Existen dos mundos: el del ruido -el parqué de Wall Street (vendo, compro; gano, pierdo), el tráfico rodado, los botellones (jóvenes que beben y vocean en las plazas)... y el del silencio: pobres sin derecho a ser escuchados, sin voz para narrar. Somalia está anclada en el segundo, pero con el peor ruido del primero, el de las armas fabricadas en Occidente y Rusia. Somalia no tiene Estado desde 1991. Es un país célebre por sus piratas, no por sus tragedias, por las personas que la habitan y sufren, por sus mujeres mutiladas.
Gracias a los piratas Somalia ha logrado salir del mundo de los invisibles y pasar al de los visibles. El tránsito no es fácil; son necesarias las etiquetas publicitarias, los hashtags de la globalización: terroristas que amenazan la navegación y economía mundial.