Abraham Nouk rapea en una improvisación poética pública en Australia, el país que le acogió como refugiado. Es sudanés y llegó a nuestras antípodas sin saber leer, escribir o hablar en inglés. Hoy es poeta, repentista, escritor africano. El pasado 7 de noviembre y desde hace 23 años, se celebra su día.
El Día Internacional del Escritor Africano surgió en el año 1992 a raíz de una propuesta de la Asociación Panafricana de Escritores. Hoy en día se celebra con múltiples actividades lúdicas y culturales, como charlas, slams y lecturas, a lo largo y ancho del continente africano. En Abiyán, la capital económica marfileña, se conmemoró con una conferencia sobre el legado de Bernard Dadié, el padre de las letras del país, y un homenaje a su figura en el INSAAC, al que siguió una visita al autor en su hogar.
Abraham y Bernard comparten estatus, pero Bernard cumplirá cien años en 2016 y en un siglo ha tenido tiempo para ejercer de ministro de Cultura, luchador por la independencia de su país, preso político, dos veces Gran Premio Literario de África Negra y autor prolífico con obras en los territorios de la novela, el cuento, la poesía y el teatro. Humanista y militante, Dadié firma versos en los que agradece a Dios el haberle creado negro. Probablemente los más populares de su repertorio:
« Je vous remercie mon Dieu de m’avoir créé Noir
Le blanc est une couleur de circonstance
Le noir, la couleur de tous les jours
Et je porte le Monde depuis l’aube des temps
Et mon rire sur le Monde, dans la nuit, crée le Jour »
Dadié también ha sido testigo de la época colonial, las independencias, golpes de estado, guerras, procesos de paz, elecciones y el devenir marfileño y africano de los últimos cien años. Una auténtica biblioteca andante y monumento viviente, apenas conocido en España. Y un hombre accesible, lúcido y anclado a este tiempo que vivimos, que disfruta de la compañía de visitas jóvenes, del estímulo intelectual, del debate político.
Chibundo Onuzo es otra escritora africana, aunque cuenta con apenas 24 años. Su primera novela, La hija del rey araña, fue publicada en España en 2013 y ya es una obra de referencia, multipremiada y traducida a mil idiomas. Sigue los pasos de la ínclita Chimamanda Adichie, mujer y nigeriana como ella. Las letras africanas en inglés parecen mucho más atrevidas que las francesas, más desinhibidas y poderosas. Otros escritores, esta vez senegaleses y de los clásicos, Ken Bugul y Boubacar Boris Diop, culpan a la colonización francesa del retraso secular del África francófona frente al resto del continente. Protestan que Francia quiso poseer recursos, cerebros y almas y legar un sistema mediocre, inmovilista, estirado hasta el acartonamiento. Bugul recuerda que grabaron en su mente que sus ancestros eran galos de ojos azules. Diop afirma que el escritor africano francófono vuelve siempre la mirada hacia la ex-metrópoli buscando la aprobación, la publicación, el premio.
Los escritores africanos no encajan en un sólo molde. No son un colectivo bien avenido y homogéneo. No saben si quiera si existen como entidad. Los hay en todos los géneros y en todos los países, africanos o no. Escriben en todos los idiomas posibles. Algunos se reconocen en la etiqueta. Otros se resignan. Otros abominan de ella.
Existen escritores de una asepsia poética que algún lector encuentra poco africana, como la de Teju Cole, minimalista y exquisito. Complicados y en el colmo de la sofisticación, com Taiye Selasi. Obsesionados con las migraciones y el racismo, como Fatou Diome. Tremendamente políticos y polémicos, como Calixthe Beyala. Sutiles, lejos de los focos, como Véronique Tadjo. Que huelen a polvo y desesperanza, como Achmat Dangor. Simplemente deprimentes, al estilo de Coetze o Le Clezio. Juguetones, traviesos y alocados, como Alain Mabanckou. Irreverentes y mordaces, en la onda Armand Gauz o Binyavanga Wainaina. Comprometidos al estilo de Donato Ndongo. Por no hablar de todos los que ya murieron y de los que son pero no están aquí.
A veces bullen, conspiran y crean en torno a plataformas como Jalada, Saraba o Kwani? o iniciativas editoriales muy específicas como Sapphire Books, Nollybooks, Storymoja Drumbeats, Adoras o Ankara Press. De nuevo, mayoritariamente anglófonas. Se reunen en librerías y espacios como Athèna, abierta en Dakar por tres escritores senegaleses, entre los que figura -de nuevo lo nombramos- Boubacar Boris Diop.
Ben Okri, Vamba Sherif o Chimamanda Adichie reivindican una universalidad literaria, fundada en la lectura de clásicos de todo el planeta y en la influencia perenne sobre sus letras de la literatura que se hace fuera de África. Chibundo Onuzo escribió hace poco un texto en el que habló de los libros que la forjaron como escritora, mezclando a Enid Blyton y Louisa May Alcot con Alexandre Dumas o Charles Dickens... hasta que llegó a Chinua Achebe. "No recuerdo jamás comprar o coger en la biblioteca un libro de un autor nigeriano deliberadamente", escribió. "Los libros africanos que leí los saqué por casualidad de casas de amigos o de mis parientes mayores, que los leían en la escuela. Algunos eran propaganda descarada, como decía mi hermana mayor. Historias de niños desfavorecidos luchando por ir al colegio contra viento y marea, una lección para jóvenes lectores sobre la importancia de la educación y de escuchar a tus padres, profesores, mayores y todos los adultos en general".
La literatura oral se respira en muchos textos y pone bases a muchas vocaciones literarias africanas. Y de nuevo nos referimos a un amplio abanico de posibilidades, desde el casi centenario Dadié a sus discípulos Vamba Sherif o Chibundo Onuzo. Ella, la jovencísima novelista que comenzó a leer a compatriotas siendo ya adolescente y en Londres, reconoce en los cuentos, historias y proverbios que le transmitieron en la infancia una parte fundamental del poso literario que la convirtió en escritora.
También sigue vivo el debate de la lengua de expresión en África: colonizadora o no, tiene encarnizados defensores y detractores por ambos bandos. La vieja guardia literaria, confrontada con el colonialismo y parte de la lucha emancipadora de sus países, lleva su compromiso político a la utilización de las lenguas maternas, no impuestas por extranjeros (Ngũgĩ wa Thiong'o). El neocolonialismo y sus barbaries empujaron a autores como Boubacar Boris Diop a renegar del francés y acercarse a sus compatriotas en wolof, una lengua que le permite una variedad comunicativa y una comodidad que no encuentra en otras lenguas. Su compatriota, en la diáspora y mucho más joven, Fatou Diome forma parte de una generación no traumatizada por el colonialismo y que considera el francés un vehículo de expresión que le acerca a públicos más amplios. La marfileña Edwige Renée Dro tiende puentes entre idiomas más "universales", como inglés y francés, intentando salvar la brecha entre las Áfricas separadas por las lenguas de los colonos.
"Los ancestros no son el destino pero hay una clase de poder y confianza que llega de ser capaz de seguir tu linaje y dibujar tu árbol genealógico", dice Chibundo. "Me alegra haber descubierto a Achebe a la edad en que empecé a escribir en serio. Marcó la diferencia".
Expresa el deseo de muchos escritores jóvenes del continente de conectarse con los maestros y las referencias africanas, igual que otros expresan el mismo deseo relativo al público africano. "No es malo pensar en premios occidentales, pero tenemos que crear nuestros propios premios y escribir para nuestros compatriotas", apuntaba Edwige Renée Dro en una entrevista en este blog. "Producir e imprimir libros aquí, no en Francia, porque el precio se triplica. Hay que conseguir la implicación de las editoriales africanas. Y dirigirnos al mercado africano. Tenemos que abordar temas de actualidad, que interesen a nuestros vecinos y hacerlo de manera que les enganche".
"No sólo tenemos que escribir, publicar y quejarnos después de que nadie lee", dijo. "El 51 % de la población de mi país es analfabeta. Del 49 % que sabe leer, la cantidad de público que puede pagar un libro o que se interesa por la lectura puede alcanzar un 1 %. Hablamos de un país con poco más de 20 millones de habitantes, así que apenas 100.000 personas. Creo que es necesario desarrollar formatos que animen a la lectura, que la acerquen a los marfileños. Grabar historias en audio para ese 51 % que no sabe leer. Llevar la literatura a la escena, recuperar el brillante panorama dramático que teníamos en los 80. Movilizar a nuestras asociaciones de escritores. Utilizar nuestra inventiva, nuestra creatividad".
Su colega Recaredo Silebo Boturu, ecuatoguineano y miembro del colectivo Africa39 considera vía correo electrónico y desde Malabo que la efeméride es una buena idea si es "para dar voz, alentar y ayudar a la divulgación de lo que se cuece por estos lares". "Y sobre todo, si es para abrir los ojos a los lectores, ciudadanos de otros continentes, que piensan que el mundo tiene dos puntos cardinales", remacha.
En todo caso, es el momento de felicitar a todos los escritores africanos. Y también a la literatura universal que los acoge y nutre y que brilla más y mejor gracias a su mera existencia.
Para conocer más sobre literaturas africanas y celebrarlas:
Literatura en África no es un país
Hay 2 Comentarios
Cierto. El norte se me quedó fuera y también es África, de Egipto al Sáhara y Mauritania. En español también. Y en todos los idiomas posibles. Gracias.
Publicado por: Ángeles Jurado | 08/12/2015 11:03:00
Felicidades escritores africanos, y no olvidemos a los escritores saharauis, los que escriben en hassania, en español y en árabe. Los que sacan adelante su producción desde los campamentos de refugiados, los territorios ocupados y la diáspora. Un abrazo a todos los hermanos africanos, y felicidades siempre por vuestro trabajo.
Publicado por: Conx | 08/12/2015 10:39:07