Bongor es un lugar de paso. Se encuentra en la ruta que une las dos principales ciudades de Chad, la capital política Yamena y la económica Moundou. Todas las mercancías que se mueven entre una y otra pasan por este cruce de caminos. Además está situada a orillas del río Logone, justo enfrente de la ciudad camerunesa de Yagoua. Eso hace que su mercado sea un punto obligatorio de parada.
La ciudad es famosa por su pollo y pescado asados, que desde bien temprano en la mañana se preparan en los muchos puestos que apiñan a lo largo de la carretera nacional. Se pueden comer sin problemas, acompañados quizás de un té bien caliente y muy azucarado que se vende allí mismo y de muchas moscas, pero a estas mejor no hacerles caso. Es normal ver cómo los vehículos que transportan viajeros o mercancías hacen aquí un alto para reponer fuerzas.
Tiene luz eléctrica, que funciona, en el centro urbano, unas cuantas horas por la mañana y otras tantas al anochecer. También cuenta con agua corriente. Además, estos días acaban de instalar fibra óptica para internet, aunque todavía no está conectada. Esta es una de las ventajas de que goza la ciudad por estar en el camino que lleva a los campos de petróleo del sur. Pero la mayoría de sus habitantes desconocen la utilidad de esta novedad.
Hasta 1911, Bongor fue parte del Camerún alemán (que incluía además del actual país que tiene ese nombre, partes de Gabón, Congo-Brazzaville, República Centroafricana, Chad y Nigeria). En 1904, el oficial de colonias alemán Herbert Kund estableció una estación militar cerca de la actual ciudad, a orillas del río Logone. Al final de la Primera Guerra Mundial, Francia incorporó esta región a su colonia de África Ecuatorial.
Los franceses hicieron de Bongor un centro importante de educación. El Liceo Jaccques Modeina educó a muchos de los líderes que lucharían por la independencia de las colonias francesas. También allí se formaron muchos de los maestros y profesores de las escuelas coloniales hasta que en 1959 se creó, también en Bongor, la escuela de magisterio.
El Liceo acaba de ser reformado como parte del proceso de renovación que está viviendo el país. Se tiraron los viejos edificios y se construyeron nuevas instalaciones, solo se ha conservado la parte de la administración. Es una cuestión de fachada. La calidad de la educación sigue siendo muy baja. Me comentan que solo un 15% de todos los alumnos que se presentan a las pruebas de acceso a la universidad aprueban y la mayoría de ellos proceden de las escuelas privadas. Un nuevo liceo ha sido construido en la otra parte de la ciudad, que también cuenta con dos privados.
Durante los años de la colonia, Bongor fue un importante centro de cultivo de algodón. Los franceses impusieron este monocultivo en su colonia. La ciudad contaba con una planta de desgranado de algodón. Todavía hoy, cerca de lo que fue la zona de residencia de los oficiales coloniales, a las afueras del pueblo, mirando al río Logone, se aprecian los viejos edificios semiderrumbados de la factoría. Algunas piezas de maquinaria abandonada siguen allí.
Los franceses pensaron que el único beneficio que podía sacar de un país como Chad era la producción de algodón, por eso, a partir de 1920 la impusieron. Tras la independencia, el gobierno chadiano siguió promocionando este cultivo, que se convirtió en la principal exportación del país. La empresa estatal CottonChad controlaba el monopolio del producto. La caída de los precios del algodón en los años 80 del siglo pasado y la corrupción llevaron a la quiebra a la compañía. El Banco Mundial y la Unión Europea, liderada por Francia, intervinieron para ayudar a esta industria.
En 1999, el gobierno de Yamena estableció un plan de rescate del sector algodonero con la intención de implementar los ingresos de los campesinos que lo cultivan y, consecuentemente, mejorar sus condiciones de vida. Como tantos otros planes, este también se ha quedado en solo buenas intenciones.
Los massas cultivan algodón, al igual que arroz, como medios de obtener dinero que les permita adquirir bienes. Muchos jóvenes se dedican a este cultivo para conseguir el dinero necesario que les permita pagar la dote para casarse o para comprar un arado y un par de bueyes que les ayuden a incrementar su plantación de mijo, que es el alimento base de la zona.
Paseo por lo que fue el pueblo francés. Se ven las ruinas de sus villas y lo que debieron ser los jardines que las rodeaban. Hoy está todo abandonado y comido por la vegetación. Una zona llena de socavones ya que la gente ha excavado la tierra para hacer ladrillos con los que construir sus casas. Un poco más adelante se ven que algunas viviendass han sido parcheadas con cartones, maderas o láminas de zinc, en ellas habitan familias de militares. Entre las ruinas destacan las enormes antenas parabólicas.
A nuestros pies transcurre el Logone. Hay un tráfico de piraguas que transportan viajeros de una orilla a otra, del Chad a Camerún y viceversa, sin preocupaciones por trámites aduaneros. Algunas barcas suben llenas de arena para la construcción y los pescadores echan sus redes en medio al río.
Poco queda del pasado colonial francés en Bongor. Quizás solo el idioma en que se obliga a estudiar a los niños y jóvenes que asisten a la escuela. Pero la población, en su día a día no lo utiliza. La lengua usada para comunicarse entre las distintas tribus que habitan la zona, como en todo el país, es el árabe chadiano.
Ni siquiera el Centro cultural de Bongor, construido por la cooperación francesa recuerda el paso de los colonos por aquí. Un edificio vacío, con un fuerte olor a excrementos de murciélagos donde los distintos directores que ha tenido han ido apoderandose de los ordenadores, proyectores, televisores o libros enviados por la antigua metrópolis.
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