Por Chido Onumah
La famosa escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie es una delicia para cualquier entrevistador, bien sea hablando de Nigeria, sobre novelas, acerca del feminismo o del cabello. Hace cerca de un mes acudió como invitada al programa HardTalk de la BBC que presenta Stephen Sackur donde habló sobre Biafra, las etnias de Nigeria, la guerra civil entre Nigeria y Biafra y sobre las críticas recibidas por la adaptación para el cine de su novela sobre la guerra civil Half of a yellow sun.
“Nigeria es un país que en verdad nunca se comprometió en Biafra”, dijo Adichie en respuesta a una pregunta de Stephen Sackur sobre si la actual Nigeria ha aprendido alguna lección importante sobre aquella guerra. “Aun quedan muchos asuntos sin resolver de aquel periodo de nuestra historia”.
Estoy de acuerdo con Adichie. Nigeria nunca se comprometió en Biafra, y aun quedan muchas preguntas sin respuesta sobre la guerra civil. Sin embargo, no se trata solo de Biafra y de aquel convulso periodo de nuestra historia. En general, en Nigeria aun son muchos y muy numerosos los aspectos de nuestra existencia como nación que están pendientes de solucionar. Nigeria no se comprometió con el 12 de junio, así como tampoco nos hemos comprometido a solucionar el secuestro de Boko Haram, por mencionar solamente dos de los episodios más difíciles que amenazan los cimientos del país.
En cierto modo, la experiencia de Biafra podría ser entendida como una metáfora de los diversos problemas sin remediar que enfrenta nuestro país, como por ejemplo las tensiones de las minorías étnicas nacionalistas, el aumento significativo del activismo, el empeño de balcanizar Nigeria por parte de grupos radicales que se presentan con todo tipo de nombres absurdos, y la endemoniada decisión de un grupo de imponer su código religioso a un país de por sí laico.
“¿Qué se debería hacer para que la Nigeria del siglo XXI encuentre su identidad?”, preguntó Stephen Sackur en la introducción de su programa. A modo de curiosidad, mientras se realizaba la entrevista, en Nigeria, en Londres y en otras ciudades del mundo se celebraban manifestaciones y otros actos de protesta en apoyo de una nueva Biafra.
Y una semana antes, algunos líderes de Biafra fueron arrestados después de intentar sin éxito intervenir en una emisora de radio en Enugu -una ciudad al este del país-, para revivir, o tal vez declarar la República de Biafra. Fue en esa misma ciudad donde, en un audaz intento de asumir el control de la casa de gobierno del estado de Enugu, fueron arrestadas “fuerzas”que intentaban defender Biafra. Enugu fue precisamente la primera y una de las tres capitales de Biafra donde permaneció la secesión.
¿Qué sentido podemos darle a todo esto? Hay quienes piensan que estamos viviendo un periodo pasajero pero necesario en el proceso de construcción de una nación. ¡Puede que sea así! Pero también podemos estar presenciando el hundimiento de un país que durante más de cinco décadas ha intentado forjar una “unión perfecta” y no ha sabido aprovechar todas las oportunidades.
Es evidente que como país no hemos aprendido nada de la lamentable guerra civil de 1967-1970, o de otros trágicos acontecimientos que sucedieron antes de esa guerra. Tampoco hemos asimilado los terribles actos violentos que tuvieron lugar después de la guerra; unos hechos que han sacudido los cimientos de nuestra existencia como nación.
Nigeria desaparecerá a menos que colectivamente hagamos algo para impedirlo. Las naciones no se construyen solamente mediante buenos deseos. Ningún país que ha recorrido el camino que Nigeria ha estado recorriendo sobrevive durante mucho tiempo. La dura realidad es que no hay nada de sagrado en Nigeria. Una nación no es ni eterna ni tampoco se construye gracias a un mandato divino, tal como a menudo pretenden confusamente pregonar nuestros por antonomasia políticos corruptos y sus simpatizantes. Una nación es el producto de un marco histórico determinado –mediante una combinación de factores y fuerzas- y, por la misma razón puede dejar de serlo.
Los colonialistas británicos crearon Nigeria de manera arbitraria, uniendo a las diferentes etnias nacionalistas por razones de índole económica y de otro tipo. Es cierto que muchos otros países del mundo también se fundaron por los mismos motivos y siguiendo ese mismo parámetro. En el caso de Nigeria el problema fue, sin embargo, que no hubo intentos, durante la independencia y posteriormente, por parte de los nigerianos, los nuevos herederos del aparato que los británicos dejaron tras de sí, de rehacer un país a imagen de un pueblo que había roto las cadenas del colonialismo, y de construir a continuación una sociedad igualitaria; una nación basada en la igualdad, en la justicia social, el estado de derecho y los principios fundamentales de un estado moderno.
Entonces, ¿cómo podemos salir de este hervidero de tensiones que son el resultado de una mezcla dudosa y forzada de diferentes etnias y creencias religiosas y culturales, para convertirnos en una nación con igualdad de oportunidades y una misma forma de mirar el futuro si no somos capaces de aprender de nuestra propia historia y permitimos que los intereses privados y los objetivos a corto plazo obstaculicen el avance de los procesos colectivos necesarios para sobrevivir como nación?
Tal y como pretendían los colonialistas, nunca hemos perdido la oportunidad de destacar los problemas que nos han mantenido continuamente enfrentados. Y, al igual que los colonialistas, nuestra clase dirigente corrupta y codiciosa, incluso militares y civiles, en todo el territorio, han conseguido –a base de resaltar nuestras dificultades-, no solo gestionar y gobernar mal el país, sino también dividirnos.
Tomemos por ejemplo un acto sencillo e inofensivo como es honrar por parte de la actual Conferencia Nacional al vencedor de las elecciones presidenciales del 12 de junio de 1993, el jefe M.K.O. Abiola (en la imagen). Pues bien, el general Ibrahim Babangida anuló esos comicios conspirando junto con algunos individuos infames que hoy día son los impulsores de nuestra mal llamada democracia. Babangida y compañía deberían explicar las razones que les llevaron a ser cómplices en aquel ultraje.
Aquellas elecciones demostraron que los nigerianos podían superar sus diferencias étnicas y religiosas si contaban con un líder político abnegado y con ideas claras. Desde luego, también demostraron que la clase dirigente de Nigeria no está interesada en una unidad nacional, más allá de lo que puedan conseguir gracias a ella, y eso a pesar de estar siempre proclamando que “la unidad de Nigeria es innegociable”.
El 12 de junio de 2014 ha marcado el 21 aniversario del mencionado plebiscito. Por muy triste que parezca, cuando Orok Duke, del Estado de Cross River, presentó una propuesta ante la Conferencia Nacional para rendir homenaje y reconocimiento nacional al jefe Abiola y a cientos de nigerianos que fallecieron durante las protestas que se produjeron tras la anulación de las elecciones, los delegados, según consta, “se dividieron en dos grupos: los de la región sur de Nigeria apoyaron la propuesta mientras que los del norte la rechazaron”.
Este feroz rechazo hacia un intento legítimo de hacer justicia se produce en la Nigeria del siglo XXI; irónicamente, en una reunión consagrada a desterrar la injusticia y los numerosos abortos de jóvenes adolescentes nigerianas.
En aquellos comicios, la gente del “norte” aseguró que el jefe Abiola, procedente del estado de Ogun en el “sur de Nigeria”, había vencido a su oponente Alhaji Bashir Tofa del estado de Kano en el “norte de Nigeria”; el resultado de aquella votación dio como ganador a Abiola y a su compañero de filas Babagana Kingibe, ambos musulmanes, en todo el territorio de Nigeria.
Resulta doloroso saber que un representante de la sociedad civil en la Conferencia Nacional, Mallam Nasir Jura, del estado de Kano, encargado de abordar las numerosas tensiones que tienen lugar en las zonas más conflictivas de nuestra nación, haya encabezado la negativa del “norte” a rememorar el 12 de junio, a Abiola y a nigerianos de toda condición que perdieron sus vidas durante las violentas manifestaciones. Para Kura y sus atlatares, el 12 de junio y sus desafortunadas víctimas están “muertos y enterrados”.
Pero no nos engañemos. La tumultuosa sesión donde se decidía honrar a Abiola atrajo la atención de las fuerzas del orden e iba a convertirse en una discusión en un ring de WWE, podía haber parecido un intento de promover una “agenda étnica”, pero se acabó acusando a la gente de ser ultranacionalistas y de que no se contaba la verdadera historia. Después de todo, el ex presidente Olusegun Obasanjo, el gran beneficiado de la debacle del 12 de junio y paisano de Abiola era –hasta su reciente transformación, como Pablo en su camino a Damasco-, uno de los detractores más mordaces que tenían Abiola y el 12 de junio.
Me preocupa que un pueblo que está buscando su identidad como nación desaproveche cualquier oportunidad que se presente –aunque sea insignificante-, para consolidar los vínculos nacionales. Personalmente, me ha decepcionado la actuación de mi amigo y durante mucho tiempo colega Nasir Kura. Pero yo no desespero. Está claro que los que se han apropiado del poder político y los que han tenido el privilegio de supervisar los asuntos del país han sido nuestra mayor perdición.
Algunos de nosotros mantenemos la esperanza en que la Conferencia Nacional –a pesar de sus evidentes defectos-, ofrecería una oportunidad para centrarse en los principales defectos de Nigeria. Mi optimismo se basa en la creencia de que si descartamos las otras opciones –caer en una anarquía, otra guerra civil o tal vez una revolución-, el camino a seguir sería un dialogo nacional “pacifico”.
Sin embargo, tal como parece, debemos mirar más allá de la actual Conferencia Nacional. Está claro que los objetivos de la conferencia ya no son tan evidentes y que ha dejado de lado su tarea principal, la de definir (en realidad la palabra sería redefinir) los términos de nuestra existencia. Unos términos que se llevarían a consulta para que los nigerianos finalmente decidieran. Una vez establecidos el acuerdo y el entendimiento necesarios sobre lo que conlleva nuestra convivencia (la estructura del país, incluyendo como deberían ser lasunidades territoriales, la estructura del gobierno y del poder así como también las relaciones fiscales entre las unidades territoriales), otros temas como la sanidad, la educación, la corrupción, el estado de derecho, etc. podrían tratarse después.
Mapa de Naciones Unidas sobre desequilibrios en Nigeria publicado por BBC News al hilo del inicio de la Conferencia Nacional
Teniendo en cuenta nuestra historia y la aparente falta de acuerdo sobre cómo debería ser nuestro futuro, ¿por qué no estamos dispuestos a abordar un asunto tan fundamental como es nuestra existencia como nación? Parece como si en Nigeria quisiéramos hacer una tortilla sin batir los huevos. Si no podemos acordar los términos de nuestra convivencia pacífica, deberíamos entonces encontrar una manera amistosa de “disolver” la unión. La verdad es que si no hacemos nada, y permitimos que estas crisis se agraven, Nigeria tarde o temprano se disolverá como el azúcar en una taza de té y las consecuencias serán nefastas para todos.
La historia turbulenta de Nigeria está plagada de numerosos conflictos. Sin embargo, creo que -sin querer restar importancia a otras tensiones como los disturbios étnicos de 1960 y 1964, la revolución de los 12 días de Isaac Adaka Boro en 1966, el asesinato de 9 miembros del pueblo ogoni cometido por el estado nigeriano en 1995-, son tres de los sucesos más destacados: la guerra civil, la crisis del 12 de junio y, actualmente, el violento ataque de Boko Haram.
En cada uno de esos casos, no nos hemos enfrentado a la amenaza. Nos hemos echado para atrás. Hemos escondido la cabeza bajo la tierra, como hace el avestruz, esperando contra toda esperanza que nuestros problemas y las tensiones que producen se desvanezcan de un día para otro.
Había razones para la guerra en Biafra, a pesar de que hay desacuerdos acerca de lo que precipitó la guerra civil que siguió y cómo se gestionó posteriormente la crisis. Había razones para anular las elecciones presidenciales del 12 de junio de 1993, aunque pensemos que invalidar un resultado electoral es algo inadmisible. Y debe haberlas para la actuación de Boko Haram, aunque nos parezca repugnante el acto que han cometido.
Una parte del relato trágico de Nigeria es el factor económico. La situación de colapso en que se encuentra Nigeria y sus estructuras, en particular la seguridad y el cumplimiento de la ley –un fenómeno arraigado durante años debido a la corrupción y a un liderazgo político nefasto-, no solo ha alimentado la pobreza, sino también la alineación y la desilusión de la gente en todo el país. El país parece un cadáver del que se alimentan los buitres de toda condición. Y cada día, aparecen nuevos buitres dispuestos a darse un festín de lo que queda del cadáver.
Pero si nos centramos en lo anterior, pasamos por alto la visión de conjunto. Para mí, los conflictos subyacen latentes en Nigeria porque no hemos alcanzado un acuerdo sobre como es Nigeria o como debería ser. Y hasta que no lo logremos, no seremos capaces de progresar como país. Los nigerianos no crearon Nigeria. Por lo tanto, si queremos que esto funcione, si queremos hacer frente a las diferentes fuerzas centrifugas que intentan rasgar nuestras costuras, tenemos que remontarnos a lo fundamental. Hemos recibido un Estado injusto y sesgado. Nuestra principal tarea debería ser arreglarlo.
Nadie podría haber descrito mejor esta situación como el antiguo fiscal general de la federación, Bola Ige, que en un discurso en 1998 titulado Towards the Beckoning Glory of the 21st Century, dijo: “Los nigerianos tenemos que responder a dos cuestiones muy básicas. La primera: ¿Queremos seguir siendo un solo país? La segunda: Si la respuesta es sí, ¿bajo qué condiciones?”
No hay lugar para la equivocación. Creo firmemente, como Bola Ige, que “nosotros” tenemos que dar una respuesta a esas cuestiones. Solo que para mí, en el siglo XXI, después de 100 años de unión y 54 años después de la independencia, el “nosotros” no tiene que ser necesariamente el “nosotros” que existía antes de 1914, si acaso el “nosotros” que hemos usado durante los últimos cien años para considerar a Nigeria como la Madre Patria. En repetidas ocasiones he dicho que podemos construir nacionalidades cívicas donde ahora hay nacionalidades étnicas. Solo se necesita un poco de sacrificio y una gran voluntad para conseguir que funcione.
Algunos asumen, equivocadamente, que la primera pregunta es un hecho dado. Que después de cien años de matrimonio y 54 años educando a unos hijos no cabe cuestionarse si la pareja está funcionando o no. Lamentablemente, si bien podemos hacer esa analogía, debemos hacer frente a la realidad de saber que la unión de Nigeria es diferente en muchos aspectos a la de un matrimonio.
En el caso de Nigeria, se trata de un matrimonio forzoso tal como en la práctica lo son muchos en el país. La pareja ya no tiene nada que decirse, ni siquiera tienen la oportunidad de entenderse uno al otro y mucho menos apreciarse y quererse. Aunque en algunos casos funciona, el nuestro en particular no ha funcionado y tal como sucede en muchos matrimonios forzosos, los padres (los colonialistas) consiguieron su deseo, pero las parejas (los nigerianos) se quedaron con la esperanza de que sus problemas y desacuerdos se resolvieran por sí mismos.
Tal vez, si en 1914 los ciudadanos de las diferentes unidades territoriales se hubieran implicado en la creación de Nigeria, hubieran decidido los términos de su convivencia y se hubieran acostumbrado durante mucho tiempo a cumplir con las obligaciones que implica una unión. Los efectos secundarios de esta aparente falta de responsabilidad son Biafra, el 12 de junio y Boko Haram, entre otros. Cada uno de estos sucesos ha dado como resultado una mayor desafección y división en todo el país.
Y yo, al igual que Bola Ige, “no pertenezco al grupo de nigerianos que se engañan a sí mismos pensando que Nigeria puede permanecer así para siempre”. Si no podemos, y si no queremos vivir juntos como pueblo, deberíamos ser lo suficientemente honestos y abiertos para como para sentarnos en una mesa e iniciar una negociación sobre el camino que queremos seguir.
No quiero que se convoque una conferencia nacional –en general la suele convocar un país extranjero o “la comunidad internacional”-, donde las partes en conflicto hayan agotado todas las opciones de diálogo con muertos sobre la mesa. Sin embargo, ese es el camino que Nigeria ha emprendido actualmente. Una senda de “destrucción mutua asegurada”.
[email protected] Twitter: @conumah
Traducción de Virginia Solans
Hay 1 Comentarios
que se puede esperar de un pais que en el siglo XXI condena hasta a 14 anyos de prision a una pareja de gays que se aman? babarie y mas barbarie
Publicado por: carlos | 24/07/2014 14:21:27