Alain Mabanckou regresa a Pointe-Noire / Caroline Blache
Alain Mabanckou (Pointe-Noire, República del Congo, 1966) es noticia, por tres razones fundamentales, en esta primavera de crisis europeas y efervescencias africanas. Acaba de publicar Lumières de Pointe-Noire (Editions du Seuil, enero 2013), todavía saborea la felicidad de haber organizado con éxito el festival Étonnants Voyageurs en su país el pasado mes de febrero y, además, ha vuelto a su Pointe-Noire natal tras 23 años de exilio por Europa y Estados Unidos.
Mabanckou es un escritor con habilidades narrativas fuera de serie. Así lo demuestra un curriculum que no para de crecer y ganar peso: tras haber obtenido premios como el Renaudot, el Premio de los Cinco Continentes de la Francofonía o el Gran Premio Literario del África Negra, atesora reconocimientos más recientes como la Orden de Caballero de la Legión de Honor o el gran premio de la literatura Henri Gal por toda su trayectoria. También lo demuestra el hecho de que no para de viajar, desde Suecia a Canadá, de vuelta de República del Congo y más allá con cursos, charlas, encuentros y todo tipo de actividades literarias.
Sin embargo y sobre todo, basta abrir uno de sus libros al azar y sumergirse entre sus páginas, dejándose embrujar por sus historias de locos de bar y niños enamorados que comen mangos verdes mientras de fondo suena una rumba de Franco o una de las canciones de Papa Wemba. En España tenemos el privilegio de poder leer tres de sus obras traducidas a nuestro idioma: Vaso roto, Memorias de un puercoespín y Mañana cumpliré veinte años. También tuvimos la suerte de disfrutar de su presencia en la última Feria del Libro de Madrid, en Casa Árabe. Mabanckou vive habitualmente en Santa Monica, California. Allí enseña literatura y escribe. Desde allí responde a un cuestionario por correo electrónico.
"Mañana cumpliré 20 años y Lumières de Pointe-Noire pueden considerarse relacionados, porque se desarrollan en el mismo sitio, con muchos personajes comunes, etc. Sin embargo, Mañana cumpliré 20 años está basado en la voz de un niño, mi voz cuando tenía once o incluso doce años. Cubre los setenta y ochenta, mientras que Lumières de Pointe-Noire refleja la voz de un adulto que vuelve a casa para darse cuenta de que todo lo que había retratado en su libro anterior no existe ya. Decidí volver a Pointe-Noire porque tenía curiosidad por encontrarme con mis lectores congoleños y sentir cómo habían percibido mis escritos sobre el Congo. Así que acepté la invitación del Instituto Francés...", explica.
"Veo el Congo como mi tierra natal, Francia como mi país de adopción y Estados Unidos como el sitio donde intento ganarme la vida, porque me dio la oportunidad de enseñar lo que me gusta: literatura africana -continúa- Puedo decir que estoy en medio de tres continentes: África, Europa y América. Soy un hombre tricontinental. El resultado es que la migración tiene influencia sobre mí. Pero sé, al mismo tiempo, que soy congoleño y que tengo que acordarme de ello o perderé mi identidad. Como escritor, estoy aprendiendo a agradecer muchas cosas a mis lectores. Tengo que tomar aquello que me ayuda a ser africano o mejorar mi identidad. En Europa encontré el camino para expresarme como africano. En América, descubrí cómo explicar que soy el resultado de dos culturas: Europa y África. Eso puede verse en mis escritos, sobre todo en mis ensayos Le Sanglot de l'homme noir y Lettre à Jimmy".
La experiencia del retorno a la República del Congo de Alain Mabanckou, agridulce por una parte pero vivificadora por otra, se ha convertido en un punto de inflexión en su carrera y su vida. No sólo por el retorno a un hogar donde ya no quedan rastros de su infancia, de clase media y amable, en un rinconcito de Pointe-Noire. Ni por el entusiasmo de sus compatriotas lectores, que le acogieron como a un héroe nacional. La experiencia fue increíble también por llegar de la mano de Étonnants Voyageurs, un festival literario con una sensibilidad especial, que ocupó calles, plazas y bares de Brazzaville con encuentros literarios, de literatos, donde se respiraba literatura.
Para terminar con la entrevista, breve y apresurada a causa de una agenda que le lleva por medio mundo y le mantiene atado a su maleta de manera casi permanente, el autor congoleño asegura que traer el festival Étonnants Voyageurs a Brazzaville mostró que algo grande puede organizarse en África. "Estamos deseando organizar otra edición con escritores que lleguen de todo el mundo como la última vez...", confiesa el Alain Mabanckou maduro y famoso con la ingenua ilusión del pequeño Michel. Y se le puede imaginar el brillo juguetón y optimista en la mirada, bajo la sempiterna visera que arrastra de una punta a la otra del planeta, siempre proselitista si hablamos de lo africano, especialmente si se trata de fabular y conectar mundos literarios.
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