Por Ken Bugul (*)
En África, muchas de las sociedades tradicionales eran de tipo matriarcal. Con la llegada de las invasiones extranjeras, tales como las religiones monoteístas (en particular el Islam y el Cristianismo), la trata negrera y la colonización, el continente vivió grandes convulsiones. África, sobre todo la zona subsahariana, fue desposeída de sus creencias, vaciada de su potencial humano y, con el periodo colonial, sus recursos naturales fueron explotados. Estos sucesos trágicos han desestabilizado culturalmente a los africanos y desestructurado a las sociedades tradicionales de manera violenta, tanto desde el punto de vista físico como psicológico. Estos comportamientos inhumanos se realizaban en gran parte con el pretexto de misiones civilizadoras y salvadoras.
En las sociedades tradicionales, las mujeres eran el pilar de la familia y el impulso de la vida socioeconómica: las encargadas de la educación, la comida, la vestimenta así como de la transmisión de los valores socioculturales. Fueron también reinas influyentes, guerreras temibles y feroces resistentes a la esclavitud y a la presencia colonial. La mujer estaba implicada en la toma de decisiones que tenía que ver con la comunidad en general, y la familia.
Luego, en esa otra África desestabilizada y desestructurada por las distintas invasiones occidentales y orientales, la mujer se convirtió en un personaje de segundo plano. Sin embargo, desde los movimientos de resistencia a las invasiones hasta las luchas por las independencias, han jugado un papel importante aunque la historia escrita por los vencedores no las ha mencionado y los vencidos no han hablado de estas heroínas como es debido.