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Lola Huete Machado

Para acabar con la MGF hay que dejar de jugar con las palabras

Por: | 12 de marzo de 2015

Autora invitada: Diakhoumba Gassama (*)

Cada 6 de febrero me uno a las millones de personas que denuncian cualquier forma de mutilación genital femenina (MGF) y que demandan que desaparezca, que se repare el daño causado a las víctimas y que esta práctica no se tolere en absoluto. Pero para tener éxito en nuestra lucha es necesario poner de manifiesto que la MFG solo debe verse como una de las peores muestras de patriarcado, opresión, desigualdad de sexos y discriminación.

Como feminista y defensora de los derechos de las mujeres, me he preguntado durante años si las leyes que penalizan la MGF, así como los programas de prevención en las comunidades y otras acciones, no han sufrido rechazo siempre y cuando no expusieran el hecho de que la MGF se practica en sociedades patriarcales y conservadoras, conviviendo con multitud de otras formas de sometimiento de las mujeres y niñas al poder masculino. No escribiré en este artículo sobre los bien conocidos vínculos entre la MGF y los matrimonios precoces, la mortalidad materna e infantil y otros tipos de violencia sexual y de género.

2496306181_1887911844_bDiakhoumba Gassama / Imagen: Ángeles Jurado

Me gustaría centrarme en el hecho de que veo cada vez más las siglas de la mutilación genital femenina, MGF,  como CGF, es decir, con«C» de «corte» e incluso de «circuncisión». Existen también intentos por volver a enterrar el tema junto a los oscuros secretos culturales que han de respetarse en nombre de la corrección política, el oportunismo y/o una sensibilidad cultural incorrecta.

He preguntado durante los últimos cinco años por qué la MGF aparece cada vez más como CGF. Solo me han dado algunas razones vagas y no he obtenido ninguna respuesta directa hasta hace poco. Tostan Organization, que trabaja en países africanos con el fin de promover cambios sociales llevados a cabo por las comunidades, incluidos aquellos relacionados con la MGF, ha invitado a un número cada vez mayor de organizaciones colaborativas (incluidas agencias de la ONU, como UNICEF) a hablar de corte en vez de mutilación, ya que hablar de esta última se ha considerado «moralizador» y «despectivo».

Opino que, en 2015, hay pruebas de sobra provenientes de expertos y supervivientes de que estas prácticas son mutilaciones. Desde el momento en que intentamos no juzgar esta práctica, también dejamos la puerta abierta a la aceptación de otras formas de MGF percibidas como menos dañinas o seguras, como su creciente medicalización, la cual es percibida como un equivalente más seguro de la circuncisión masculina, o a intentos por sustituirla por prácticas como las perforaciones ceremoniales o pequeñas incisiones en niñas pequeñas, propuestas por la Academia Norteamericana de Pediatría en 2010 con el fin de «ofrecer una posible solución que evite daños mayores.

En esta misma línea, en julio de 2012, leí con gran asombro unas declaraciones de Ellen Johnson Sirleaf en las que afirmaba que Liberia no tenía planes de abolir la MGF. La presidenta de Liberia justificaba su postura alegando que abolir la práctica demasiado rápido «podría provocar una crisis social grave».  Y añadió lo siguiente: «Este no es un asunto que pueda legislarse. Si intentamos legislarlo y llevar a cabo medidas sin demasiada sensibilización, podríamos causar una tensión social innecesaria». Llegó a decir incluso que las numerosas razones históricas citadas por tradicionalistas deben tenerse en cuenta. Estas pocas palabras acababan con el trabajo de décadas anteriores de activismo, defensa y sensibilización de la población, no solo en Liberia sino probablemente también en otros países africanos aún pendientes de adoptar leyes anti-MGF y de convertir este asunto en una prioridad en sus agendas.

En ese momento, me sorprendió que hubiera tan poca reacción por parte de la comunidad feminista africana ante estas declaraciones. Opino que puede deberse al hecho de que, como feministas, no queríamos que se percibiera que estábamos reprobando a la primera presidenta electa de África, a pesar de que en esa ocasión estuviera absolutamente equivocada. La otra explicación razonable es que quizás el shock fue demasiado grande como para poder coordinar una acción inmediata por nuestra parte.

Así que, en este 6 de febrero de 2015, me gustaría que todos nosotros siguiéramos llamando a esta práctica como lo que es, mutilación genital femenina, y que mostráramos a Ellen Johnson Sirleaf y a todos los que se escudan en la cohesión social, la herencia cultural y las estadísticas que el poder debe ejercerse llevando a cabo las acciones necesarias para acabar con la MGF en el África que queremos. Se lo debemos a los 30 millones de niñas que están en riesgo de ser mutiladas en los próximos 10 años.

(*) Diakhoumba Gassama es una feminista panafricana de Senegal. Como abogada dedicada a defender los derechos de las mujeres, ha trabajado durante los últimos diez años a nivel nacional, continental y mundial en asuntos relacionados con los derechos y la salud sexual y reproductiva de la mujer, la política participativa, la justicia social y el liderazgo político. De 2008 a 2010, Diakhoumba trabajó en la oficina de UNIFEM Las Palmas, cuya sede se encontraba en Casa África.

Este artículo se publicó por primera vez en el blog Young African Feminists. En español, se publicó por primera vez en el blog África Vive. Traducción: Beatriz Pérez Naranjo.

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Sobre los autores

Lola Huete Machado. Redactora de El País y El País Semanal desde 1993, ha publicado reportajes sobre los cinco continentes. Psicóloga y viajera empedernida, aterrizó en Alemania al caer el muro de Berlín y aún así, fue capaz de regresar a España y contarlo. Compartiendo aquello se hizo periodista. Veinte años lleva. Un buen día miró hacia África, y descubrió que lo ignoraba todo. Por la necesidad de saber fundó este blog. Ahora coordina la sección Planeta Futuro.

Chema Caballero Chema Caballero. Llegó a África en 1992 y desde entonces su vida giró en torno a sus gentes, su color y olor, sus alegrías y angustias, sus esperanzas y ganas de vivir. Fue misionero javeriano y llevó a cabo programas de educación y recuperación de niñ@s soldado en Sierra Leona durante dos décadas, que fueron modelo.

José NaranjoJosé Naranjo. Freelance residente en Dakar desde 2011. Viajó al continente para profundizar en el fenómeno de las migraciones, del que ha escrito dos libros, 'Cayucos' (2006) y 'Los Invisibles de Kolda' (2009), que le llevaron a Marruecos, Malí, Mauritania, Argelia, Gambia, Cabo Verde y Senegal, donde aterrizó finalmente. Le apasiona la energía que desprende África.

Ángeles JuradoÁngeles Jurado. Periodista y escritora. Trabaja en el equipo de comunicación de Casa África desde 2007. Le interesa la cultura, la cooperación, la geopolítica o la mirada femenina del mundo. De África prefiere su literatura, los medios, Internet y los movimientos sociales, pero ante todo ama a Ben Okri, Véronique Tadjo y Boubacar Boris Diop, por citar solo tres plumas imprescindibles.

Chido OnumahChido Onumah. Reputado escritor y periodista nigeriano. Trabaja como tal en su país y en Ghana, Canadá e India. Está involucrado desde hace una década en formar a periodistas en África. Es coordinador del centro panafricano AFRICMIl (en Abuja), enfocado en la educación mediática de los jóvenes. Prepara su doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su último libro se titula 'Time to Reclaim Nigeria'.

Akua DjanieAkua Djanie. Así se hace llamar como escritora. Pero en televisión o en radio es Blakofe. Con más de tres lustros de carrera profesional, Akua es uno de los nombres sonados en los medios de su país. Residente en Reino Unido, fue en 1995, en uno de sus viajes a Ghana, cuando llegó su triunfo televisivo. Hoy vive y trabaja entre ambos países. La puedes encontrar en su página, Blakofe; en la revista New African, en Youtube aquí o aquí...

Beatriz Leal Riesco Beatriz Leal Riesco. Investigadora, docente, crítica y comisaria independiente. Nómada convencida de sus virtudes terapéuticas, desde 2011 es programadora del African Film Festival de NYC. Sissako, Mbembe, Baldwin y Simone la cautivaron, lanzándose a descubrir el arte africano y afroamericano. Su pasión aumenta con los años.

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