El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy / El País
Según el diario El País, el Gobierno de España estima que la austeridad resta en 2012 y 2013 un 3,2% del PIB y el plan de reformas del Ejecutivo relaciona la austeridad con una caída en el empleo del 2,7%. Pues bien, en este escenario, el Gobierno acaba de anunciar nuevas medidas de ajuste del gasto público, acompañadas de subidas de impuestos; es decir, más de lo mismo que se viene haciendo en los últimos años, tanto en la recta final del Gobierno de Zapatero como durante todo el mandato de Rajoy. El objetivo es cuadrar las cuentas del Estado, para poder devolver y/o renovar la deuda y pagar año tras año miles de millones de euros en intereses: del orden de los 40.000 millones solo desde el sector público. ¿Se sale así de la crisis? No. Así se acentuará la devaluación interna del país.
Lo único claro de las reformas de Mariano Rajoy es el pavoroso cuadro macroeconómico -el INE ya confirmó que el PIB bajó un 0,5% en el primer trimestre de 2013- y que subirá la presión fiscal, vía impuestos especiales y tasas. En el mejor de los casos, pudiera interpretarse que el Gobierno plantea un escenario conservador para que lo que pueda venir sea mejor, fruto de una nueva estrategia de comunicación, pero tampoco tendría mucho sentido que el Ejecutivo del PP se quemase tanto al asumir que acabará la legislatura con más paro que al comienzo. Además, a estas alturas funciona cada vez menos la herencia recibida.
Esta crisis indomable tiene su origen en dos burbujas —la de crédito y la inmobiliaria— que, al explotar, dejaron millones de familias y empresas sobreendeudadas. Y tanta asfixia frenó las inversiones y paralizó el país, que expulsó al paro a millones de personas.
La clave, cómo producir más y mejor
España tiene un problema de actividad: produce poco y no suficientemente bien. Tanto es así que la economía española encadena siete trimestres en retroceso y, en la comparación anual, el descenso llega al 2%. El debate, por tanto, tendría que estar centrado en cómo producir más y mejor, aunque solo fuera para rellenar el inmenso hueco que dejó la caída de la construcción.
Imaginemos que todo lo que hace el Gobierno está bien y es razonable por razones macroeconómicas, para cuadrar los ingresos y gastos del Estado, siguiendo los arbitrarios criterios impuestos por Bruselas, léase mejor Berlín. Ya es mucho imaginar, pero supongamos que todo eso está bien. Incluso en ese supuesto, el problema seguiría estando ahí: el país no produce ni vende todo lo necesario para dar trabajo a su gente, de ahí que el propio Gobierno admita que acabará la legislatura con más parados que al inicio.
Producir más y mejor sería la solución al desempleo y a los bajos ingresos públicos en un país con déficit fiscal primario, es decir, con déficit ya antes de pagar los intereses de la deuda, lo que implica que el Gobierno de Rajoy gasta más de lo que ingresa. Pero producir más y mejor es algo que se dice pronto pero que requiere tiempo, inteligencia y recursos públicos y privados. No nos engañemos: todavía no estamos en esa fase y la prueba más evidente es que el Gobierno logra adaptarse al escenario de flexibilización del objetivo de déficit público, pero no adopta decisiones que frenen el cierre de empresas, que es lo que mantiene el desempleo por encima del 25% de la población activa.M
Más ajustes, menos sueldos y más impuestos
A todo esto, que no es nuevo, sino más de lo mismo -más ajustes, menos sueldos y más impuestos-, se le suma ahora el problema de las pensiones, pendientes de las conclusiones de la comisión de expertos, pero sujetas a nada bueno. Sea lo que sea, de lo que se trata es de ahorrar dinero, de modo que los españoles tardarán más años en cobrar sus pensiones, que a su vez tendrán menores cuantías.
Cuesta creer que en un escenario así no haya un gran pacto de Estado en España, contando con partidos, sindicatos y empresarios. @J_L_Gomez