"El camino de regreso a casa es incluso más bello que la misma casa", Mahmoud Darwich.
Encontré la cita hurgando entre papeles. Y recordé que es la que sirve para abrir el libro de Abdourahman A.Waberi, Pasaje de lágrimas (Baile del Sol, Colección África), editado en francés en 2009 y hace un tiempo en castellano (ver semblanza en Casa África). Una historia poética sobre el exilio, el fanatismo y la geopolítica en el Cuerno de África -tan de actualidad casi siempre por el hambre y sólo por el hambre-, y también una homenaje a la figura de un escritor que sin duda Waberi admira, Walter Benjamin. Una obra que emociona desde las primeras líneas, compuesta por cuatro cuadernos y un epílogo, y que teníamos en previsiones en este blog, pero quedó pendiente entre otras muchas, desde hace tiempo (un post al día se nos queda corto). Hoy, que empieza al fin el SILA, el Salón del Libro Africano en Canarias, aunque no sin polémica, es buen momento para recuperarlo (y sobre él y literatura africana seguiremos informando en estos días).
El escritor nació el 20 de julio de 1965 en la capital de Yibuti, allí donde se habla de la "côte française des somalis", de familia modesta. Dejó su país con 20 años para ir a estudiar en Caen y Dijon, en Francia. Escritor y profesor de inglés, es admirador declarado del autor somalí Nuruddin Farah, sobre el que escribió su tesis. Ha publicado una docena de libros desde 1994, de los cuales es representativa la trilogía sobre su país (algo insólito allí). Desde Le Pays sans Ombre (1994), que obtuvo, entre otros, el Grand Prix de novela en francés de la academia belga. Un retrato calidoscópico de un país amenazado por hambres y guerras. Cahier nomade fue el siguiente, Grand Prix Littéraire de l'Afrique en 1996. Y luego Balbala, una novela que recibió el Premio Mandat pour la Liberté del P.E.N Club Français 1998 y fue finalista del Primer Prix Unesco-Françoise Gallimard que ganó la novelista senegalesa Marie NDiaye.
Esto es lo que dice su biografía. Waberi ha sido uno de los becados de literatura (como lo fue en su día Vargas Llosa) en el año 2006 del Berliner Kunstlerprogramm, el famoso DAAD. Después de estancias varias como profesor invitado, ha pasado también por la Academia de Francia en Roma, en Villa Medici. Su obra está traducida a una docena de idiomas (en las imágenes dos portadas, In the United States of Africa, es de 2009). Su vida y obra está recogida en su web homónima.Él mismo nos habla aquí de lo que es su país, Yibuti hoy: apenas 850.000 habitantes y localizado en uno de los puntos geográficos más determinantes del continente.
Dicha asociación fue fundada en 1993 en Barcelona con el fin de promocionar y divulgar en España la literatura de origen africano y asiático. Tema interesante es la noción de lo que conocemos del continente. África, la parte desconocida de Europa, así titulaba la revista El Ciervo entrevistas a tres autores publicada en 2002, realizadas por Daniel Verdú y Jordi Colomer, al hilo precisamente de un acto de Translit. Uno de los escritores, Henri Lopes, dijo aquello de "Somos una parte de vosotros que no conocéis". Y ahí estamos.
Desde mitad de 2011 Waberi escribe un blog en SlateAfrique que se llama como su segundo libro en la trilogía, Cahier Nomade, en el que desgrana sentimientos, acontecimientos, lo que le preocupa e inspira. Lo mismo cuenta sobre el cantante senegalés Awadi y su proyecto, interesantísimo, sobre los presidentes africanos que un día pronunciaron el "I have a dream' al estilo Martin Luther King, que reflexiona sobre lo que siente a dos pasos de la Casa Blanca.
De la película de Awadi nació este vídeo.
Las semillas del título de este post se refieren a Semilla negra, ese apartado o proyecto musical de Casa África que ya lleva lo suyo andado y que es nómada por definición, pues va de uno a otro lado del continente sin pausa. "Dentro del blog de Casa África permite escuchar playlists de música africana en bloques temáticos. Están escritos por el periodista Carlos Fuentes, quizás la persona que más sabe de música africana en España. Te puede proporcionar una maravillosa banda sonora mientras trabajas. Y si nos lo recomendaras algún día, algún capítulo que te gustase, ya sería la pera. Aquí te adjunto, por ejemplo, los links a dos de los cuatro capítulos que hemos soltado (habrá 25 este año, y estamos tan contentos con la respuesta popular y en redes que seguramente renovamos el año que viene). Te paso los enlaces de un capítulo dedicado al jazz en Etiopía y el Cuerno de África, y los del capítulo dos, que habla de la kora, Mali, las orquestas…. Creo que hemos hecho un producto casi adictivo, porque además de escuchar buena música, ésta viene contextualizada, lo que es fantástico", nos dicen.
Así pues, más vale tarde que nunca, ahí van para acompañar este Pasaje de lágrimas... El jazz que vino de África. Y yendo al otro lado del continente, las orquestas de Malí que incluímos por pura reivindicación, la música allí ahora más que nunca, es muy necesaria.
Y para completar es ir y venir valgan las propias palabras de Waberi sobre el nomadismo recogidas en el libro citado publicado por Icaria Editorial en 2003.
Aquí tienen el prefacio.
ELOGIO DEL NOMADISMO
"Uno no viaja para proveerse de exotismo y anécdotas con que adornarse como un árbol de Navidad, sino para que el camino lo desplume, lo enjuague, lo escurra, lo deje como esas toallas, raídas por los lavados con lejía, que te entregan junto con un pedazo de jabón en los burdeles... Sin este desapego y esta transparencia, ¿cómo puede uno esperar hacer ver lo que ha visto?". Así lo dice, y muy bien, por cierto, Nicolas de Bouvier, escritor helvecio, alma nómada y pluma vagabunda. Príncipe de las 'travel writers'.
Contradiciendo el cliché ampliamente difundido, los nómadas no se dedican al vagabundeo. Muy al contrario. Sólo se ponen en movimiento por necesidad, y sólo siguen caminos recorridos muchas veces. A menudo a regañadientes. Siempre en el momento oportuno. Conjugan el movimiento y el arraigamiento, no buscan huellas. Simplemente es una cuestión de vida o muerte. Se trata de evitar el nudo corredizo del hambre. Y también de deslastrarse de toda grasa, de todo lo superfluo, de todas las cosas inútiles. Con un corazón veloz como único viático, una pizca de incredulidad en la comisura de los labios, hay que volar con alas de águila sin preocuparse del tiempo de los relojes de péndulo ni de los de arena. Así pues, desplazarse, trashumar con familia y rebaños no es un lujo, sino una necesidad económica. Ecológica.
Nada tiene que ver con el turismo de masas, con sus chucherías y baratijas, sus sospechosos dioses y sus verdaderos demonios (el capital), sus revistas de papel satinado, sus iconos gastados, su arte de aeropuerto, su palabrería y su desvarío, su cine huero, sus películas Bollywood, sus novelas de estación terminal, su estética 'kitsch', su sonrisa comercial, sus chalés y sus chárteres, sus operadores turísticos, sus pendencieros de poca monta, sus burgueses bohemios, sus prótesis somáticas, su prudencia vaticanesca, su fábrica de sueños desbravados, sus periodistas 'freelance', sus circuitos de aventuras, sus mironas de escaparates, sus tipos de cambio, sus 'rickshaws' y su calderilla, su gente anodina, su burbuja esterilizada, sus cocoteros y sus cielos tórridos, sus afortunadas víctimas de las campañas publicitarias, sus deseos profilácticos, su carne en la acera, sus divagaciones y su aburrimiento, sus escenas pintorescas, sus tipos étnicos, sus trazados rectilíneos, sus sorprendentes viajeros, sus cinco continentes balizados, su falsa primavera y su eterno verano, su bazar de cuatro estaciones, sus músculos juvenilmente tensos, sus vacunas y su cláusula de repatriación, su vellocino de oro, sus arcas perdidas, su Tierra del Fuego, su Atlántida para enanos mentales, sus santos sin sudario, sus deportes de riesgo, sus amables animadores, sus cantantes con trenzas, su mochila y sus pupas, sus serpas del Nepal, sus prendas de ropavejero y sus Ray Ban, su música empalagosa, su cocina insípida, su ponche de coco, sus cubalibres, sus cañas de cerveza, sus ensaladas de frutas exóticas, sus cremas solares, sus eslips, sus bikinis, sus toneladas de basura, su Mickey Mouse y su Che Guevara, sus jornadas temáticas, su azul de los mares, su azul de Grecia, sus álbumes de fotos y su recuerdo de ayer, su chusma en Tijuana, sus esculturas de Zimbabue, sus amores en Capri, su 'french-kiss', su 'french cancán', sus Taj Mahal de pacotilla, sus riberas, sus carreteras, su ascensión al monte Kilimanjaro, sus estados de ánimo bituminosos, su mestizaje dudoso y su fin de la historia, su entusiasmo tan espontáneo como un plato del día, sus objetivos categóricos, su filosofía clo clo, sus yo volátiles y gregarios...
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