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Lola Huete Machado

Dagu: versión afari del clásico radio macuto... usada de forma muy seria

Por: | 09 de octubre de 2013

Por Faith Schwieker-Miyandazi y Ken Hagiwara (adaptación de Fernando G. Calero, Médicos Sin Fronteras) 

Ver original en inglés

En África, como en todos los lugares del mundo, las formas de comunicación tradicionales han ido evolucionando a lo largo de la historia. Antiguamente, en las bodas, funerales y nacimientos, así como en los rituales en los que se ponía nombre a los bebés y en las celebraciones relacionadas con las cosechas, se hacían retumbar los tambores, se emitían señales de humo para pasar mensajes y se hacían sonar cuernos de animales para festejar el momento. Sin embargo, con el paso del tiempo, estos medios han ido evolucionando y han salido a escena otras formas de intercambiar información. Hace un par de meses, nuestro viejo amigo Steve nos contaba su reciente encuentro con un Masai Moran, que, ataviado con su vestimenta tradicional, cuidaba de su ganado en uno de los remotos bosques de las tierras altas del Ngorongoro. Y qué tiene esto de extraño, os preguntaréis. Pues a decir verdad, hasta este punto del relato, todo podría considerarse bastante normal, pero lo que a Steve le chocó sobremanera fue el comprobar cómo aquel pastor llevaba a cabo su ancestral labor mientras hablaba por teléfono móvil con algún conocido suyo. “¡Allí arriba! ¡En las montañas!... ¡Y era un pastor masai!”, nos explicaba mientras agitaba los brazos.

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Los niños son atendidos en una clínica móvil de Médicos Sin Fronteras que diariamente recorre la región de Teru.  La desnutrición y las infecciones respiratorias son las enfermedades más comunes entre los niños. Para llegar hasta aquí han tenido que caminar muchas horas. / Todas las fotografías de Juan Carlos Tomasi

La anécdota que Steve nos contaba sorprendido, y que hasta hace apenas una década habría sido del todo impensable, está convirtiéndose en una realidad completamente integrada en la realidad de las comunidades Massai. Es más, hoy en día este sería un hecho que podría declararse como bastante superado, pues lo habitual ahora mismo es que en redes sociales como Twitter nos encontremos con diversas entradas escritas desde cualquier lugar del mundo, incluso desde las zonas más rurales de África. Echando un vistazo ahora mismo a la pantalla de Achol, un amigo sur sudanés que tiene apenas 15  años, vemos como un jefe Luo de la provincia de Nyanza, en Kenia, presume a través de la red social de su boda en segundas nupcias con una belleza de la aldea, al tiempo que un líder de un clan somalí de Lower Jubba informa a sus seguidores sobre la graduación de su hijo por la Universidad de Gales, o que millones de personas de toda África envían sus mejores deseos para la pronta recuperación de Madiba en Sudáfrica. Algunos dicen que la globalización nos ha traído hasta aquí; otros piensan que era sólo cuestión de tiempo el que esa misma evolución nos acabara atrapando. Sea como fuere, lo cierto es que la tecnología ha potenciado el intercambio de información tanto en el tiempo como en el espacio, y eso es algo que se puede extrapolar a casi todos los lugares del mundo... a casi todos, pero no a todos.

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Hassan, uno de los nietos de Eisa Wasaitu comparte la comida con su hermano pequeño cuando la reciben de organizaciones humanitarias. Ha perdido a tres hermanos. No se separa de ella. Vienen de muy lejos. 

Existen aún en el planeta algunos reductos que se resisten al cambio y Afar, en Etiopía, es uno de esos lugares que se salen de la norma. Allí la falta de medios populares como la radio, la televisión e Internet, relativamente frecuentes en muchos entornos africanos, no ha impedido que la comunicación se siga llevando a cabo. En las profundidades de esta región del noreste de Etiopía, donde el desierto de Danakil se asegura de que las tormentas de arena sean la norma en la estación cálida y seca y donde los ríos se desbordan anegándolo todo durante la estación de lluvias, la gente ideó una forma de comunicarse a la que llamaron dagu. El dagu es un sistema de intercambiar información fomentado por la singularidad del entorno. Surge de la necesidad de comunicarse en una zona donde las condiciones de vida y climáticas son especialmente duras y en donde existe una elevada movilidad de la población debido a su estilo de vida nómada. A todas estas circunstancias, hay que unirle los singulares métodos administrativos comunales y clánicos por los que se rigen los afari y la necesidad de transmitir la sabiduría de unos a otros en un entorno particularmente difícil para las comunicaciones que dependen de la tecnología.

En la zona rural de Afar, una comunicación transmitida a tiempo puede llegar a marcar la diferencia entre la vida y la muerte para sus habitantes y para su ganado. Por ejemplo, si una tormenta se dirige hacia un lugar en el que grandes grupos de pastores están apacentando a su ganado, y el mensaje que se utilizara para transmitir la alerta llegara tarde o incompleto, muchas vidas correrían peligro, pues allí los ríos crecen rápidamente y cuando esto ocurre muchas personas corren el riesgo de quedar atrapadas.

Además, para las personas que visitan Afar o para aquellas que llegan por primera vez a la región, la información sobre bodas, nacimientos o fallecimientos puede llegar a ser vital para evitar los riesgos que supone el estar presentes en un lugar donde puede producirse una amenaza de seguridad, como por ejemplo el ataque de un clan a otro. Así que, para organizaciones como Médicos Sin Fronteras, para la cual trabajamos, también resulta indispensable estar enganchado al dagu.

En este vídeo de Médicos Sin Fronteras se muestra de manera bastante esclarecedora lo dura que puede llegar a ser la vida en esta región:

 

¿Y cómo funciona el dagu? 

Si un clan descontento quiere dar a conocer su enojo a otro clan, cercano o lejano, utilizará el dagu a través de su líder. Él (utilizamos ‘él’ a propósito, pues los afaris son un pueblo especialmente patriarcal en el que la mayoría de personas que ocupan puestos de liderazgo son varones), hablará con una persona, un miembro influyente de la comunidad por su propio derecho en el clan, que a su vez hablará con otro, y éstos con otros hasta que el mensaje llegue al clan en cuestión al que se quiere transmitir el mensaje. El portador de la información determina el peso de la misma, de acuerdo a la importancia específica que tenga el destinatario del mensaje. Si el portador de la información es una persona reconocida (según el clan receptor) y la información que intercambia con ellos es “válida”, entonces la información se manejará de forma rápida y cautelosa, teniendo siempre presente su magnitud. A veces la información que llega a un clan, un grupo, una persona o una entidad en la comunidad podría considerarse un mero rumor. Sin embargo, incluso los rumores encierran alguna verdad entre los afaris... y por lo tanto una falta de reacción se entenderá como una confirmación del rumor.

Independientemente de su uso, la información que llega a través del dagu es transmitida de forma dinámica dentro de un marco de mecanismos invisibles, que permiten que quienes la reciben reaccionen, respondan y afronten la cuestión a tiempo y en consecuencia con su contenido para impedir males mayores. Los mecanismos de respuesta en las zonas remotas de la región de Afar comprenden tres aspectos importantes: legislativos, tradicionales y religiosos. En cualquier caso, siempre debe tomarse una decisión “sabia”. ¿Y qué tiene que tener una decisión para que se considere “sabia”? Pues ha de ser una decisión que consiga equilibrar las leyes etíopes (las leyes del país), las reglas que marcan las tradiciones afaris (un conjunto de normas definidas y aceptadas por la comunidad) y la sharia islámica (los afaris son predominantemente musulmanes). Y por supuesto, la decisión que se adopte debe ser lo bastante convincente como para ser aceptada por todas las partes implicadas como la mejor solución.

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El Gobierno etíope está desarrollando un plan para abastecer de agua potable a ciudades de nueva construcción. De esta manera reasienta a parte de la población nómada que habita en Afar.

Por ejemplo, si una pelea entre varias personas resulta en la muerte de una de ellas, según la ley del país el asesino debe ser entregado a la policía. Aunque con esta acción podría considerarse que ya se están acatando las normas, puede que en realidad este hecho no sea tan importante para los afari, ya que de quedarse simplemente en esta parte del proceso, la comunidad no se sentiría implicada en el mismo. Por consiguiente, para impedir que la familia de la persona fallecida tome represalias, hay que adoptar soluciones religiosas y/o tradicionales, reconocidas por la comunidad. Si la pelea fue por motivos religiosos, entonces deberá intervenir un juez musulmán (Qadi) o líder religioso. Si las personas implicadas pertenecen a clanes diferentes, entonces los dos clanes deben encontrar una solución conforme a las normas tradicionales. Las soluciones pueden incluir arreglos como la entrega de un número determinado de vacas, camellos o ambas cosas, o el reasentamiento en otro lugar de las familias de los implicados para separarlas hasta que se tome una solución amistosa. Si una cuestión necesita mediación, deben implicarse mediadores reconocidos. Los mediadores podrían ser los ancianos de la comunidad, líderes religiosos (como el Imam), autoridades locales o personas influyentes (miembros de la comunidad ricos o filantrópicos) reconocidas por la comunidad. Un afari nos dijo que si no se encontraba una solución amistosa, entonces es cuando la muerte del miembro del clan tenía que vengarse. Hasta entonces, el cadáver deberá mantenerse en posición vertical, lo que explica la presencia de “tumbas verticales” en la región.

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En esta parte de Etiopía se calcula que hay tres médicos para cada cien mil personas. Ahora solo funcionan clínicas móviles de MSF que recorren la región diariamente. 

Sea cual sea el fin para el que se utilice el dagu, se rige, inter alia, de acuerdo con las siguientes normas: 1) cualquiera puede transmitir información, pero deben utilizarse los canales adecuados, 2) la manipulación de la información está estrictamente prohibida pues siempre se consigue encontrar la fuente de la misma y los manipuladores deberán ser castigados y expulsados de la comunidad y 3) la información transmitida mediante el dagu debe ser beneficiosa para la comunidad.

Por muy invisible e informal que sea el dagu, incumplirlo puede provocar terribles disputas. En realidad, la tecnología moderna tiene sus ventajas; el poco tiempo que se tarda en comunicar informaciones complejas, la magnitud y la variedad de públicos en todo el mundo que pueden alcanzarse de forma simultánea, etc. Sin embargo, no tenemos que olvidar que los problemas que comporta la tecnología de la información son también numerosos... además del hecho de que en ocasiones y lugares, esta tecnología puede llegar a no funcionar en absoluto. No hay que olvidar que no todas las zonas tienen cobertura de internet y que algunos lugares incluso tienen un limitado acceso a las ondas de TV o radio, mientras que a veces, de hecho casi siempre, la energía necesaria para que funcionen aparatos electrónicos no está siempre disponible en las zonas rurales. Puede que el dagu no sea perfecto, ya que la información puede perderse o malinterpretarse por el camino e incluso a veces desaparecer por completo, pero no podemos negar que se trata de un medio de comunicación perfectamente funcional.

Por cierto, si no lo has leído aún y tienes curiosidad por conocer con mayor profundidad cómo es la vida en Afar, te recomiendo que eches un vistazo aquí al excelente reportaje que publicó El País Semanal hace algunos días.

Hay 3 Comentarios

Realmente estoy sorprendida de este post, lo he leído con calma y muy despacio para no perderme ningún detalle, ya que me parece muy interesante. Seguiré al día su blog con la esperanza de seguir culturizandome.
Gracias

Alguien deberia proponer a la onu declarar africa como reserva etnografica para mantener al noble salvaje, el espiritu de aventura, la sabana virgen , los grandes espacios abiertos, las sociedades tradicionales y todas esas cosas que tanto elogian los que tienen europa a un vuelo de distancia. El lema podria ser ¡Salvemos a los masai!
A los que tienen que hacer el viaje en barco tanta lirica y tanta alabanza a la vida simple les tiene ya un poco hartos.

Hubo hace años una discusión cuando unos nativos de la selva amazónica tuvieron su primer contacto con los "blancos". Porque decían que era mejor que se mantuvieran ajenos a los adelantos de la sociedad moderna y, por desgracia, el tiempo dio la razón a los críticos, porque la mayoría de esa población acabó mendigando droga y tabaco en las afueras de las ciudades más cercanas. Pero viendo lo que se cuenta de Etiopía me pregunto si no les ayudaría un poco de adelanto para que tomemos más en serio su realidad, sobre todo, económica. Aunque me temo que lo primero que explotarían los oportunistas sería la simbología del Dagú.
http://interesproductivo.blogspot.com.es/

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Sobre los autores

Lola Huete Machado. Redactora de El País y El País Semanal desde 1993, ha publicado reportajes sobre los cinco continentes. Psicóloga y viajera empedernida, aterrizó en Alemania al caer el muro de Berlín y aún así, fue capaz de regresar a España y contarlo. Compartiendo aquello se hizo periodista. Veinte años lleva. Un buen día miró hacia África, y descubrió que lo ignoraba todo. Por la necesidad de saber fundó este blog. Ahora coordina la sección Planeta Futuro.

Chema Caballero Chema Caballero. Llegó a África en 1992 y desde entonces su vida giró en torno a sus gentes, su color y olor, sus alegrías y angustias, sus esperanzas y ganas de vivir. Fue misionero javeriano y llevó a cabo programas de educación y recuperación de niñ@s soldado en Sierra Leona durante dos décadas, que fueron modelo.

José NaranjoJosé Naranjo. Freelance residente en Dakar desde 2011. Viajó al continente para profundizar en el fenómeno de las migraciones, del que ha escrito dos libros, 'Cayucos' (2006) y 'Los Invisibles de Kolda' (2009), que le llevaron a Marruecos, Malí, Mauritania, Argelia, Gambia, Cabo Verde y Senegal, donde aterrizó finalmente. Le apasiona la energía que desprende África.

Ángeles JuradoÁngeles Jurado. Periodista y escritora. Trabaja en el equipo de comunicación de Casa África desde 2007. Le interesa la cultura, la cooperación, la geopolítica o la mirada femenina del mundo. De África prefiere su literatura, los medios, Internet y los movimientos sociales, pero ante todo ama a Ben Okri, Véronique Tadjo y Boubacar Boris Diop, por citar solo tres plumas imprescindibles.

Chido OnumahChido Onumah. Reputado escritor y periodista nigeriano. Trabaja como tal en su país y en Ghana, Canadá e India. Está involucrado desde hace una década en formar a periodistas en África. Es coordinador del centro panafricano AFRICMIl (en Abuja), enfocado en la educación mediática de los jóvenes. Prepara su doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su último libro se titula 'Time to Reclaim Nigeria'.

Akua DjanieAkua Djanie. Así se hace llamar como escritora. Pero en televisión o en radio es Blakofe. Con más de tres lustros de carrera profesional, Akua es uno de los nombres sonados en los medios de su país. Residente en Reino Unido, fue en 1995, en uno de sus viajes a Ghana, cuando llegó su triunfo televisivo. Hoy vive y trabaja entre ambos países. La puedes encontrar en su página, Blakofe; en la revista New African, en Youtube aquí o aquí...

Beatriz Leal Riesco Beatriz Leal Riesco. Investigadora, docente, crítica y comisaria independiente. Nómada convencida de sus virtudes terapéuticas, desde 2011 es programadora del African Film Festival de NYC. Sissako, Mbembe, Baldwin y Simone la cautivaron, lanzándose a descubrir el arte africano y afroamericano. Su pasión aumenta con los años.

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