Entre las previsiones económicas de las autoridades europeas y las perspectivas empresariales de los directivos de compañías españolas hay un claro paralelismo. Como suele decir en estos casos el economista alemán Carsten Moser, será que a este lado del Atlántico también vale lo que avisó el escritor mexicano Juan Rulfo en otro contexto: “O nos salvamos juntos o nos hundimos separados”.
En la eurozona hay signos de vida para una crisis crónica y en España se percibe que pasó lo peor sin que llegue lo bueno. La Comisión Europea considera que la economía europea toca fondo si bien no asegura la recuperación, y las empresas españolas también sienten algo de alivio, tras caer en ventas, beneficios y empleo, pero dudan de la intensidad de la recuperación. La zona euro ha retrocedido cinco años en PIB y siete años en empleo en su guerra contra la crisis y España lo ha pagado, con creces, en primera línea de combate. Por eso no es de extrañar que haya compañías en este país que, por mucho que digan Guindos o Montoro, todavía aplazan la recuperación económica a 2014 o 2015.
En esta época de crisis, el mercado único debería desempeñar un papel crucial a la hora de sacar a Europa del estancamiento económico; al menos si se quiere que el euro siga con vida y sea la gran moneda de los europeos en un mundo globalizado. Y, en ese sentido, la mutualización de la deuda, es decir, la emisión de eurobonos, sería el camino más sencillo y rápido para conseguir una mayor integración fiscal en Europa, pero la Alemania de Angela Merkel, de momento, poco o nada quiere saber de todo ese plan. Prefiere reiterar su llamada hoja de ruta para España, que solo comprende sacrificios.
Europa, como dijo en su día el presidente Obama, no respondió con la misma celeridad que Estados Unidos cuando afloró la crisis económica. A su vez, España, cuando estalló la burbuja inmobiliaria, no reaccionó con rapidez. Como consecuencia, ha tenido muchos problemas para obtener préstamos en una Europa que a menudo se queda en un grupo de países con libre circulación de moneda y capital humano, una liga de campeones y Eurovisión. Pero si Bruselas –léase Berlín- quiere, todo puede cambiar, ya que el grado de dependencia de lo que ocurre en Europa es decisivo para España. Por eso mismo, para España no es menos importante que para Alemania lo que suceda en sus elecciones generales a la vuelta del verano. Mientras, toca esperar y ver, con el cinturón apretado. @J_L_Gomez