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Lola Huete Machado

Cartografía de las cicatrices de Abiyán

Por: | 28 de octubre de 2013

Cruzamos miles de kilómetros de selvas, playas, desiertos y roca para descubrir que no hay leones en el zoológico de Abiyán.

Tokpa, un guarda armado con pan que repartir de manera ecuánime entre hienas y chimpancés, explica que durante la guerra se encerraron con los animales en el parque, situado en un cruce estratégico para rebeldes y gobierno y que sirve de acceso a la comuna de Cocody. Mientras explotaban los cohetes y se sucedían las ráfagas de kalashnikov fuera, guardianes y animales comían pan. No había otra cosa a la que hincarle el diente.

Los tres leones, un macho y dos hembras, se negaron a alimentarse y murieron de hambre. Otros animales más pragmáticos sobrevivieron.

 

Hoy acoge a un chimpancé, DJ, que baila cuando el público toca palmas, una miríada de cocodrilos, dos hienas, una pantera, un elefante bautizado CAN en honor a la Copa de África que los marfileños ganaron en el 92, multitud de monos, un pavo real, dos búfalos, una pequeña hipopótamo y una chiquillería que corre por los caminos empinados de tierra bajo los árboles gigantes. A mediados de agosto, los medios marfileños anunciaron que el zoológico contará con una partida para rehabilitar sus instalaciones y repoblarlas. En este momento, es una herida simbólica a medio cicatrizar en la geografía de un Abiyán en el que las señales de la guerra no son evidentes, pero sobreviven a pesar de las capas de pintura invertidas desde abril de 2011 en ocultarlas. Sucede en algunos lugares como la Radio Televisión Marfileña (RTI por sus siglas en francés), los alrededores de la Escuela de Policía o el portal 28 de la Universidad de Abiyán, hoy rebautizada Felix Houphoët Boigny.

Abiyan
Abiyan 2
Al salir del microcosmo del zoológico, techado por las copas de árboles desmesurados, nos encontramos en la terminal de los woro-woro, los taxis colectivos. Pintados de amarillo, en proceso de descomposición gracias a los baches y las carreteras más precarias de la ciudad, no parten hasta que se han ocupado todas sus plazas. Circulan haciendo frecuentes paradas por el camino, depositando y recogiendo pasajeros en las orillas de la carretera. Los woro-woro cubren los trayectos entre terminales o nudos estratégicos de comunicación, como Riviera 2 o Attoban. Frente a esta forma de transporte económica están los taxis compteur, rojos, que cumplen la función tradicional del taxi a la occidental, diferentes tipos de autobús y los gbakas

El gbaka es una furgoneta habilitada para cargar a unas 18 personas, alegremente pintada y rotulada con frases más o menos crípticas y con el chico que cobra y anuncia destino a voces colgando artísticamente de la puerta abierta. Famosas por la conducción temeraria y los accidentes, a mí me recuerdan a las noticias de la guerra, que leía firmadas por Patrice Douh para Guinguinbali o por Gemma Parellada para Periodismo Humano

Asocio el gbaka a nombres como Yopougon, al que era inevitable añadir la coletilla de “bastión pro-Gbagbo”, o Abobo, el barrio donde se refugió IB con su Comando Invisible hasta ser ajusticiado por sus ex compañeros de armas. Abobo me sabía en 2011 a las Fuerzas Republicanas de Costa de Marfil (FRCI) y a la ONUCI (misión de la ONU para Costa de Marfil). Yopougon, a fosas comunes y venganzas. Aunque parezca imposible cuando Julien me narra que escuchó la voz de Laurent Gbagbo en el radio cassette del gbaka en el que viajaba y que el conductor respondió con una carcajada al desconcierto de los pasajeros mientras escupía un “Gbagbo est fort” que remató con un “Gbagbo kafissa” (mejor con Gbagbo en diula).

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Hemos usado el gbaka para cubrir apenas la distancia entre Neuf Kilo y Riviera 2, una zona de tránsito y mercadillo, y para movernos cerca de la universidad. Dagauh Komenan (Yamusukro, Costa de Marfil, 1989) nos sirve de guía.

Didáctico, historiador de formación y vocación, Dagauh explica que Abiyán nació en Port Bouet, la zona del aeropuerto, en el camino a Bassam. Va señalando los lugares más significativos de nuestra ruta, muchas veces ligados a su experiencia de la guerra, y trufa su charla con datos, cifras y nombres. Explica en qué cruces estuvo sirviendo como camillero, por dónde llegaban los rebeldes o los puntos del cielo en los que avistó helicópteros franceses bombardeando cuarteles o la misma universidad en la que estudia. Se demora en describir de manera precisa la sensación que produce la explosión de un cohete cerca. Mezcla estrategia militar, historia de la ciudad y sus propios recuerdos en una cartografía singular de Abiyán que sólo le pertenece a él a ratos y que, a ratos, comparte con otros conciudadanos.

Cuando paseamos por el campus nos muestra donde estuvo su cuarto, desde cuya ventana, en un tercer piso, saltó a la calle cuando los FRCI ocuparon la universidad, convertida también en frente de batalla en abril de 2011. En aquellos días, los estudiantes concitaban las sospechas del ejército del aspirante a presidente Alassane Ouattara. Los soldados rebeldes tirotearon a un vecino de su residencia universitaria, un jugador de baloncesto alto y rapado como un miliciano, con el que se cruzaron en un pasillo. Después vino -en su caso- el destierro a Ghana, que entretuvo en estudiar inglés y trabajar en el sector de la construcción. En el caso de los universitarios abiyaneses en general, dos años con las facultades cerradas y un curso infernal que se estiró hasta este mes de octubre desde septiembre del año pasado.  

El Abiyán que se paraliza en los embotellamientos en Abobo o Yopougon, el que se adormece bajo la lluvia tibia, el que se ilumina con fogatas y se pinta con columnas de humo donde queman desperdicios, el que vibra en la terrazas de Blockhauss. Todos parecen amables, despreocupados, hasta que se prende una conversación y aparecen esas cicatrices o incluso heridas abiertas. Como en el caso del zoológico y de otros rincones de la ciudad desde la RTI a medio ampliar y ocupada por los FRCI hasta el perfil del Hotel Ivoire contra el cielo de la ciudad, simple como un anillo y cargado de malos recuerdos para los abiyaneses, tiroteados por los soldados franceses atrincherados en él en 2004.

O como en el caso de los corazones de gente como Dagauh, para la que Abiyán tiene un gusto agridulce ligado a imágenes de cadáveres a medio desbaratar, alineados junto a las carreteras, o al sonido de las aspas de un helicóptero militar francés rotando sobre el tejado, segundos antes de una explosión que desmocha palmeras, casas y vidas.

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Sobre los autores

Lola Huete Machado. Redactora de El País y El País Semanal desde 1993, ha publicado reportajes sobre los cinco continentes. Psicóloga y viajera empedernida, aterrizó en Alemania al caer el muro de Berlín y aún así, fue capaz de regresar a España y contarlo. Compartiendo aquello se hizo periodista. Veinte años lleva. Un buen día miró hacia África, y descubrió que lo ignoraba todo. Por la necesidad de saber fundó este blog. Ahora coordina la sección Planeta Futuro.

Chema Caballero Chema Caballero. Llegó a África en 1992 y desde entonces su vida giró en torno a sus gentes, su color y olor, sus alegrías y angustias, sus esperanzas y ganas de vivir. Fue misionero javeriano y llevó a cabo programas de educación y recuperación de niñ@s soldado en Sierra Leona durante dos décadas, que fueron modelo.

José NaranjoJosé Naranjo. Freelance residente en Dakar desde 2011. Viajó al continente para profundizar en el fenómeno de las migraciones, del que ha escrito dos libros, 'Cayucos' (2006) y 'Los Invisibles de Kolda' (2009), que le llevaron a Marruecos, Malí, Mauritania, Argelia, Gambia, Cabo Verde y Senegal, donde aterrizó finalmente. Le apasiona la energía que desprende África.

Ángeles JuradoÁngeles Jurado. Periodista y escritora. Trabaja en el equipo de comunicación de Casa África desde 2007. Le interesa la cultura, la cooperación, la geopolítica o la mirada femenina del mundo. De África prefiere su literatura, los medios, Internet y los movimientos sociales, pero ante todo ama a Ben Okri, Véronique Tadjo y Boubacar Boris Diop, por citar solo tres plumas imprescindibles.

Chido OnumahChido Onumah. Reputado escritor y periodista nigeriano. Trabaja como tal en su país y en Ghana, Canadá e India. Está involucrado desde hace una década en formar a periodistas en África. Es coordinador del centro panafricano AFRICMIl (en Abuja), enfocado en la educación mediática de los jóvenes. Prepara su doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su último libro se titula 'Time to Reclaim Nigeria'.

Akua DjanieAkua Djanie. Así se hace llamar como escritora. Pero en televisión o en radio es Blakofe. Con más de tres lustros de carrera profesional, Akua es uno de los nombres sonados en los medios de su país. Residente en Reino Unido, fue en 1995, en uno de sus viajes a Ghana, cuando llegó su triunfo televisivo. Hoy vive y trabaja entre ambos países. La puedes encontrar en su página, Blakofe; en la revista New African, en Youtube aquí o aquí...

Beatriz Leal Riesco Beatriz Leal Riesco. Investigadora, docente, crítica y comisaria independiente. Nómada convencida de sus virtudes terapéuticas, desde 2011 es programadora del African Film Festival de NYC. Sissako, Mbembe, Baldwin y Simone la cautivaron, lanzándose a descubrir el arte africano y afroamericano. Su pasión aumenta con los años.

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