28 mayo, 2007 - 10:55 - EL PAÍS
Goleada final
El 27 de mayo deparó lo que, en términos futbolísticos, puede calificarse como una goleada antológica. Como indicaba la encuesta del CIS, al final no hubo pelea; apenas la resitencia de Etelvina Andreu en Alicante frente al alcalde Luis Díaz Alperi (a quien tuvo a tiro en todo momento) y el ascenso de Juan Maria Calles en Castellón, insuficiente para derrotar a Alberto Fabra porque el Bloc perdió uno de sus dos concejales. Tampoco el nuevo estilo de Carmen Alborch consiguió hacer mella en Valencia a una alcaldesa Rita Barberá que desbordó sus mejores registros. La derecha aguantó la endeble ofensiva de la izquierda y goleó sin contemplaciones. Ni corrupción, ni urbanismo salvaje, ni nada de nada. Una mayoría social muy amplia se movilizó en bloque y dio un salvoconducto indiscutible a la política, prepotente y demagógica pero también muy contundente y efectiva, de los populares valencianos.
Francisco Camps obtuvo los mejores resultados en 25 años de historia autonómica. Superó, incluso, los niveles de voto de 1983, cuando Joan Lerma ganó las primeras elecciones a la Generalitat en el momento en que el PSOE cabalgaba la cresta de la ola del cambio. El PSPV de Joan Ignasi Pla, incapaz de hacer frente a la agresividad y la falta de complejos del PP en la defensa pública de sus propuestas, ha quedado aniquilado en la brega. Su liderazgo está hecho añicos y la estructura de la organización pide una completa reforma de caras, programas, actitudes e ideas.
La coalición Compromís pel País Valencià, por otro lado, que era la gran esperanza de la izquierda para arañar la mayoría absoluta al PP, no dio la talla. Especialmente grave es la situación para uno de sus componentes, Esquerra Unida, que ha perdido su representación municipal en todas las capitales de provincia. La utilización del debate sobre la negociación del acuerdo electoral con el Bloc para ventilar la lucha de poder interna, que ganó Glòria Marcos con muchas víctimas, y la incapacidad de trasladar al ámbito municipal el pacto han pasado una factura importante. No tanto al Bloc, que entra en las Cortes y, aunque ha visto mermada su presencia en algún ayuntamiento, conserva casi intacto su poder municipal (hoy los nacionalistas son, sin lugar a dudas, la tercera fuerza política valenciana en ese ámbito).
Como vaticinó el periodista Ximo Ferrandis en un libro, L'esquerra al sofà (editorial Bromera), que la mayoría de los dirigentes valencianos se ve que no han leído, "las tres legislaturas de gobierno del PP en el País Valenciano (además de los cuatro mandatos consecutivos en ciudades clave como Valencia y los dos en España) han dado tiempo a la izquierda para sentarse en el sofá y repensarse. A veces con propuestas que se adelantaban a su tiempo y otras, la mayoría, con iniciativas que llegaban tarde a demandas de la sociedad. Unas asincronías que han sido provocadas, casi siempre, por una visión excesivamente orgánica de la política, demasiado pendiente de las luchas internas de los partidos, y por la incapacidad para conectar con las principales inquietudes de la ciudadanía". Concluía Ferrandis en su ensayo que el 27 de mayo de 2007 marcaría la continuidad o el cambio de un escenario político que va más allá de la Comunidad Autónoma Valenciana, "un escenario en el que la izquierda que conocemos estará obligada a reinventarse".
Al final, el PP conserva una de sus piezas más valiosas, junto a Madrid, en el tablero autonómico, lo que dibuja un panorama reñido entre Rodríguez Zapatero y Rajoy para las próximas elecciones generales.