Gran parte de lo que hay que contar de la laguna de Songor, que en lengua local significa "del buen amor", lo ha escrito ya el periodista Ángel Gonzalo en su blog Ghaneantes, aviso para, maravilloso todo él por su retrato de la vida cotidiana en Ghana, con su cara y su cruz. Allí, al lado del mar, en Ada Foah, reside como voluntario desde hace meses, bien duros, y ya se le acaban. “Nadie puede separar a las personas de Ada de la laguna de Songor. Culturalmente, la laguna es parte de las personas de Ada y las personas de Ada son parte de Songor. Define nuestra identidad”. Este es el sentir de la gente del lugar respeto a esa mancha de agua salada de casi 400 kilómetros cuadrados, tan valiosa que es reserva de la Biosfera.
Trabajo en la laguna de Songor, en Ada Foah (Ghana). Fotografía de Alfredo Cáliz.
Todo lo que vimos y vivímos allí fue gracias a Gonzalo y a su compañera Elena Llanos, que nos invitaron a su casa en la desembocadura del Volta (lugar increíblemente hermoso, increíblemente rico y pobre a un tiempo, del que hablaré en otro post) y nos acercaron a esta historia de conflicto entre tradición y desarrollo, entre intereses nacionales y derechos individuales que chocan allí desde hace años.
Ellos nos llevaron hasta la laguna de la mano de algunos pobladores (Albert A., Rebecca Narh., George Selasie, Joseph Tepe y Kofi Larweh), miembros de la cooperativa en defensa de Songor, representantes de las comunidades que habitan alrededor de esta superficie de agua inmensa que deja sal, mucha sal, como rastro generoso en su vaivén. Y no es que lo diga yo. "Nuestra gente cree que la sal es un regalo de Dios", afirman ellos. Todo que produce la naturaleza lo es: las frutas, los peces, el agua... Y con la sal (igual que hacían los ashanti con el oro) se sellaban los acuerdos cuando la gente no sabía escribir; con la sal antaño se pagaba. Era moneda y firma. Garantía.
Gente rica en tradiciones es esta, tan diversa en clanes como en lenguas (por aquí se hablan seis: del hansa al ga, del akan al ewe), con la que nos reunimos en interesante charla. "El mayor problema de la zona es el de la laguna de Songor", afirmaban unánimes, entre sudores (los nuestros), bajo la sombra agradecida del porche de madera de Radio Ada, la emisora local nacida a mitad de los noventa que es como un milagro de democracia en este rincón perdido. Una plataforma de expresión que se ha ido extendiendo por los departamentos del distrito y está abierta para todo aquel que lo desee. Nació, dice Kofi Larweh, el director, por "necesidad de la población, pescadores, agricultores, sin partidos políticos, para apoyar proyectos, campañas y sobre todo para resolver conflictos y promover la paz". Asuntos de lindes, cosechas, disputas; asuntos cotidianos... Y se financian con los anuncios de los funerales, que allí son pura celebración y fiestas de altura. "La laguna es el mayor problema aquí", repite Kofi, "y tenemos que resolverlo de un modo u otro". En ello están.