Autor invitado: Alberto Espada (Guinea Ecuatorial)
La obra Dale Recuerdos es el resultado de un mes de trabajo con personas de la tercera edad en el Instituto Francés de Malabo (Guinea Ecuatorial). A Didier Ruiz, director de la Compagnie des Hommes, y responsable del proyecto, le interesa sobre todo la “pequeña memoria”, la memoria de las cosas cotidianas, que es más íntima que la memoria oficial, más nuestra y más pertinente, pero también es más frágil y se marcha con nuestros mayores cuando nos dejan. Por eso le ha dedicado 14 años y 23 ediciones en países como Francia, China, Chile o Rusia, y ahora hace su primera incursión en África. Junto a sus asistentes ecuatoguineanos han trabajado durante un mes contactando, escuchando y reclutando a un grupo de siete ancianos de más de 70 años, de todas las etnias ecuatoguineanas, y los han preparado para las dos representaciones de “Dale Recuerdos”, una el sábado 1 de junio a las 20h en el Instituto Francés y otra el domingo 2 de junio a las 19.30h en el Centro Cultural Guineano, ambas en la ciudad de Malabo. Hablamos por Skype (él esta en París), antes de que vuelva para los ensayos generales y las dos únicas representaciones.
Para este proyecto, trabaja con hombres y mujeres de más de 70 años. La esperanza de vida es bastante más baja en G.E., ¿fue difícil encontrar a los participantes? Normalmente la búsqueda se hace con un equipo local, dos asistentes con los que estoy trabajando en Malabo en este caso, uno de la etnia anobonesa y otro fang. Hacen la búsqueda en su propio entorno, por relación o por azar, una señora es la abuela de uno de los asistentes y también una vecina, yo no intervengo en absoluto, siempre lo hace el equipo en origen. Los participantes ya están un poco sensibilizados con el proyecto, pero luego yo entro en los detalles. Es cierto que en Malabo no fue fácil, pero tenemos una persona de 82 años, Catalina (en la imagen) que es muy mayor incluso en Francia, lo cual le da aún más valor a estas personas.
En las sesiones individuales, ¿qué aspecto resaltaría en comparación con otros países? La distancia cultural que nos separa. Lo cual no era el caso en Moscú, donde el grupo de ancianos con los que trabajé, estaban familiarizados con el concepto de representación, porque iban a conciertos, a la ópera, etc., tienen el hábito de asistir a espectáculos, entrar en una sala, sentarse, que se apaguen las luces y que empiece el show. Eso era algo compartido por el grupo de ancianos de Moscú y por los chinos también, porque China tiene muchísima tradición teatral, es algo extremadamente presente. Lo que me chocó es que en Malabo no es el caso, y este grupo de ancianos no tenía este tipo de referentes. Sin embargo, muy rápidamente, lo que podría haber sido un obstáculo no lo fue, esa ausencia de cultura compartida fue reemplazada por otros aspectos presentes, como la oralidad, que sustituye perfectamente al teatro como lo conocemos los franceses. El recitar, el acto de la palabra africana… Cuando alguien con cierta edad habla encontramos esa capacidad narrativa que alcanza ese objetivo teatral, simplemente cambia el formato. Es muy curioso como al final esa diferencia tan presente no ha hecho sino más fácil el trabajo.
¿Tiene un objetivo distinto para cada edición? Pues sí. En todas las ediciones francesas, yo he tenido el mismo asistente y la última que hicimos nos pareció más madura, nos pareció que el grupo lo era más. Pero nos dimos cuenta de que también nosotros habíamos madurado, y eso lo habíamos comunicado al grupo. Pero es cierto que siempre hay un objetivo invisible, que se va definiendo con los primeros contactos y va tomando forma mientras trabajamos.
¿Qué balance haría antes del estreno de este sábado? ¿Hay nervios? Pues no, tengo total confianza. Me siento seguro del trabajo que estamos haciendo y contento con la gente con la que estoy trabajando. Yo creo que es un buen momento y un buen lugar para que la gente participe en este tipo de proyecto. Tiene sus dificultades, algunos no hablan español y hay que asegurarse de que se les ha traducido bien, pidiéndoles que repitan en su idioma materno. Otros incluso hablando español afrontamos problemas de comunicación, de vez en cuando, pero no ha habido ninguna fricción, ningún malentendido, tengo una confianza absoluta.
¿Cómo se trabaja en estas condiciones aspectos claves del teatro como la verdad, la naturalidad... Los aspectos deseables en cualquier tipo de trabajo teatral? Yo diría que yo trabajo como siempre, no hay mucho diferencia. Pensé que sería muy complicado, con las pocas cosas buenas que se publican sobre Malabo, pero fue un prejuicio injustificado. Además, pienso que es un error adaptar el trabajo, yo lo planteo siempre igual en cada país y así permito que sean ellos quienes vengan a mí y no yo quien vaya a ellos. En la última edición francesa trabajamos con un grupo de gente que nunca había ido al teatro, lo han visto en la tele, pero ni se imaginaban lo que es afrontar un público de cualquier tipo. Y en Malabo es exactamente igual. Así que estoy convencido de que este proyecto debe conservar, como lo ha hecho, el planteamiento de trabajo de los últimos 14 años que ha sido asimilado por los guineanos perfectamente, e incluso mejor que en otros destinos (risas).
¿Dirías que este es un proyecto global, con valores globales o que intentan construir esa llamada comunidad global? Más que global, para no hacer referencia a lo que me parece un fenómeno más económico que otra cosa, yo diría que es un proyecto universal. Es global porque viaja y porque es internacional. Pero tiene valores universales y quizá sea ese el verdadero logro de nuestra edición en Malabo, uno se sorprende diciendo: “Qué fuerte, esto es realmente universal”. Y es una locura comprobar que no te sientes desplazado, que te sientes en tu lugar trabajando con este anciano annobonés o con esta anciana fang, y cómo ellos se sienten cómodos trabajando en sus historias conmigo. El proyecto intenta trabajar el lado más humano de la realidad y eso es lo extraordinario y lo universal.
Y en esa misma línea, cuando viaja a un destino nuevo y tan distinto como Guinea Ecuatorial, y teniendo en cuenta lo universal del proyecto, ¿cómo se asegura de que refleja los aspectos más autóctonos? Eso es importante y es precisamente lo que estamos trabajando esta semana. El peligro es caer en el exotismo. En la última edición, una señora contaba que cuando era pequeña era tan pobre que sus padres le daban un solo par de zapatos al año, y si se rompían, tenía que ir descalza al colegio el resto del año. Al hablarlo con mi asistente decidimos no incluir eso, porque nos parecía simplemente exótico. Lo que creemos más interesante es atender a las emociones. En Malabo hay contenido parecido, gente que dormía sobre hojas de plátano, etc. No se trata de hacer turismo navegando por esas historias, se trata de contar la parte más personal de la historia, el momento en que se enamoraron o el momento en el que estaban más tristes, eso es mucho más significativo que lo que se comía o cómo se dormía.
Hablando de exotismo, usted es un occidental que llega a África, y teniendo en cuenta la compleja relación que hay entre este continente y Europa, y ya no digamos Francia, ¿cómo evita que su propia cultura sea un filtro al seleccionar los extractos y al desarrollar la dramaturgia que será el hilo conductor del espectáculo? ¿Cómo trabaja uno con ese contenido?
Es una pregunta muy interesante y de algún modo también explica el tipo de estructura con la que trabajamos. Lo que yo busco no es un dato que nos hable de las costumbres del país, al fin y al cabo las dos únicas representaciones serán aquí en Malabo, para público ecuatoguineano. Lo más interesante son los sentimientos del participantes, por lo que prestamos mucha atención a las reacciones de los participantes durante las entrevistas individuales, durante las primeras tomas de contacto e intentamos captar ese gesto, ese cambio en la mirada o en el tono de voz que nos da a entender que el tema tiene una importancia emocional, siempre desde el punto de vista del participante. Ese tipo de recuerdos me parecen más interesantes, eso es la memoria íntima.
Hay 1 Comentarios
Los mayores tienen relevancia en muchos pueblos que ven con horror cómo en occidente solemos colocarlos en casas de acogida, mirad estos indígenas de la Guajira, les dan el poder de solventar querellas: http://www.losmundosdehachero.com/viaje-a-la-guajira-los-palabreros-que-imparten-la-justicia-del-pueblo-wayuu/
Publicado por: jose | 29/05/2013 10:26:21