A vueltas con España

Sobre el blog

Este blog tiene por objeto el análisis económico y político, combinado con la aportación de claves informativas de la realidad española. Su autor es un convencido de esa máxima que dice que periodismo es todo aquello que los poderosos no quieren que se sepa y que lo demás es propaganda. En este oficio de contar las cosas, el modo de hacer periodismo puede cambiar pero su esencia siempre es la misma.

Sobre el autor

José Luis Gómez

, gallego de Brión (A Coruña), es columnista de El País y OTR/Europa Press, así como colaborador de TVG, Radio Galega y La Región. Es editor de Mundiario. Fue director de La Voz de Galicia, Capital y Xornal de Galicia, cuya versión digital fundó en 1999. También fue director editorial del Grupo Zeta. Es autor y coordinador de varios libros de economía, entre ellos 'Cómo salir de esta'.

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Muy pendientes de la reforma fiscal

Por: | 22 de enero de 2014

Cristóbal Montoro

Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.

Este es el año de la reforma fiscal en España. Objetivo: recuperar la recaudación, ya que el Estado a día de hoy se financia con muchas dificultades, de ahí su déficit público y el constante aumento de la deuda acumulada, que sube como la espuma. De esa reforma también dependerá el reparto de la futura financiación autonómica, por ahora aparcada.

¿Qué es lo que ha cambiado de fondo entre los buenos tiempos y la actualidad? Básicamente, el Impuesto de Sociedades, que es donde está el verdadero problema fiscal español, aunque pocas veces se dice.

Si la reforma fiscal se hace bien, es de suponer que –al fin- se le meta mano a la economía sumergida, que en España está en niveles impropios de un país desarrollado: un 22,8% del PIB en el periodo 1999- 2010. En consecuencia, el fraude fiscal es una de las cosas que más alteran la progresividad real del sistema tributario español, ya que provoca una redistribución peculiar desde quienes contribuyen honradamente hacia los que defraudan a Hacienda.

Pero no soñemos. Si se acabase con la economía sumergida y el dinero b, poca reforma fiscal habría que hacer en España, pero como a lo sumo solo se va a reducir unas décimas, hay que ir pensando en las reformas de los grandes impuestos: IRPF, IVA, Especiales y Sociedades. Es decir, que habrá personas y empresas que van a pagar más.

A sabiendas de que la economía española necesita una profunda reforma fiscal, lo que está en juego es el reparto de las nuevas cargas, para lo que sería de desear un gran pacto entre la izquierda y la derecha, de modo que se alcanzara una reforma equilibrada. Sin embargo, parece improbable que haya acuerdo. Con quien sí tendrá que pactar Rajoy la reforma encomendada a Montoro es con Bruselas, obsesionada con que no baje la recaudación. No vaya a ser que los españoles no devuelvan lo que se les prestó.

De momento, los últimos ajustes fiscales recayeron en los más débiles, que están en el paro y no siempre con cobertura, y en la clase media, asomada a una caída generalizada de ingresos, tanto por la subida del IVA y del impuesto de la renta como por las rebajas salariales que van llegando con la reforma laboral. Las rentas de capital ya tienen menos motivo de queja.

Una cosa importante a propósito del aumento del IVA: al subir este impuesto aumentan los precios de forma igual para todos, con lo que los beneficiarios de pensiones y rentas bajas ven reducida su capacidad adquisitiva. Italia, que decidió subir el IVA pero bajar el IRPF a las rentas más bajas, podría ser un ejemplo a seguir, según Antoni Espasa y Santiago Sánchez Guiu, de la Universidad Carlos III. De momento, en España lo único que se sabe es que el Gobierno incumplirá la promesa de retirar el alza del IRPF en 2014.

Por lo que respecta al impuesto de Sociedades, centro de las sucesivas caídas de la recaudación durante estos años de crisis, todo parece indicar que sería útil bajar el tipo al 25% y eliminar los beneficios fiscales. En los impuestos Especiales (gasolina, tabaco, alcoholes…) también se pueden hacer retoques pero no aportarán grandes manantiales de dinero. Por tanto, habrá que estar atentos a lo que pase con el IRPF y con el IVA y, ya en menor medida, con el impuesto de Sociedades. Son muchos los riesgos, especialmente para los más desfavorecidos, de ahí la importancia de que cuando menos haya transparencia. @J_L_Gomez

 

España sin Cataluña y Cataluña sin España

Por: | 16 de enero de 2014

La vía catalana por la independencia en Barcelona, el 11 de septiembre de 2013.

La vía catalana por la independencia en Barcelona, el 11 de septiembre de 2013.

Pocas coincidencias hay a día de hoy entre quienes analizan y pronostican el futuro de Cataluña, desde el resto de España y desde la propia Cataluña. Si alguna hay pudiera ser que nada seguirá igual.

Una tendencia dominante fuera de Cataluña suele destacar los inconvenientes de su independencia, al menos a corto plazo, mientras que desde dentro se ven sobrados para afrontarla, incluso quedando fuera de la Unión Europea durante un tiempo. Curiosamente, desde fuera de Cataluña se habla más de cómo sería una Cataluña independiente que de cómo sería España sin Cataluña; tal vez porque es un tema tabú. 

Vayamos por partes, ya que el asunto es complejo y admite matices. La corriente españolista se centra mucho en destacar la gran importancia comercial que tiene para las empresas catalanas el resto de España, siendo con diferencia su principal cliente. Da así por hecho que si Cataluña fuese independiente lo perdería, lo cual equivale a pensar que los niños del resto de España van a dejar de consumir yogures de Danone o Cola-Cao y que sus padres renunciarán a comprar coches de la alemana Seat, lo cual no parece probable, haya o no independencia.

Pero el unionismo se aferra a que de los 15 principales mercados donde venden las empresas catalanas, 10 son comunidades autónomas españolas, y cita ejemplos llamativos: Cataluña vende más a Murcia que a Estados Unidos de la misma manera que vende más a Aragón que a Alemania. Se concluye, pues, que Cataluña disfruta de un superávit comercial con el resto de España de cerca de 22.000 millones de euros anuales, es decir, un 10,5% del PIB catalán, y que eso representa un incremento de la renta per cápita de cada catalán en 2.900 euros al año. Algunos estudios, como el de Convivencia Cívica, van más lejos y advierten de que la independencia supondría una disminución del PIB catalán de un 20%, así como graves consecuencias fiscales.

Paradójicamente, estos datos ya nos acercan a la otra mirada: la de una España sin Cataluña, que pasaría a ser un país muy por debajo de los 40 millones de habitantes, con mucha menos industria y una caída del PIB del 20% que aporta ahora Cataluña, lo que equivale a pensar en una drástica reducción de los ingresos del Estado y en un empobrecimiento que acercaría la España resultante más a Portugal que a Francia. Y mucho más aún si, en ese escenario de descomposición del Estado, imaginamos una previsible independencia del País Vasco, aunque su caso tendría menos consecuencias fiscales.

Tal vez porque estamos hablando de consecuencias económicas y sociales gravísimas –no solo políticas-, ni siquiera los mercados financieros prevén semejante hipótesis, como suele destacar por cierto el ministro español de Economía, Luis de Guindos. De ello podríamos concluir que algo deben de saber los mercados de deuda y de acciones para no descontar ya la independencia de Cataluña. Porque si la independencia de Cataluña llega a producirse, la Bolsa española, al menos de entrada, caerá en picado. Y está subiendo.

Si algo parece aconsejar el sentido común es que el Gobierno de Mariano Rajoy tome nota de todo a tiempo –empezando por considerar que está en juego la quinta parte de su economía- y explore el camino de reformas inmediatas que traigan estabilidad territorial duradera en la línea de un posible Estado federal o algo similar, bien pensado y que finalmente satisfaga a todos. @J_L_Gomez

 

Hay más confianza y ciertas expectativas

Por: | 06 de enero de 2014

Montoro1

Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.

El balance de la política económica española se resume en la caída de los ingresos familiares -el salario mínimo interprofesional de España es la mitad del vigente en Francia-, el aumento del paro, aunque ahora atenuado, y una inflación contenida, salvo en los precios energéticos, de modo que ya sabemos lo que hay que corregir. Y no hablamos de un año, sino de varios, porque a España le costará varios ejercicios compensar los efectos de la crisis. En palabras del presidente del BCE, Mario Draghi“aún no se ha superado la crisis, pero hay señales alentadoras”.

Producir más y mejor sería la solución tanto para el desempleo como para los bajos ingresos públicos, ya que una mayor actividad económica redundaría en beneficio de todos. Pero a falta de esa recuperación se hace imprescindible una reforma fiscal, ya anunciada por el Gobierno. A pesar de los recortes y de la caída de la prima de riesgo, el país sigue teniendo déficit fiscal primario, es decir, entra en déficit ya antes de pagar los intereses de la deuda, lo que implica que el Gobierno de Mariano Rajoy, del PP, también gasta más de lo que ingresa.

Los recortes se han hecho de manera deficiente. A granel. Sin reparar en la diferencia que existe entre el gasto productivo y el improductivo. En parte eso explica que la estructura de la Administración siga igual; es decir, se mantienen todos sus niveles, cuando la crisis era una oportunidad para suprimir, por ejemplo, las diputaciones y el Senado, y concentrar los ayuntamientos.

No se trata de que España tenga un Estado muy grande, una gran economía pública como la francesa en términos de PIB, que no la tiene, sino de que sea eficiente. Dicho de otro modo, si el conjunto de las administraciones públicas fuese eficiente, el Estado podría ser más grande y mejor para todos. Pero Mariano Rajoy ha optado por la poda de todas las ramas, derechas y torcidas, sin cortar –que no podar- las que se ve claramente que estorban. Como dice Carmen Alcaidela economía puede seguir su tendencia al alza, pero los problemas de fondo no dan margen al optimismo.

A nivel más general, tan importante como la austeridad fiscal, que puede ser necesaria, es aplicar incentivos al crecimiento. La reforma fiscal es, en ese sentido, un gran reto, ojalá que compartido con la Oposición, de modo que se acabe con que los más débiles contribuyan a que salgan de la crisis los más poderosos, algo que viene sucediendo con el trasvase de rentas del trabajo en beneficio de las rentas de capital.

¿Bastará con los deberes que hay que hacer en casa? Tal vez no. Según explicó el economista Vicente Martín en Mundiario, la capacidad de realizar  esfuerzos hacia una mayor integración del Viejo Mundo se convertirá en un elemento clave para responder a esa pregunta. No solo en España, sino en toda Europa, el ritmo de generación de riqueza será inferior al de Estados Unidos, donde una menor carga de la deuda doméstica y el aumento de la riqueza sustentarán el consumo.

El contexto es de recuperación débil y baja inflación, por lo que no hay que descartar bajadas de los tipos oficiales o cuando menos el mantenimiento de los niveles actuales, en línea de convergencia con los de Estados Unidos. Otra cosa es que eso se traduzca de inmediato en la financiación a las pequeñas y medianas empresas, todavía agobiadas por dos problemas: la falta de liquidez y los tipos fuera de mercado. La tendencia, con  todo, será a mejor. Del mismo modo que el Estado ya se financia ahora a tipos más bajos, las empresas irán mejorando su financiación.  Hay más confianza y la expectativa es de recuperación. Incluso la deuda externa cae a su nivel nivel más bajo de la crisis@J_L_Gomez

 

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