de julio de 2015

Si Irán tuviera revistas del corazón, esta semana hubieran tenido difícil elegir entre dos portadas: la mujer de Zarif o el yerno iraní de Kerry. A falta de noticias más jugosas que llevarse al ordenador, los periodistas encargados de las (eternas) conversaciones nucleares se entretienen con los detalles. Y los detalles a veces importan.

Pongamos por caso la presencia en Viena de Maryam Imanieh, que es como se llama la mujer del ministro de Exteriores y jefe negociador iraní, Mohammad Javad Zarif. Para sorpresa de la tropa informativa congregada en el palacio de Coburg, Imanieh acompañaba a Zarif el martes a su regreso de una visita relámpago a Teherán para “consultar con el liderazgo”. Dado que no es previsible que el ministro tenga mucho tiempo para pasear por Viena con su esposa, resulta inevitable preguntarse qué mensaje quieren transmitir.

Zarifa en ViennaImanieh, la esposa de Zarif (derecha), habla con una mujer sin identificar durante un evento en Teherán.

Es un gesto bastante inusual que los altos cargos iraníes viajen acompañados de sus esposas y más aún, que de hacerlo, éstas tengan visibilidad. De hecho, los comunicados oficiales y los medios iraníes cuando tienen que mencionar alguna actividad suya, no las citan por su nombre sino que se refieren a ellas como “la esposa del ministro tal o cual”. Pero Imanieh no es de las que se quedan sentadas en la habitación del hotel esperando el regreso de su guerrero. La isfahaní, que tiene 53 años (dos menos que su marido), es conocida por su afición a la poesía mística y a la música.

Dado que Zarif es un hombre muy ducho en el trato con los medios de comunicación y el uso de las redes sociales, una no puede evitar pensar que la presencia de su media naranja en el tramo final de las negociaciones tiene mensaje. Por un lado, evoca un lado más suave de un país con un problema agudo de imagen. Por otro, anima a pensar que el ministro confía en lograr el esperado acuerdo, un momento histórico en el que desea tener a su lado a la persona más importante de su vida. Al fin y al cabo, es la madre de sus dos hijos, una chica y un chico, ambos nacidos en Nueva York, donde se encontraba destinado.

Esa experiencia americana ha contribuido sin duda a facilitar el deshielo con su homólogo, John Kerry, representante de un país con el que Irán no tiene relaciones diplomáticas desde hace 35 años. Eso, y el yerno iraní de Kerry, mi sugerencia de portada alternativa para las inexistentes revistas del corazón locales.

Los medios iraníes han descubierto que Vanessa Bradford Kerry, la hija menor del secretario de Estado con su primera esposa, está casada con un neurocirujano de origen iraní. En un país que no reconoce la doble nacionalidad, pero que abraza como propios a los triunfadores de una diáspora que no ha sido capaz de retener, Behrouz Nahed se ha convertido en un punto a favor de su suegro. El doctor Nahed, conocido como Brian entre los amigos, es hijo de iraníes de Teherangeles y se casó con la doctora Kerry en 2009. Algunos rumores aseguran que antes visitaron Irán juntos…

¿Hay o no materia para un Hola iraní?

 

Sobre la autora

lleva dos décadas informando sobre Oriente Próximo. Al principio desde Beirut y El Cairo, más tarde desde Bagdad y ahora, tras seis años en la orilla persa del Golfo, desde Dubái, el emirato que ha osado desafiar todos los clichés habituales del mundo árabe diversificando su economía y abriendo sus puertas a ciudadanos de todo el mundo con sueños de mejorar (aunque también hay casos de pesadilla). Ha escrito El Reino del Desierto (Aguilar, 2006) sobre Arabia Saudí, y Días de Guerra (Siglo XXI, 2003) sobre la invasión estadounidense de Irak.

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