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Lola Huete Machado

Todo sigue desmoronándose: la muerte de Chinua Achebe

Por: | 09 de abril de 2013

Autor invitado: Luis Luna (*)

 El 21 de marzo, la muerte nos arrebató a uno de los escritores africanos más influyentes de los últimos años: Chinua Achebe (Nigeria, 1930). Achebe fue, junto a Wole Soyinka, uno de los autores nigerianos más conocido y reconocido en la esfera internacional. Sus obras, especialmente la novela Todo se desmorona, nos traen el habla y los valores de su cultura originaria, la 'igbo', internándose al mismo tiempo en los problemas fundamentales de África, de sus habitantes y de sus creadores.

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La profundidad de sus reflexiones nos hace llegar enseguida el hecho de que estamos ante una obra mayor que debe incorporarse con rotundidad al patrimonio de la cultura universal, si queremos que esta sea lo suficientemente plural y rica como para seguir interesándonos y motivándonos. Pero tardará en reconocerse, ya que África sigue siendo el continente 
postergado del que precisamente se ha hecho eco nuestro autor.

En el mismo Achebe encontramos, además, muchas de las características de su propio continente. Bautizado en el seno de la religión protestante bajo el nombre de Albert (en honor al esposo de la reina Victoria) renunciará a él durante su educación universitaria a favor de Chinua que significa en su lengua natal “Dios luchará a mi favor”. Este cambio, que indica una toma de postura respecto a la lengua, no se extiende, sin embargo, a su lengua literaria, que sigue siendo el inglés. Mucho se ha hablado de esta profunda controversia, explicándose como una forma de exotopía (esto es, la injerencia de una lengua distinta a la materna en los escritores), que se expresa, más estrictamente, en este caso, como un síntoma de la dominación colonial.

La dominación y sus terribles consecuencias consituirán el tema fundamental de sus obras. Lo interesante del autor es que esta temática no se reduce a un lamento, sino que se extiende a la realización de una profunda crítica a los propios intelectuales africanos quienes, según él, tienen parte de responsabilidad en las consecuencias de esa dominación. Estamos, pues, ante una postura fuertemente crítica que se une a una excelente capacidad literaria. Van a ser ambos factores los que propicien su difusión y su fama.

A pesar de su dedicación al ensayo y a la poesía, la popularidad le llega con su narrativa, y más específicamente con su novela Todo se desmorona, acaso una de las más leídas de la literatura africana contemporánea. En ella describe aquella Nigeria anterior a la llegada del hombre blanco, centrándose en la zona sudeste del país, allá donde se encuentra la cultura Igbo.

Con profusión habla de las costumbres de su pueblo, incluso las más difíciles de entender para los occidentales, intentando dotarlas en todo momento de un sentido profundo, adaptado al entorno en el que se desarrollan. Y así asistimos a la llegada de los hombres blancos, que son aceptados sin violencia y sin mayores resistencias. Pero pronto el equilibrio se rompe, y comienza el desmoronamiento de las bases tradicionales de la población autóctona a favor de las imposiciones jurídicas, sociales y culturales de los colonizadores. Este derrumbe se explora a través del protagonista de la novela, quien se convierte así en símbolo de su cultura. A partir del acoso y la progresiva destrucción de la cultura originaria, el lector asiste, conmocionado, a la desnaturalización de los habitantes africanos que se ven inmersos en una espiral de destrucción incapaz de frenar, y que llega hasta nuestros días.

Es de este modo como el título –que aparece en un verso de Yeats– cobra sentido y se alza como réplica a las visiones escritas por los propios colonizadores. Achebe mismo reconoció que su texto era una toma de postura frente al relato Míster Johnson del oficial británico Arthur Joyce Lunel Carey, publicado en 1939 y repleto de prejuicios. Su protagonista, un joven nigeriano, es un ladrón y un mentiroso, bien que extraordinariamente simpático. Sin duda esta visión –no exenta tampoco de críticas a la actuación de los colonizadores– marcó a Achebe profundamente e incidió en toda su obra. El africano no será ya nunca más el buen salvaje, necesitado de paternalismos.

Este punto de no retorno será uno de los puntales de la literatura africana contemporánea y, tal vez por ello, por su labor de pionero, sea considerado por muchos el abuelo de la misma. Así lo han reconocido escritores nigerianos de la talla del ya mencionado Wole Soyinka –su obra se ha centrado en la etnia Yoruba-, Gabriel Okpara, el poeta Christopher Okigbo, John Pepper Clarke, Cyprian Ekwensi, Ben Okri, Buchi Emecheta, y Chimamanda Ngozi Adichie.

Su vida y su obra son, pues, un fiel reflejo de las vicisitudes de un país que lucha por ser un estado moderno, incluso habiendo pasado por un conflicto bélico -recordado por el autor en los poemas del libro Beware, Soul Brother-, así como por los problemas del neocolonialismo, explotación y corrupción endémica que afectan a las sociedades contemporáneas. Y es que aún hoy, como diría Achebe, todo sigue desmoronándose.

(*) Luis Luna (Madrid, 1975) es poeta, filólogo y editor. Ha publicado los poemarios Cuaderno del guardabosque, Al-Rihla (El viaje), Territorio en penumbra y Umbilical, ente otras obras. Imparte clases en la Escuela de EscritoresVer también el blog Las afinidades selectivas

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Que en paz descanse, lamentablemente es el ciclo de la vida. Es una pena.

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Sobre los autores

Lola Huete Machado. Redactora de El País y El País Semanal desde 1993, ha publicado reportajes sobre los cinco continentes. Psicóloga y viajera empedernida, aterrizó en Alemania al caer el muro de Berlín y aún así, fue capaz de regresar a España y contarlo. Compartiendo aquello se hizo periodista. Veinte años lleva. Un buen día miró hacia África, y descubrió que lo ignoraba todo. Por la necesidad de saber fundó este blog. Ahora coordina la sección Planeta Futuro.

Chema Caballero Chema Caballero. Llegó a África en 1992 y desde entonces su vida giró en torno a sus gentes, su color y olor, sus alegrías y angustias, sus esperanzas y ganas de vivir. Fue misionero javeriano y llevó a cabo programas de educación y recuperación de niñ@s soldado en Sierra Leona durante dos décadas, que fueron modelo.

José NaranjoJosé Naranjo. Freelance residente en Dakar desde 2011. Viajó al continente para profundizar en el fenómeno de las migraciones, del que ha escrito dos libros, 'Cayucos' (2006) y 'Los Invisibles de Kolda' (2009), que le llevaron a Marruecos, Malí, Mauritania, Argelia, Gambia, Cabo Verde y Senegal, donde aterrizó finalmente. Le apasiona la energía que desprende África.

Ángeles JuradoÁngeles Jurado. Periodista y escritora. Trabaja en el equipo de comunicación de Casa África desde 2007. Le interesa la cultura, la cooperación, la geopolítica o la mirada femenina del mundo. De África prefiere su literatura, los medios, Internet y los movimientos sociales, pero ante todo ama a Ben Okri, Véronique Tadjo y Boubacar Boris Diop, por citar solo tres plumas imprescindibles.

Chido OnumahChido Onumah. Reputado escritor y periodista nigeriano. Trabaja como tal en su país y en Ghana, Canadá e India. Está involucrado desde hace una década en formar a periodistas en África. Es coordinador del centro panafricano AFRICMIl (en Abuja), enfocado en la educación mediática de los jóvenes. Prepara su doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su último libro se titula 'Time to Reclaim Nigeria'.

Akua DjanieAkua Djanie. Así se hace llamar como escritora. Pero en televisión o en radio es Blakofe. Con más de tres lustros de carrera profesional, Akua es uno de los nombres sonados en los medios de su país. Residente en Reino Unido, fue en 1995, en uno de sus viajes a Ghana, cuando llegó su triunfo televisivo. Hoy vive y trabaja entre ambos países. La puedes encontrar en su página, Blakofe; en la revista New African, en Youtube aquí o aquí...

Beatriz Leal Riesco Beatriz Leal Riesco. Investigadora, docente, crítica y comisaria independiente. Nómada convencida de sus virtudes terapéuticas, desde 2011 es programadora del African Film Festival de NYC. Sissako, Mbembe, Baldwin y Simone la cautivaron, lanzándose a descubrir el arte africano y afroamericano. Su pasión aumenta con los años.

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