Ramón Lobo

África necesita una nueva generación de líderes

Por: | 26 de enero de 2011

Ory Okolloh es una mujer coraje keniana. Creó el Observatorio Mzalendo, que significa Patriota. Su misión es vigilar las acciones del Parlamento de su país. Las mujeres son las que sostienen la sociedad en África. Son el único pilar: madres, cabezas de familias, buscadoras de agua... Sobre ellas gira la esperanza del cambio. Hay muchas mujeres africanas que no saben de etiquetas occidentales pero que luchan cada día contra el machismo y la barbarie, contra la pobreza, que es la mayor de las violencias.

Ory pide un discurso periodístico que huya de la imagen negativa que se proyecta de África. Siempre hay personas detrás de las hambrunas, de las guerras, de los niños soldados, de las enfermedades. Son las personas las que mueven la historia. Gran parte del periodismo actual ha sacado a las personas del centro de su narración. Sin personas no hay emoción. Sin emoción no hay interés. Son historias muertas.

Hay 2 Comentarios

Creo que, salvo catástrofes y poco más, hay un abismo entre lo que preocupa y lo que debería preocupar a los que nos hacemos llamar "primer mundo".

Saludos.

He vivido más de 15 años en África y podría ser muy crítico –y de hecho lo soy a nivel personal– con el trato que dan los medios respecto a este continente. No solo los medios, sino los gobiernos, las ONGs y la propia ONU.

No obstante creo que todo lo que pienso al respecto se podría resumir en el trasfondo del siguiente chiste que escuché, hace mucho tiempo, en Liberia:

–Se trata de un gran empresario blanco de la Gran Manzana que está de vacaciones en África. Como se aburría en el hotel, decidió salir a dar un paseo por la playa. Una playa de esas que tienen los hermanos allí abajo, con arena blanca y cocoteros inclinándose sobre el mar.
Bueno, al poco de estar caminando divisó un hermano tumbado en la arena, bebiendo agua de un coco y acompañado de dos hermanas, de esas que están prohibidas aquí hace años. Los tres estaban en ropa interior, a la sombra de una palmera y las hermanas no paraban de besuquearlo y acariciarlo, una a cada lado.
Al pasar el blanco, las hermanas le sonrieron y una le guiñó un ojo, mientras que el hermano seguía, impasible, chupando del coco. El blanco siguió su camino, contrariado por lo provocativas que eran las hermanas y, sobre todo, por ver a aquel pobre negro sumido en una vida indolente y sin objetivos.
Al rato el empresario volvía sobre sus pasos y esta vez fue saludado con la mano por las sonrientes hermanas y por el hermano, por lo que decidió acercarse y ofrecer su experto consejo a aquel simpático, pero pobre africano. Al llegar cerca de ellos dijo, dirigiéndose al hermano:
–Ves esos cocos ahí arriba. No tienen dueño, así que podrías coger unos cuantos y llevarlos al mercado para venderlos, con lo cual harías un dinerito. En poco tiempo tendrías el suficiente como para comprar una bicicleta con un carrito y así poder trasportar más cantidad al mercado y generar más beneficio. No tardarías en hacer bastante dinero como para comprar una furgoneta y ampliar considerablemente tu negocio. Después un camión y pronto toda una flota. El siguiente paso sería comenzar a exportar los cocos y construir un conglomerado empresarial. Y, a la vuelta de unos años, estarías en posición de tener una vida de puta madre –concluyó.
El hermano sonriente, pausadamente depositó el coco en la arena y posó cada brazo sobre los hombros de las monumentales y cachondas hermanas y, con su cara vacilona, le dijo:
–Y ¿qué coño piensas que estoy haciendo ahora mismo?
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http://damantigui.wordpress.com

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Sobre el autor

Nací en otro siglo, en Venezuela, mitad español, mitad inglés. Siempre me gustaron las noticias internacionales. Con El País he viajado a guerras en medio mundo. He aprendido mucho, sobre todo a escuchar.

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