Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.
Este es el año de la reforma fiscal en España. Objetivo: recuperar la recaudación, ya que el Estado a día de hoy se financia con muchas dificultades, de ahí su déficit público y el constante aumento de la deuda acumulada, que sube como la espuma. De esa reforma también dependerá el reparto de la futura financiación autonómica, por ahora aparcada.
¿Qué es lo que ha cambiado de fondo entre los buenos tiempos y la actualidad? Básicamente, el Impuesto de Sociedades, que es donde está el verdadero problema fiscal español, aunque pocas veces se dice.
Si la reforma fiscal se hace bien, es de suponer que –al fin- se le meta mano a la economía sumergida, que en España está en niveles impropios de un país desarrollado: un 22,8% del PIB en el periodo 1999- 2010. En consecuencia, el fraude fiscal es una de las cosas que más alteran la progresividad real del sistema tributario español, ya que provoca una redistribución peculiar desde quienes contribuyen honradamente hacia los que defraudan a Hacienda.
Pero no soñemos. Si se acabase con la economía sumergida y el dinero b, poca reforma fiscal habría que hacer en España, pero como a lo sumo solo se va a reducir unas décimas, hay que ir pensando en las reformas de los grandes impuestos: IRPF, IVA, Especiales y Sociedades. Es decir, que habrá personas y empresas que van a pagar más.
A sabiendas de que la economía española necesita una profunda reforma fiscal, lo que está en juego es el reparto de las nuevas cargas, para lo que sería de desear un gran pacto entre la izquierda y la derecha, de modo que se alcanzara una reforma equilibrada. Sin embargo, parece improbable que haya acuerdo. Con quien sí tendrá que pactar Rajoy la reforma encomendada a Montoro es con Bruselas, obsesionada con que no baje la recaudación. No vaya a ser que los españoles no devuelvan lo que se les prestó.
De momento, los últimos ajustes fiscales recayeron en los más débiles, que están en el paro y no siempre con cobertura, y en la clase media, asomada a una caída generalizada de ingresos, tanto por la subida del IVA y del impuesto de la renta como por las rebajas salariales que van llegando con la reforma laboral. Las rentas de capital ya tienen menos motivo de queja.
Una cosa importante a propósito del aumento del IVA: al subir este impuesto aumentan los precios de forma igual para todos, con lo que los beneficiarios de pensiones y rentas bajas ven reducida su capacidad adquisitiva. Italia, que decidió subir el IVA pero bajar el IRPF a las rentas más bajas, podría ser un ejemplo a seguir, según Antoni Espasa y Santiago Sánchez Guiu, de la Universidad Carlos III. De momento, en España lo único que se sabe es que el Gobierno incumplirá la promesa de retirar el alza del IRPF en 2014.
Por lo que respecta al impuesto de Sociedades, centro de las sucesivas caídas de la recaudación durante estos años de crisis, todo parece indicar que sería útil bajar el tipo al 25% y eliminar los beneficios fiscales. En los impuestos Especiales (gasolina, tabaco, alcoholes…) también se pueden hacer retoques pero no aportarán grandes manantiales de dinero. Por tanto, habrá que estar atentos a lo que pase con el IRPF y con el IVA y, ya en menor medida, con el impuesto de Sociedades. Son muchos los riesgos, especialmente para los más desfavorecidos, de ahí la importancia de que cuando menos haya transparencia. @J_L_Gomez