África necesita desgracias grandes para lograr titulares pequeños. Si el ataque de la guerrilla de Sierra Leona -en enero de 1999 contra Freetown; más de 7.000 muertos en tres semanas- no pudo desbancar al vestido manchado de una becaria del presidente Bill Clinton, pocas posibilidades tiene hoy Costa de Marfil, más de cinco meses en el alambre, cientos de muertos y decenas de miles de desplazados.
No han servido de mucho las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU -la última del 30 de marzo- ni el envío de cascos azules (africanos, eso sí) ni los embargos ni las amenazas. Nada sirve cuando no existe una voluntad política creíble de aplicar lo decidido. Son las fake decision, de las que tanto abundan.
El presidente que perdió la segunda vuelta de las elecciones del 28 de noviembre, Laurent Gbagbo, se ha negado a traspasar el poder al ganador reconocido, Alassane Ouattara, y en ese bloqueo se encuentra el país, coqueteando con la guerra civil, si es que no cayó en ella de nuevo. Costa de Marfil se ha visto desplazada informativamente por tres catástrofes simultáneas: el terremoto-tsunami-accidente nuclear de Japón, la guerra civil en Libia y el habitual desinterés occidental hacia África. Hay silencios que podrían ser crímenes de guerra.
Sin periodistas de la CNN no hay noticia. / AFP.