Los finlandeses locos, divertidos y talentosos del Mopo Trío ya no serán los mismos después de pisar suelo africano y escuchar cómo suena su música en una jam session con instrumentistas del Sahara o del Sahel. Los nórdicos contaron que era su primera vez en Marruecos y, de hecho, su primera vez en este continente, y dieron paso a los invitados locales para culminar su actuación con fusión amazigh-escandinava. Y entonces su experiencia jazzera con destellos punk se transformó en algo providencial, místico casi, gracias a la incorporación de los músicos del Inouraz Quartet, su guembri y su outar, (los instrumentos del folklore magrebí). Esto ocurrió durante la noche de apertura de la 20º edición del Festival Jazz au Chellah, que se celebra en Rabat, la capital marroquí, hasta el domingo 20.
Los muros de una fortaleza emblemática -la necrópolis merínide Chellah- ponen el marco al encuentro del jazz y el gnawa: en este caso, Gabacho Maroconnection.
Oimos la cadencia del desierto, con la percusión a paso de camello, o el swing del macizo del Atlas, intuimos los paisajes. Son cuerdas percutidas, voces, cuero, latas, maderas, que cuentan cosas de allá de donde vienen. Y nada es lo mismo a partir de que "escuchamos" esos paisajes. Ya lo sintieron los Led Zeppelin, Sting o Peter Gabriel, entre muchos otros músicos europeos contemporáneos que no pudieron resistirse a incluir timbres y ritmos de África del Norte en sus maneras de expresar sus vidas en las geografías gélidas.
El jazz evoca la mixtura cultural, desde que nació, en Estados Unidos. Nombra el dolor, el destierro de las gentes de África. En Europa, el jazz se volvió más blanco pero pronto hubo también dolor de otras partes.
'Gabacho Maroconnection' es pura fusión hispano-franco-marroquí (en este video se registra su actuación en Jazzaldia 2013 de San Sebastián). El grupo abrió la 20º edición de Jazz au Chellah.
Según explica el director del Grenoble Jazz Festival, Jacques Panisset, "la riqueza de las sociedades multiculturales post-coloniales de países como Francia, Holanda, Bélgica o Inglaterra ha modificado profundamente y reequilibrado la práctica de intercambios musicales norte-sur".
"El jazz es creación continua", insiste el especialista, que ha venido a Rabat a dar una conferencia en busca del espíritu del jazz. Como música no terminada, que permite la improvisación y la incorporación, el jazz sigue naciendo en todos los continentes. Y cada noche de estos septiembres, desde hace 19 años, nace entre los restos de antigua necrópolis merínide y los vestigios romanos de las ruinas de Chellah, en Rabat.
Lo de la segunda noche de esta edición fue una fiesta transformadora. Virtuosos y muy jóvenes, los belgas de De Beren Gieren (que se notaba traían muchas ganas desde Gante) contagiaron el placer y el disfrute del jazz a todo el mundo, sobre todo cuando se encontraron con la gracia sufi y popular de los locales Nas Lhal.
Y siguen las muchas chicas sobre el escenario, gracias a todos los dioses de la música.
Inouraz Quartet, el grupo bereber que tocó en la primera noche de Jazz au Chellah. 'Inouraz' es "esperanza" en idioma amazigh.
El lugar donde se tiende el puente es la bellísima fortaleza de Chellah que, cada atardecer preotoñal, da testimonio de la presencia humana desde tiempos muy antiguos pero, sobre todo, de las eternas migraciones de los hombres, como recalcan los organizadores (la Unión Europea y las autoridades culturales marroquíes). La idea de la mixtura, de la riqueza de las migraciones y el intercambio (también la complejidad del dolor y su expresión) está presente cada día: sobre el escenario se dan cita dos grupos europeos que introducen un tercer set de fusión entre los miembros de uno de los dos ensembles y un grupo marroquí.
Anuncian que el eclecticismo es el credo del festival, por lo que el programa de esta edición incluye a, entre otros, los festivos Gabacho-Maroconnection (con músicas y músicos españoles, franceses y marroquíes), los búlgaros Sabin Todorov & les voix bulgares, la trompetista portuguesa Susana Santos Silva, los alemanes No tango Quartet, la cantante marroquí de estilo tradicional Sanaa Marahati o los suecos Black Dough, que prometen crepúsculos alla Björk.
"Gracias a este festival, el público marroquí ha podido descubrir el jazz europeo, además del jazz norteamericano que ya era más conocido, y las posibilidades de la improvisación y la fusión con las músicas bereber", agrega el respetado músico Majid Bekkas, factótum local y programador de la sección magrebí de este encuentro, cuya primera edición tuvo lugar, en 1996, en el fuerte de los Oudayas, también en Rabat, pero a orillas del río Bouregreg. Jean Pierre Bissot es el director artístico de la escena europea.
Sanaa Marahati cierra la edición de este año.
Ya sabéis, amantes del jazz -sobre todo de la heterodoxia jazzera-, tenéis una imperdible cita en Marruecos. Jazz au Chellah se actualiza cada septiembre, más o menos a mediados, pegadito en el calendario al Tanjazz de la bohemia Tánger (hay aproximadamente una semana de diferencia).
Dicen los organizadores que de aquí ha salido un género musical de etiqueta, el "made in Chellah". Y si esto no es cierto aún, pronto lo será.
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