Abdoulaye Maiga nació a orillas del río Níger, en Gao, en el noreste de Mali, a unos 1.200 kilómetros de la capital, Bamako. Una ciudad mezcla de culturas y razas: tuaregs, songhais, bellas, árabes, peuls y turistas de todo el mundo, hasta que estalló la guerra en 2011. Pero para entonces, Maiga, como le conocen sus amigos, ya no vivía allí, solo iba de visita.
Al hablar de Gao todos piensan en los hombres del desierto, en los tuaregs, sin embargo Maiga es un songhay, heredero de uno de los imperios más grandes de África, que bajo el poder de este pueblo y con capital en Gao dominó gran parte del Sahel.
“Tuaregs y songhais hemos vivido juntos desde el tiempo de nuestros abuelos, cada familia songhay tiene otra amiga tuareg. Durante la estación seca, cuando se recoge la cosecha de arroz, los tuareg vienen y cogen el arroz que necesitan de su familia amiga, en época de lluvias yo puedo ir a donde mi familia tuareg que está en el campo pastando con sus ganados y quedarme allí y descansar una semana o lo que haga falta y beber leche y comer carne y luego volver a mi casa. Eso lo teníamos desde el principio hasta hoy mismo, por eso le gente que viene de fuera [los yihadistas] no puede triunfar de ninguna manera en esa ciudad”, explica con un atisbo de rabia en sus ojos.
Maiga tenía una tienda en su ciudad donde vendía artesanía a los turistas. Un día decidió dejar todo aquello y viajar, conocer un poco de mundo. “Tenía curiosidad por conocer otros países, otras opiniones distintas, saber cómo viven los demás, los que tienen otras costumbres distintas a las nuestras. Esta fue la única razón que en principio me impulsó a salir de mi país. Aquellos eran tiempos de paz, no como ahora que la gente tiene que huir de la guerra”, explica.
Cuenta, detrás del mostrador de su tienda de artesanía de toda África occidental, en pleno barrio madrileño de Argüelles, mientras ensarta cuentas de colores en un hilo de cuero y hace nudos, que el viaje fue largo: “en aquella época era más fácil llegar a España, cuando llegué a Marruecos era más fácil pasar a España, incluso en el ferry. Salí de mi país y fui a Argelia, de Argelia a Libia donde trabajé dos años y de ahí a Marruecos. Con lo que traía ahorrado de mi país y lo que trabajé por el camino tenía suficiente dinero para vivir en España un año sin trabajar. Tenía dólares en mis bolsillos”. Era el año 1991 cuando Maiga pisó tierras españolas por primera vez.
“En un principio, cuando llegué a España, me quedé solo para ver cómo era aquí, ver si había trabajo o no, pero al final me he acostumbrado y me he quedado, me llevo bien con los españoles. Yo hablo español muy bien, mejor que los demás. He ido a Francia, he ido a Inglaterra pero a mí España me ha gustado más que los demás países”, confiesa.
De todas formas, los inicios en España, como los de cualquier migrante, no fueron fáciles: “Antes de tener esta tienda he trabajado en varios sitios: fontanero, construcción, mantenimiento de calderas, almacén, de todo, he trabajado de todo para salir adelante”.
Por fin, en el año 2000, gracias a lo ahorrado tras muchos años de trabajo pudo abrir su propio negocio. La razón de esta opción es muy clara para Maiga: “como en mi país estaba acostumbrado a hacer negocios, pensé que es lo que mejor sabía hacer, por eso decidí arriesgarme y montar este”.
Puede resultar raro, al menos curioso, ver un establecimiento como este en un barrio que se caracteriza por otro tipo de tiendas. Cuando se le pregunta por la elección su respuesta es muy sencilla: “No tenía un lugar concreto donde quisiera poner el negocio, me daba un poco lo mismo el barrio o la zona, lo importante era que pudiera funcionar. Cuando encontré este local vi que podría ser y ya llevo aquí 15 años”.
La tienda tiene dos grandes escaparates, pero para acceder a ella hay que bajar unas escaleras que conducen a estanterías llenas de collares, pendientes y pulseras de cuentas, de hueso, de metal, muchas de ellas ensartadas por el propio Maiga que importa los materiales directamente de África para, luego, pacientemente darles forma detrás de su mostrador. También hay telas, mantas de algodón tejidas a mano, de esparto, bolsos y zapatos realizados con telas de colores, cajas y objetos de bronce… Luego, si hay suerte, puede que al visitante se le muestre la habitación interior donde se exhiben máscaras o estatuas de madera, estas representado a divinidades locales o escenas cotidianas. Otras veces se puede encontrar una auténtica cama tuareg, transportada pieza a pieza hasta allí, o cualquier otra sorpresa.
La mayoría de los objetos proceden de Malí, pero no solo de allí, Maiga los consigue en diversos países. De vez en cuando viaja para comprar su mercancía y aprovecha, también para visitar a los suyos: “yo tengo familia en muchas partes de África: además de Malí, en Ghana, Níger, Nigeria, Burkina Faso, Costa de Marfil y Senegal”. Otras veces, si necesita algo específico o materiales que estén a punto de terminar, llama a sus familiares y amigos y estos los hacen llegar hasta Malí y desde allí a España.
Cuando se le pregunta si el negocio funciona sonríe antes de contestar: “Las cosas no son fáciles, es todo un poco difícil. Podría decir que a veces sí y a veces no, pero la verdad es que es un poco difícil. En mi caso mi mujer trabaja y entre los dos conseguimos mantener a la familia. Estoy casado con una española y tenemos dos hijas, una de nueve años y la otra de ocho”.
Son muchos los años que Maiga lleva en España, y como comenta está casado y tiene dos hijas que lleva al colegio todos los días antes de abrir la tienda. Luego, su mujer las recoge por la tarde. “Hay que repartirse las tareas del hogar para poder salir adelante como familia”, comenta.
Songhay
Bisutería y Regalo Étnico
c/ Fernández de los Ríos, 66.
28015 Madrid
Fotos Demian Ortiz
Hay 1 Comentarios
hola chema soy abdoulaueidrissa maiga maiga muchogracias tu tu opañeros y compañeras a toda gupo
que me hace meconce medio mundo una brazo unsaludo que p'ase feliz navidad
Publicado por: abdoulaye idrissa maigamiga | 20/12/2015 14:11:04